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  • Sánchez es un moribundo que además de ocasionar un enorme daño al país puede arrastrar a su partido a una penosa, y muy prolongada, travesía del desierto

Arrancaba la semana, la que parecía iba a ser una más de la nueva normalidad que inauguramos en julio de 2023, con los últimos esfuerzos del equipo de opinión sincronizada por equiparar el voto particular, poco consistente, emitido por dos magistradas en favor de Álvaro García Ortiz, con la opinión mayoritaria de la Sala Segunda y el anuncio de la destitución de la mano derecha en Moncloa de Paco Salazar, un tal Antonio Hernández. Descontado mediáticamente el rechazo del Congreso al techo de gasto, parecía que la condena del fiscal general daría paso como asunto estrella a los casos de presunto acoso sexual protagonizados por dirigentes socialistas.

El martes 9, en efecto, además de confirmarse anticipadamente que un año más no habría presupuestos, conocíamos que se había ampliado con nuevos testimonios la denuncia por acoso contra el líder de los socialistas en Torremolinos, Antonio Navarro, y que seis mujeres habían denunciado en el canal interno del PSOE, por tocamientos, ofrecimientos de puestos de trabajo a cambio de favores sexuales y mensajes obscenos, al presidente de la Diputación de Lugo, José Tomé.

En el partido y en el Gobierno intentaban capear con poca fortuna el temporal cuando el miércoles 10 la Audiencia Nacional dejaba caer la primera bomba racimo de la semana: la UCO detenía a Leire Díez y al expresidente de la SEPI, Vicente Fernández -hasta no hace mucho hombre de confianza de María Jesús Montero– por presuntos delitos de fraude, falsedad documental, malversación, tráfico de influencias y prevaricación. Un día después, jueves 11, la segunda carga de profundidad: en el marco de la misma operación, agentes de la Guardia Civil procedían a la detención de Antxon Alonso, socio de Cerdán en Servinabar, y practicaban registros en la sede de la SEPI y en 19 empresas, entre ellas las públicas Sepides, Enusa y Mercasa.

De Plus Ultra a los hidrocarburos

Tercera bomba: agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal, UDEF (la UCO del Cuerpo Nacional de Policía) detenían al presidente de la aerolínea Plus Ultra, Julio Martínez, y al CEO, Roberto Roselli, tras registrar la sede de la compañía por un presunto delito de blanqueo de capitales. Remember: el 9 de marzo de 2021 el Gobierno aprobó la ayuda de 53 millones de euros a Plus Ultra, con dinero del Fondo de Apoyo a la Solvencia de las Empresas Estratégicas de la SEPI, a pesar de que la aerolínea solo contaba con un avión y representaba el 0,03% del tráfico aéreo en España. Recientemente José Luis Ábalos ha asegurado que se enteró del rescate de Plus Ultra en el Consejo de Ministros en que el que se aprobó.

Cuarta deflagración: ese mismo día (un jueves 11 de diciembre que pasará a la historia; a la negra), la UCO entregaba en la Audiencia Nacional un informe en el que se apunta que la trama del fraude multimillonario de hidrocarburos (49 millones de euros) y que lideraban el presunto conseguidor del caso KoldoVíctor de Aldama, y su socio, Claudio Rivas, pagó cerca de un millón de euros para “comprar la voluntad» del exministro Ábalos y otros cargos públicos. Llegados a este punto, el resto de noticias funestas del día apenas conseguían asomar en los informativos. Minucias. Pero asomaron. Javier Izquierdo, miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y senador por Valladolid, dimitía por un nuevo caso de acoso, y, como estaba previsto, el Congreso rechazaba la senda de estabilidad: 166 votos a favor, 177 en contra.

¿No había ninguna buena noticia que llevarse a la boca en esta semana trágica? Y ocurrió el milagro. La revista italiana L’Espresso, un semanario de glorioso pasado y lánguido presente, nombraba a Pedro Sánchez “Persona dell’Anno”, galardón con el que, por cierto, también distinguió en su día a Bettino Craxi. Y luego pasó lo que pasó. La publicación incluye en su último número una entrevista en exclusiva con el presidente español, a quien presenta como “modello per l’Europa” (no es por nada, pero las imágenes las firma un fotógrafo oficial de Presidencia). Inmediatamente después de confirmar el que la imagen de un maquillado Pedro Sánchez llenaba la portada de la revista italiana, la maquinaria de Moncloa se puso en marcha para darle aire a la buena nueva. Pero ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas y que la alegría apenas dura en la casa del pobre.

Un mundo paralelo

Estaban disfrutando los asesores monclovitas de su excelente gestión de marketing político, del regalo transalpino, de su wonderful country, cuando poco después de las 10 de la mañana explotó el quinto y último (¿o penúltimo?) obús de la semana. Las agencias informaban de que la UCO se había personado a primera hora en Correos y los ministerios de Hacienda y Transición Ecológica para solicitar documentación relativa a la causa por la que había sido detenida Leire Díez. El partido en llamas, ministerios y empresas públicas en el punto de mira de la Justicia, el Parlamento con el freno de mano echado, el país sin presupuestos, estrechos colaboradores encarcelados y la familia en capilla. Y entretanto, ¿qué hacía nuestra “Persona del Año”? ¿A qué dedicaba su tiempo?

Ese jueves Moncloa, para justificar su ausencia en el debate sobre estabilidad presupuestaria, distribuye imágenes del presidente delante de un ordenador mientras sigue atentamente por videoconferencia las intervenciones de sus colegas de la Coalición de Voluntarios por Ucrania. En la imagen de la pantalla del presidente no parece que estén ni Macron, ni Starmer, ni Merz, por solo citar a tres de los principales líderes europeos, pero no importa. Se trataba de buscar una excusa para dejar sola ante el peligro a la vice Montero y no tener que escurrir el bulto de mala manera ante la prensa. La fotografía de Sánchez en un pequeño despacho, con su jersey gris marengo y la mirada medio perdida en el ordenador mientras el país se desmorona, se convierte de inmediato en alegoría de su creciente aislamiento mientras todo arde a su alrededor. Pero ya no hay marcha atrás.

Sánchez vive en un mundo paralelo, el que le ha vendido (¿cómo lo habrá hecho?) a los colegas de L’Espresso; el mundo ilusorio que imaginó en julio pasado, al hacer balance del curso político, contraponiendo al “catastrofismo” de la Oposición un país que “avanza con fuerza y en la mejor de las direcciones”, eso dijo, frente al “ruido político y mediático”. Sánchez es ya un zombi, mitad Luis XVI mitad Denethor, un moribundo obsesionado con el poder que igual no huye como Craxi, pero que ante la dimensión del desastre, de no tomar la única decisión correcta (que no es remodelar el Gobierno), puede ocasionar un daño aún mayor al país y arrastrar a su partido a una penosa, y muy prolongada, travesía del desierto.

Rubalcaba como antítesis

En cualquier democracia consolidada, uno solo de los casos antes enumerados hubiera bastado para forzar la renuncia del primer ministro. No parece que Sánchez esté pensando en eso. Tampoco la cohorte de panegiristas que le rodean. A esos, y a la legión de ingratos que llaman traidores a Felipe González, a Alfonso Guerra, y a otros muchos que viven horrorizados la devastación de las siglas del partido que fundara Pablo Iglesias Posse, yo les recordaría que Guerra, todopoderoso vicepresidente del Gobierno, dimitió en 1991 tras ser procesado su hermano Juan por un presunto caso de tráfico de influencias del que luego fue absuelto (se le condenó por fraude fiscal).

Sin duda, la semana que ahora encara su recta final, por la acumulación y trascendencia de malas noticias, ya es una de las más infaustas de la reciente historia de España. Pero todo es susceptible de empeorar. Pueden venir tiempos peores (lo de Plus Ultra es una potentísima bomba de relojería). Algunas investigaciones están en su fase inicial, otras en pleno desarrollo, y no hay que descartar que surjan nuevos indicios que provoquen la activación de nuevas averiguaciones.

Aunque no todo lo que ocurrió el jueves 11 fue malo. En el Congreso se presentó el libro Discursos parlamentarios de Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyos textos fueron seleccionados por Enrique GuerreroRamón Jáuregui y José Enrique Serrano, recientemente fallecido. En el acto, Felipe González habló de la lealtad de Rubalcaba a sus principios, ideas y proyectos. No eran palabras casuales. Habían sido elegidas para honrar a Rubalcaba y de paso recordar las enormes diferencias entre su liderazgo y el que concibe la lealtad y los principios como conceptos maleables. Allí estaban escuchando a Felipe Félix Bolaños y Óscar López. Y no sé muy bien por qué y qué es lo que al final aplaudían.