Luis Ventoso-ABC

Una vergüenza que no quiera ver al que hace un año reconocía como presidente venezolano

Pocos recuerdan a sir George Downing, político, diplomático y espía, un angloirlandés fullero muerto en 1684, con 59 años. Pero quien tenga curiosidad por esta figura menor descubrirá a un trepa codicioso, que murió forrado. Precursor de una escuela política que hoy podría denominarse «sanchismo», Downing se caracterizó por su habilidad para cambiar de ideas y aliados tan raudo como lo requería su necesidad de mantenerse a flote. A pesar de su pésimo cartel, siempre tendrá un hueco en la historia, porque da nombre a una de las calles más famosas del mundo: Downing Street. Los primeros ministros británicos duermen allí desde 1735. Cuando entras en la residencia sorprende que no es demasiado espaciosa. Algunos de sus recovecos resultan estrechos y parece gastada, como casi todo en Inglaterra. Pero al ascender por su escalinata, con las imágenes de Pitt, Disraeli, Churchill, Thatcher… mirándote desde las paredes, vas sintiendo el abolengo de una vieja democracia. Los británicos arrastran sus defectos, pero hay principios que tienen claros. Entre la libertad y la tiranía no dudan. Por eso el martes Boris Johnson recibió en el Número 10 a Juan Guaidó, el presidente encargado de Venezuela. Guaidó encarna la esperanza aperturista frente a una narcodictadura que ha provocado el éxodo de 6,5 millones de venezolanos, una inflación de 1.700.000% y un destrozo económico que ha sumido a un país riquísimo en la miseria. Hoy se espera que Macron reciba también a Guaidó. Los grandes mandatarios europeos no pastelean con un régimen que según Foro Penal, la asociación de abogados venezolanos que informa a la ONU, asesinó a cincuenta opositores el año pasado. Pero nuestra «coalición de progreso» tiene otra filosofía, con Ábalos viéndose a escondidas el fin de semana con un ministro del grotesco dictador comunista.

Hubo un Sánchez que opinaba como Johnson y Macron. Era el de febrero del año pasado, que en declaración solemne en La Moncloa reconoció a Guaidó como «presidente encargado», prometiendo «aportar todo nuestro esfuerzo» para llevar la democracia a Venezuela: «España no va a dar un paso atrás en este empeño», remarcó. Ahora llega Guaidó a Madrid y Sánchez le da la espalda como a un apestado. Y es que la «coalición de progreso» es un jaleo. No podemos molestar a los ministros comunistas, que llamaban «golpista» a Guaidó y asesoraron a la dictadura de Chávez (con buenos estipendios). Tampoco cabe irritar a nuestros socios separatistas. Así que si el Supremo inhabilita a Torra hay que hacerse el loco y tolerar que el presidente catalán se atornille al escaño y se chotee del más alto tribunal español. Un preso sedicioso decidirá si este Gobierno dura o no, así que urge suavizar el delito de sedición -penado durísimamente en toda Europa- a ver si lo sacamos pronto a la calle y Sánchez puede seguir en La Moncloa.

El feo a Guaidó, el desplante a la causa por la libertad en Venezuela, es una vergüenza moral, que además hará daño económico a España, al empeorar las ya pésimas relaciones del sanchismo con Estados Unidos.