Vicente Vallés-El Confidencial

  • El orden de los factores sí altera el producto. Nunca fue un Gobierno con «varias voces y una sola palabra», como dijo Sánchez en enero de 2020. Hay dos gobiernos

El primer día de junio de 2018 se produjo un evento político inédito en España, cuando triunfó una moción de censura. A los pocos días tomaba posesión el “Gobierno bonito” de Pedro Sánchez. La factoría de eslóganes que se instaló en Moncloa con el nuevo presidente calificó así aquel gabinete en el que había un astronauta y un presentador de televisión —que dimitió unos días después; el Gobierno fue bonito mientras duró: poco—. También estaba, aunque detrás de los focos, un jefe de Gabinete decidido a aplicar en España las estrategias americanas más audaces. La primera, no hacer prisioneros.

Con esos criterios, Sánchez alcanzó la Moncloa y ganó las siguientes elecciones. Pero con esos mismos criterios también se cometieron errores, cuando el halo de invencibilidad creado alrededor del líder —y un cierto culto a la personalidad— empezó a enturbiar la vista de quienes tomaban decisiones tan atrevidas. Las envidias acumuladas por los colmillos retorcidos del partido contra el asesor ‘advenedizo’ empezaron a tornarse lanzas. En Ferraz atribuyeron a Redondo el desatinado augurio de que el PSOE obtendría 150 escaños si se repetían en noviembre las elecciones de abril de 2019 en las que los socialistas habían conseguido 123 diputados. 

Y Ferraz volvió a señalar a Redondo cuando Ayuso, ninguneada, procedió a demoler al PSOE sanchista en las elecciones madrileñas 

Pero Sánchez perdió tres. Y Ferraz volvió a señalar a Redondo cuando Isabel Díaz Ayuso, ninguneada y despreciada, procedió a demoler al PSOE sanchista en las elecciones madrileñas del 4 de mayo. Y Ferraz ha insistido en culpar a Redondo de propagar la especie de que lo ocurrido el 4-M no tendría una traslación nacional, cuando los sondeos publicados desde entonces muestran que, al contrario de lo que pasa en Las Vegas, lo que ocurre en Madrid no se queda en Madrid. Solo el muy celebrado chef Tezanos, siguiendo el gusto culinario del presidente por el chuletón al punto, sigue churruscando las encuestas en la parrilla para mantener la línea inconmovible de profetizar nuevos e ilimitados éxitos socialistas en las urnas. 

Este pasado viernes, Pedro Sánchez se inoculó la segunda dosis de la vacuna contra el covid y el sábado ya estaba listo para poner en marcha la temida máquina de triturar carne política al haberse inoculado también esa enseñanza de Redondo: la de no hacer prisioneros. Y el primero en caer ha sido el propio asesor. Sánchez ni siquiera citó su nombre al anunciar los cambios en rueda de prensa. Los tiempos del chamán han terminado. Mandar mucho sin pureza de sangre socialista era poco sostenible. Pero con él caen también el aparentemente indestructible José Luis Ábalos y la aparentemente eterna Carmen Calvo. Eran los pesos welter del Gobierno —el único peso pesado es el presidente—. Pasan a retiro los tres nombres con mayor carga política: Redondo, Calvo y Ábalos. Asciende el discreto y fiel socialista Felix Bolaños. Y reaparece otro militante sin mácula: Óscar López. Patriotismo de partido.

Y eso supone una enmienda a la totalidad que el presidente del Gobierno se hace a sí mismo 

Cambios de tal hondura son habituales después de unas elecciones, pero no lo son tanto cuando ni siquiera se ha alcanzado la mitad de una legislatura. Y eso supone una enmienda a la totalidad que el presidente del Gobierno se hace a sí mismo. Porque Sánchez se siente obligado a destituir antes de cumplir dos años en el cargo a la ministra de Asuntos Exteriores —departamento ‘business class’—, o al de Cultura y Deporte, o al de Justicia —después de comerse lo que técnicamente se podría calificar como el peor marrón histórico de este Gobierno hasta la fecha: los indultos—. Y cuando Miquel Iceta baja a segunda división con la cartera de Cultura y Deporte después de solo siete meses en el Gobierno. De hecho, la de ahora es la tercera modificación del gabinete desde enero. Entonces salió Salvador Illa para resolver un problema del PSC. En marzo salió Pablo Iglesias para resolver un problema de Podemos. Y ahora se voltea al Consejo de Ministros en pleno para resolver un problema del PSOE. Movimientos espasmódicos como estos son un signo de debilidad y confusión, de haber perdido pie y notar los aerosoles de la oposición más cerca de lo que aconsejan las autoridades sanitarias y las expectativas electorales. 

Si es necesario empezar casi de cero, es que cuando se empezó no se empezó bien. Pedro Sánchez resetea, y se resetea 

Si es necesario empezar casi de cero, es que cuando se empezó no se empezó bien. Pedro Sánchez resetea, y se resetea. Rebaja la carga política del Gobierno porque los ministros con más presencia en el partido abandonan el gabinete y son sustituidos por personalidades de ámbito local o regional, que tendrán que construir una presencia nacional de la que, de momento, carecen. Y el cambio confirma que hay dos gobiernos. Uno, del PSOE, que acumula el grueso de las competencias y carteras relevantes; y otro, de Unidas Podemos, que mantiene sus ministerios de entidad política menor, salvo Trabajo. 

La vicepresidenta segunda Yolanda Díaz evita así que se complique su relación con la nueva cúpula de Unidas Podemos. Pero, a cambio, Sánchez deja claro que las decisiones económicas las toma Nadia Calviño, antigua vicepresidenta tercera, que da un salto con pértiga por encima de la vicepresidenta segunda y se convierte en vicepresidenta primera. El orden de los factores sí altera el producto. Nunca fue un Gobierno con “varias voces y una sola palabra”, como dijo Sánchez en enero de 2020. Hay dos gobiernos, pero solo gobierna Pedro Sánchez.