ABC-HERMANN TERTSCH

Terror al colapso socialdemócrata en las élites políticas y mediáticas

EL ruido es mayúsculo. En España asistimos estos días a esa deplorable mascarada de intoxicación de un mentiroso narciso que difama como radicales a quienes cuestionan sus tropelías. Cuando él existe como gobernante gracias a un mefistofélico pacto con todos los enemigos de España, muchos de ellos autores y cómplices de los peores crímenes políticos contra el Estado y la Nación. La traición a la nación ya se había consumado con Zapatero, pero subsistía la fábula de un PSOE comprometido con un proyecto razonable para España. Mentira ya entonces. Hoy todo el PSOE ha seguido a Pedro Sánchez a la alianza con golpistas y filoterroristas y ha cruzado todas las líneas rojas. Más allá de todo posible remedio. «Beyond repair». Quien se abrace al PSOE será lo mismo.

Pero la intoxicación prolifera no solo en España. Llegan unas elecciones el 26 de mayo en las que muchos temen que la verdad haga mucho daño a quienes quieren seguir pastoreando a los europeos en su puré de pensamiento único socialdemócrata. Como si no pasara nada. Como si el saqueo fiscal para mantener un Estado del bienestar con fronteras asaltadas fuera posible. Como si una inmigración sin voluntad ni capacidad de integración, una multiculturalidad que destruye las sociedades y la nación, la propia degradación de la ciudad y del trabajo, la inseguridad crónica, la proletarización general y la cada vez mayor falta de libertad, se pudiera todo ignorar u ocultar con alfalfa ideológica. Con el permanente bombardeo mediático orwelliano de sacralización de la igualdad, de arengas de odio de género, feminismo, «mitús» (meToo) y un implacable rodillo de disciplina social.

La política del consenso exige plena servidumbre al discurso de la izquierda globalista. Con Mogherini, jefa de la política exterior de la UE, intrigando como Zapatero para salvar al régimen narcocomunista de Maduro. Con los gobernantes europeos temerosos de que una alianza americana, desde Trump a Bolsonaro, desde Duque a Almagro, acabe con la peste comunista y narcotraficante en Caracas. Y después vaya a por Cuba por fin, a limpiar tras 60 años esa cloaca de miseria y veneno protegida por Europa. Les aterra ese triunfo de una nueva política de compromiso real con los principios democráticos, intelectuales y culturales de la civilización occidental. La nueva racionalidad con gobiernos que representen a sus ciudadanos y defiendan sus intereses para vivir con seguridad, dignidad y esperanza. Y acaben con los gobiernos dedicados a experimentar sus fantasmales proyectos ideológicos con seres humanos.

¿Y en Europa? En Europa han convertido en poco menos que el discurso de Gettysburg una penosa intervención de Angela Merkel en la Conferencia de Seguridad de Múnich en la que lloriqueaba contra EE.UU. en favor de una multilateralidad que ella desprecia como nadie. ¿O consultó para llenar Centroeuropa de musulmanes? En Múnich se vio ese pensamiento débil socialdemócrata, tan enemigo de la verdad como el órgano oficial del Partido Comunista Chino. Merkel, la jefa del coro que aplaude los intentos de derribar a Trump con acusaciones patéticas de vínculos con Rusia, arengó contra «el ilegal sabotaje» a su nuevo gasoducto con Rusia. No de Trump, de Merkel. El nuevo gasoducto Nordstream 2 que ignora y deja al margen a toda Europa Central y Oriental. Como siempre han hecho en la historia los acuerdos entre Berlín y Moscú. Todos catastróficos para Europa y la libertad. Allí estaban todos los «lobbistas» de Putin hablando de multilateralidad. La de Rusia al invadir Ucrania y anexionar Crimea. La de Nordstream2 de Merkel. El vicepresidente de EE.UU. intervino y mandó a la conferencia el saludo de cortesía de Trump. Nadie aplaudió. A Merkel la aplaudieron toda aquella élite en Múnich. Pero a Trump le aplauden sus votantes. Y a Merkel su partido ha decidido esconderla ante las elecciones de otoño.