Del Blog del Santiago González
La Guardia Civil detuvo ayer a un tipo por un video en el que disparaba contra unos retratos de Sánchez, Pablo Iglesias, Irene Montero, Fernando Grande (Marlasca por parte de madre) y Pablo Echenique. A uno le parece, en primer lugar, que hace falta ser muy gilipollas para dedicarse a atentar simbólicamente contra miembros del Gobierno, aunque sean los citados. Aun con las propias limitaciones para interpretar el Código Penal, parece que eso podría ser un delito de odio. Eso mismo pensé cuando supe que un periodista o así, aunque tenía nombre de delantero brasileño, Jair Domínguez, había disparado en un programa de TV-3 contra dianas con retratos del Rey Juan Carlos, Salvador Sostres, el príncipe Carlos y Félix Millet. Aquello tenía todo el aspecto de un delito de odio, más si se consideran sus aportaciones a la convivencia, como la propuesta de poner titadine bajo la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalidad o la petición de que “alguien le vacíe un cubo de mierda en la cabeza a Inés Arrimadas”. La Audiencia Nacional archivó el caso por mano del juez Gómez Bermúdez, que bastante tenía con lo que tenía en casa.
España s hoy un pelotón de fusileros, pero el majadero del tiroteo debería tomar ejemplo de este congénere, emitir el video en alguna televisión pública, argumentar que el propósito era humorístico y que se encuadraba dentro de la libertad de expresión, como había sabido apreciar el juez.
También tendría que estar identificado y detenido el miserable que se apuntó al antimadrileñismo en boga con un tuit que decía: “Puta Madrid quédate en tu mierda de Españita, la última madrileña que vino aquí se llamaba Diana Quer, aplícate el cuento”. Este sapo, a fuer de gallego, tiene por modelo al Chicle en la violación y el asesinato de la muchacha.
Pablo Iglesias, fusilado simbólico del majadero de Málaga, comprenderá seguramente sus razones. Él había calificado a los Cuerpos de Seguridad como “matones al servicio de los ricos”, no sabemos si en tal categoría entran los guardias civiles de elite con los que el ministro Grande (prueba material de lo escasamente descripiva que resulta a veces la onomástica) ha puesto en Galapagar a proteger su chaletón.
Iglesias es el único vicepresidente de un Gobierno que se confesaba ‘emocionado’ al ver cómo su chusma pateaba a un policía caído en el suelo. Él reivindicó en una de sus ‘tuerkas’ la guillotina como instrumento fundacional de la democracia moderna. La prescribió para el alcalde de Leganés: “Hacen falta más recortes, sí… pero con guillotina”. Su compañera sentimental de entonces, Tania Vaciamadrid, publicó un tuit en estricta sintonía: “Felipe, no serás rey, porque vienen nuestros recortes y serán con guillotina”, texto que calcó después exactamente su sucesora en el corazón del macho alfalfa, Irene Ceaucescu.
Los podemitas han invocado mucho el poder de la cuchilla. ‘Cuadernos de la guillotina’, tituló una cosa suya el farsante Monedero. A nivel de concejal, Pablo Soto, que soñaba con una guillotina en la Puerta del Sol y Jorge Gª Castaño, que soñaba con una para descabezar a Ruiz Gallardón. Yo comprendo que es difícil de explicar a la tropa de Sánchez, pero la ley es igual para todos. Lo dicen todas las constituciones democráticas del mundo.