EDUARDO COCA VITA-EL DEBATE
  • PS es, en mi opinión, la suma de una mente trastornada y la malicia acumulada en el desarrollo de una voluntad egocéntrica que, sin freno ni escrúpulo, arrodilla a un país para saciar personalismos
Recientemente aprecié entre lectores de este periódico una especie de competición de comentarios a artículos y noticias para intentar completar la lista de indecencias o golferías del presidente y sus sumisos, logrando los participantes reunir un vistoso fajo de calificativos recriminatorios y una amplia colección de epítetos reprobatorios bien ganados por el traidor a la causa y los actores de su circo en el Gobierno, Congreso y demás instituciones y organismos. Es difícil añadirle etiquetas denigratorias al caporal y su grey, ni siquiera por quienes mejor manejen los diccionarios.
Yo, que si no descuello, tampoco desmerezco en menesteres lexicográficos, he encontrado de todo en mi rastreo, pero al cribar la búsqueda y quedarme únicamente con frases de al menos dos voces, no he detectado el uso por nadie del modismo «mala persona», que considero le encaja al atildado galán de este reportaje como anillo al dedo, lo que algunos convierten en aro al cuello o cosa peor fuera de mi buena educación. Un compuesto, el de atributo y sustantivo, que curiosamente no acoge la RAE, pese a dedicarle a «malo, la» catorce acepciones, una locución nominal, siete adverbiales, un sentido interjectivo, dos expresiones, sesenta y dos sinónimos y seis antónimos.
Empeñado como estoy en aplicar con propiedad tal construcción de adjetivo antepuesto y nombre pospuesto a nuestro gobernante más críticamente saeteado en todo tiempo, he tratado de documentarme leyendo sobre egotismo, engreimiento y vindicación en textos de psicología, sociopatía y perfidia, quedando convencido de mi acierto al brindarle el título de esta colaboración a semejante sujeto, a quien le quedan raquíticas otras nominaciones parejas, por evocadoras que sean: sinvergüenza, bicho, cabrón (1.ª acepción, no insultante), canalla, caradura, golfo… Y es que la conjunción por mí elegida, «mala persona», resume bien la filosofía vital de ambición y poder y la tara moral y cívica de quienes son de natural anormal, malévolos en ideas, acciones, móviles y empresas e insaciables al humillar y vengarse, así como liantes, embusteros y embaucadores en sus negocios públicos, amén de aventureros sobrados de osadía y apiporrados de avaricia. Realmente, unos resentidos, con fondo básico de emoción negativa hacia los demás, de quienes se creen superiores sin probar merecerlo, entrando en su vivir ordinario lo de ofender y dañar sin asunción de culpa y rumiando obsesivamente el rencor como bueyes testarudos o borregos modorros. Seres aciagos cuya energía hostil crónica entra en el repertorio de conductas hirientes y maniobreras que parecen dar realidad a la hechicería populachera de existir diablos íncubos para, bajo apariencia de varón, fecundar mujeres que alumbren brujos burreños.
No es el caso de traer aquí para guía de bolsillo el listado de acusaciones pormenorizadas de cuantos salimos en la prensa, lo que compondría un tocho de llamativo grosor. No es eso. Cualquier hispano puede aportar una descripción presidencial por él dicha u oída, escrita o leída; incluso crearla autónomamente con trasfondo dramático, jocoso o tragicómico, pues lo de PS no queda en chiste suelto para adultos, coplilla de carnaval o aislada vileza. Es un surtidor de inspiración de escritores y un mapa de pistas para guionistas, letristas, refranistas y humoristas incendiados por la chusca del pueblo llano que prende el ingenio de observadores perspicaces y procaces.
Inevitablemente existen las personas con malas intenciones que, en la vida y frente a los demás, muestran modales manipuladores e influyentes para llevar gente a su terreno, haciéndoselo pasar mal a quienes no tragan cuando tratan de colarles que actúan por su bien en términos de desinterés y altruismo nacional, político o socioeconómico. Falacias y sofismas que generan sufrimiento en el entorno –sigo al psicólogo José Martín del Pliego– y retratan a las malas personas con rasgos esenciales de narcisismo, maquiavelismo y psicopatía, una triada obscura del carácter malvado que actúa para el dolor consciente y sin remordimiento. A veces por trastorno de una personalidad descacharrada, pero otras solamente porque sí.
PS es, en mi opinión –reducida a obviedad, por no decir perogrullada–, la suma de una mente trastornada y la malicia acumulada en el desarrollo de una voluntad egocéntrica que, sin freno ni escrúpulo, arrodilla a un país para saciar personalismos trasgrediendo la Constitución, el ordenamiento penal, el sentido común, la lógica kantiana y la ética cristiana. Incomprensiblemente el ordenamiento no prevé la incapacitación de un menda así. Y la imputación judicial necesita un plácet imposible de conseguir frente a esa flota de desertores, mercenarios, engañados y tutelados que custodian una inmerecida e inexplicable impunidad del sibilino golpista, un espadón camuflado. Perdamos toda esperanza si no hay nuevas elecciones o, habiéndolas, quienes sacan partido de la situación y no tienen dónde ir la prorrogan con la irresponsabilidad que alimenta el egoísmo individual, el analfabetismo funcional y la pillería picarona y rufianesca del íbero casticismo que jalea subsistir del cuento.
Moraleja. Pedro Sánchez es una mala persona, expresión compendiadora de la fraseología que, para espetárselo claro y a la cara, se lanza cada día desde múltiples frentes, por todos los ángulos y dando pábulo a la vulgar especulación de que existan engendros de Satanás frugívoros. La junción de dos palabras, «mala» y «persona», calca lo que es un miserable integral y no solo un sinvergonzón traficante de votantes estafados, porque —copio de César Vidal citando a Virgilio— «ni el tirano tocado por la genialidad podría imponer su despotismo sin el apoyo servil de otros miles». El indeseable PS es todo lo resumido en mis dos breves vocablos que, entonados con la musicalidad del román paladino y hablando en plata, resultan verdades como catedrales: ¡MALA PERSONA! Los españoles del XXI no lo merecemos. Tampoco los europeos. ¿A qué esperan UME y UE?
  • Eduardo Coca Vita pertenece al cuerpo superior de Administradores Civiles del Estado