Javier Caraballo-El Confidencial
- Así debe verse él mismo en el inicio de un año decisivo para su carrera política, el año en que otra vez espera sortear todos los pronósticos y vencer a las apuestas
Se le ve contento, y no lo oculta. Así como llega, marcando los pasos, la chaqueta ceñida, igual que los pantalones, sabiéndose alto, como si mirase por encima de los demás, hasta que elige a alguien del auditorio para fijar sus ojos, quizás una simple excusa para sonreír a continuación y, encogiendo los carrillos, extender la sonrisa a toda la cara. Sabe que ya ha sorteado una de las legislaturas más complejas de la democracia, por las enormes circunstancias externas adversas y la gran debilidad parlamentaria de su Gobierno, y ya debe tener en la cabeza su siguiente jugada: la de seguir en la Moncloa aunque no sea su partido el que gane las próximas elecciones generales.
Es Pedro Sánchez, triunfal y frío. Porque así debe verse él mismo en el inicio de un año decisivo para su carrera política, el año en el que otra vez espera sortear todos los pronósticos y vencer a las apuestas. No es que sea su sino político, aunque pueda pensarlo, porque en la vida, y sobre todo en política, no hay nada escrito, por mucho que se pretenda. Pero sí es su principal característica como líder político, porque él mismo ha llegado a ese convencimiento, que ha nacido para vencer a los augurios. Ya lo dijo en aquel libro —su auto hagiografía, como lo llamaron— que publicó al poco de ser presidente del Gobierno: “Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”. En esas sigue Pedro Sánchez y, si analizamos objetivamente lo sucedido, tiene motivos para estar contento. Veamos.
Lo único que podemos preguntarnos es por qué al presidente del Gobierno le sale todo bien, y acaso cuestionar algunos de sus métodos, pero de lo que no puede caber duda es de que, desde hace tres meses, consigue todo lo que programa. El otoño e invierno negros que le auguraban los ha superado con una impresionante facilidad, desde la aprobación de sus terceros presupuestos generales del Estado hasta la contención de la inflación y la mejora del empleo, pasando por el desbloqueo del Tribunal Constitucional, que estará presidido por el magistrado que él mismo había señalado con el dedo. Estabilidad parlamentaria inusitada, mejora sensible de la economía e instauración de una mayoría progresista en el Tribunal Constitucional. No es poca cosa, desde luego.
Fijémonos, por ejemplo, en la mejora de la economía española o, por lo menos, en la contención de los grandísimos riesgos de recesión que se estimaban para estos meses. Sin que nadie, al menos públicamente, lo estimara a finales del verano, lo que ha ocurrido es que el desastroso aumento de la inflación ha conllevado paradójicamente que el Gobierno haya podido disponer de un inusitado fondo de ayudas para paliar la crisis. Lo explicaba aquí hace unos días mi compañero Carlos Sánchez, con el rigor que suele: “Paradojas de la vida: la inflación y los tipos de interés ultralaxos les han hecho el trabajo sucio a los gobiernos, que han podido disponer de ingentes recursos para compensar las crisis”. No se trata solo de este Gobierno, sino de todos los europeos, claro, pero en España se da la circunstancia añadida de que, además, ha sido donde se ha frenado antes el aumento desbocado de la inflación, hasta situarla en los niveles más bajos de toda la Unión Europea. En el total europeo, los gobiernos han destinado desde finales de 2021, cuando comenzó la crisis energética, la contundente cifra de 705.000 millones de euros para compensar a los consumidores gracias a los mayores ingresos por la inflación. Y el resultado es esta extraña mejora que nadie niega. Y ahí está Pedro Sánchez, como ayer en el acto del sindicato UGT, pavoneándose, jactancioso: “Por mucho que a algunos les pese, el apocalipsis no ha llegado ni va a llegar. Qué le vamos a hacer”.
Ninguna paradoja, por el contrario, encierra lo ocurrido en el Tribunal Constitucional, cuya renovación ya se ha culminado con la mayoría progresista que reclamaba el presidente socialista y la elección de Cándido Conde-Pumpido, el candidato por él señalado. Tanto en este proceso de nombramientos del Tribunal Constitucional como en el bloqueo del Poder Judicial, obra lo que ya se ha señalado aquí en otras ocasiones, la extrema frialdad con la que actúa Pedro Sánchez. La agitación, la convulsión que promovió estratégicamente en las últimas semanas del año hasta provocar un inquietante y peligroso choque entre poderes del Estado, es el ejemplo más patente de hasta dónde está dispuesto a llegar el presidente Sánchez para cumplir sus objetivos.
Tanto la reforma de la malversación como la derogación del delito de sedición para contentar a sus socios independentistas catalanes han quedado sepultadas, para casi todo el espectro de la izquierda española, bajo la confrontación mayor contra “la derecha judicial y política”, que es la expresión acuñada que podemos oír a cada instante. A lo que nadie contestará, una vez apaciguada la tensión con la que se cuestionaba la legitimidad democrática, es a la pregunta que ya se hizo: ¿y ahora, cómo llamamos a la mayoría progresista del Tribunal Constitucional que se mantendrá hasta 2031?
Y la estabilidad parlamentaria… Lo sucedido en esta legislatura con la mayoría parlamentaria que ha sustentado al Gobierno es en lo que debemos fijarnos para adivinar cuál es el siguiente paso del presidente Pedro Sánchez. Obviamente, si en las próximas elecciones generales el PSOE revalida su triunfo electoral, como ha sucedido en las dos últimas ocasiones, no hay nada que plantearse, por escasa que sea la victoria con respecto a su principal rival, el Partido Popular. La cuestión que ya podemos entrever es que, por primera vez en la democracia española, el Partido Socialista está dispuesto a gobernar incluso si pierde las elecciones. Hasta ahora, se trataba de una especie de pacto tácito que afecta solo a las Cortes Generales, no a los ayuntamientos ni a las comunidades autónomas: gobierna quien gana las elecciones aunque no alcance mayoría absoluta en el Congreso.
Por los comentarios que ya se van deslizando en el entorno del presidente, existe una clara predisposición de romper ese pacto tácito y renovar en el Congreso la mayoría amplia que ha respaldado al presidente Sánchez. Pensemos solo que, a pesar de la raquítica mayoría con que ganó las elecciones, este Gobierno ha aprobado tres presupuestos generales consecutivos, que es algo que no sucedía desde hace una década. Y reparemos también en que Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno con 167 votos a favor y que los últimos presupuestos los ha aprobado con 187 votos. Parlamentariamente, Pedro Sánchez es ahora más fuerte que cuando comenzó la legislatura. No va a renunciar a ese logro, con independencia de lo que digan las urnas. Por eso basta con mirarlo, con oírlo hablar, para entender que el presidente se ve triunfal.