ABC 20/01/17
PEDRO Sánchez ha anunciado que en breve emprenderá su prometida gira por las distintas federaciones del PSOE con el ánimo de pulsar el sentir de los militantes antes de decidir si intentará de nuevo liderar el partido. Su arranque será el 29 de enero en Sevilla, precisamente el feudo de Susana Díaz, a quien responsabiliza personalmente de encabezar la rebelión de barones socialistas que acabaron con su liderazgo el pasado octubre. Sánchez está en su legítimo derecho de intentarlo, y desde luego tiene motivos para sentirse traicionado, una vez que el núcleo duro que lo rodeó mientras fue secretario general ha ido abandonándolo en masa, hasta acabar manejando la candidatura que Patxi López ha oficializado ya.
César Luena, Óscar López, Idoia Mendía, Francina Armengol, el propio López y ahora la responsable del PSOE en Madrid acaban de renegar de él. Antonio Hernando o Miquel Iceta lo hicieron antes. La huida masiva de «sanchistas» es evidente. Traidores o no, una apreciación muy subjetiva, típica en las pugnas internas en los partidos fracturados, lo cierto es que ninguno de quienes veían en Sánchez al presidente del Gobierno del futuro lo percibe hoy ni siquiera como simple aspirante. Es el precio de la soledad, la ingratitud personal y la más cruda deslealtad lo que Sánchez está experimentando ahora. Especialmente dolorosa y traumática debe de resultarle la iniciativa de Patxi López, porque objetivamente defienden un mismo proyecto de cesiones al independentismo y al populismo, y de odio cerval a la derecha, como fórmulas de acceso al poder. Sánchez tendrá que decidir entre restar posibilidades a López o sumarse a él contra Díaz el día que decida presentar su candidatura. Pero difícilmente cuenta con opción alguna de volver a Ferraz. Desde luego, su ceguera parece crónica.