José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La política doméstica española no tiene reflejo en los medios extranjeros, lo que permite a Sánchez fungir de progresista hostil a los ‘poderes económicos’ dentro y confraternizar con ellos fuera, sea en la UE, la OTAN o el Foro de Davos
La izquierda del PSOE no estará feliz. Mucho menos la izquierda de la izquierda a los socialistas. El martes, Pedro Sánchez alcanzó su nirvana político y personal al mantener una entrevista de una hora con Joe Biden en la Moncloa. El resultado: al margen de satisfacer el ego del presidente del Gobierno, consistió en un acuerdo que Sánchez asumió, aunque para cumplirlo mediante ratificación en el Congreso (modifica el convenio de colaboración entre ambos países de 1988) necesitará de la colaboración activa del PP, esa oposición que es “una desgracia” y que le “estorba”. Ayer siguió hostigando a la oposición. Soberbio el tipo.
Biden pidió a Sánchez ampliar de cuatro a seis los destructores Arleihg Burke desplegados en la base naval de Rota en Cádiz e incrementar sus efectivos militares de 1.200 a 1.800. Estos barcos de guerra forman parte del escudo antimisiles de la OTAN. El presidente norteamericano instó a que su petición se acepte “más pronto que tarde”. De consumarse este acuerdo inicial, quedan garantizados los contratos de mantenimiento de estos buques por Navantia hasta 2028.
El del martes fue un acuerdo bilateral, aunque con derivaciones del mayor interés para la OTAN. Y dan continuidad a la política de alianzas que comenzó en la dictadura franquista con los Pactos de Madrid de 1953, sancionados con la visita del presidente Eisenhower a la capital de España, que quebró —juntamente con el Concordato con la Santa Sede de ese mismo año— el aislamiento internacional del régimen.
Franco cedió a EEUU bases militares estratégicas en España. Desde entonces hasta el martes pasado han mediado acuerdos varios, siendo el fundamental el “Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre cooperación para la Defensa, anejos y canjes de notas anejas al mismo, hecho en Madrid el 1 de diciembre de 1988”, elaborado durante el mandato de Felipe González tras la segunda integración española en la OTAN en 1986.
Para los que creen —entre los que me cuento— que las relaciones con Estados Unidos son críticas para los intereses de nuestro país, este renovado acuerdo se verá como muy conveniente y necesario, de modo tal que el PP, seguramente, lo avalará por responsabilidad de Estado, y no lo harán ni Unidas Podemos, ni Bildu, ni ERC. Para esos partidos y otros de extrema izquierda, Sánchez habrá protagonizado un nuevo episodio de volatilidad ideológica. Y efectivamente, así es.
Porque al mismo tiempo que se comprometía con Biden, sus colaboradores —es decir, Félix Bolaños— acordaban el proyecto de ley de memoria democrática con EH Bildu, partido heredero de ETA a cuya destrucción organizativa ayudaron los servicios de Inteligencia de los Estados Unidos.
Pedro Sánchez, en estado puro, exhibiendo su inconsistencia ideológica y desarrollando la doblez más sofisticada de todas las posibles. Acaba de lamentarse, victimizándose, de que “a este Gobierno lo golpea la derecha económica, política y mediática” (‘La Vanguardia’ del pasado domingo), lo que repitió ayer mismo en la Cadena SER, al tiempo, eso sí, que se constituye en un paradigma internacional de todo lo que la izquierda progresista —en la que dice militar— detesta.
Para Sánchez, este acuerdo con Biden y la cumbre de la OTAN en Madrid representan romper el aislamiento que, desde Zapatero en 2004 hasta la actualidad, sometía Washington a Madrid. Le abre, además, expectativas sobre su futuro y consagra el síndrome de Jano —la deidad romana con dos caras que miran a sitios opuestos— que padece el presidente español: en España su valoración cae en picado y su partido pierde elección tras elección, mientras que en el ámbito internacional su cotización es satisfactoria por su ortodoxo alineamiento con las tesis continentales más convencionales. La política doméstica española no tiene reflejo en los medios extranjeros, lo que permite a Pedro Sánchez fungir de progresista hostil a los ‘poderes económicos’ dentro y confraternizar con ellos fuera, sea en la UE, la OTAN o el Foro de Davos.
Desde una perspectiva europea, la cumbre de la Alianza Atlántica ha sido exitosa frente a la agresión de Putin a Ucrania: se ha elaborado un nuevo concepto estratégico, se va a ampliar la organización a Finlandia y Suecia gracias a las cesiones que ambos países han realizado a Erdogan (el autócrata turco) y se han reactivado los planes de disuasión militar para hacer cumplir el principio universal de ‘si vis pacem, para bellum’ (si deseas la paz, prepárate para la guerra).
El texto del concepto estratégico (290622-strategic-concept.pdf (nato.int)) menciona la “integridad territorial” de los Estados miembros en el prefacio; en el “entorno estratégico” (punto 6); en “tareas principales” de la OTAN (punto 20); la mención al sur de Europa aparece en dos puntos: en el 11 con referencia a Oriente Medio, Norte de África y el Sahel y en el 8 de manera genérica. Por supuesto, ni rastro de Ceuta y Melilla y la palabra ‘emigración’ se menciona solo en el punto 7 y en el 12 del texto advirtiendo sobre su instrumentalización. De lo que se deduce que en la estrategia de la OTAN el sur del continente ha constituido una preocupación secundaria. Los redactores del texto de este nuevo concepto no han atendido las demandas de España. Un fiasco.
Para los recalcitrantes que intentan trasladar la idea de que la OTAN ha hecho novedosas consideraciones sobre la integridad territorial de los Estados de la Alianza, transcribo el artículo 4º del Tratado de Washington de 1949 que la constituyó:
“Las partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de ellas fuere amenazada”
¿Dónde está la novedad respecto de este asunto en el documento estratégico ayer aprobado por la cumbre de la OTAN? Sencillamente: no la hay; simplemente se produce una reiteración de la literalidad del Tratado.