IÑAKI EZKERRA-EL CORREO
- La inflación sin precedentes trae la desigualdad por antonomasia, la económica
Se ha criticado mucho en estos días atrás el puñetazo de Will Smith a Chris Rock en la gala de los Oscar, pero a mí me parece que responde a una conducta más extendida de lo que la gente cree. Y es que, yendo un poco más lejos de la elemental condena del uso de la violencia, el asunto demanda una mirada desde eso que llaman ‘la perspectiva de género’: en una época que se llena la boca hablando del empoderamiento de la mujer, semejante reacción pugilística en defensa de la chica agraviada vuelve, en efecto, a agraviar doblemente a ésta, la minusvalora y devuelve a esa humillante minoría de edad a la que la habría reducido el machismo más recalcitrante y clásico. Visto desde este punto de vista, a quien realmente propinó un puñetazo Will Smith no fue a Chris Rock sino a la propia Jada Pinkett Smith, a la que pretendía defender. Digamos que le propinó un golpe inadmisiblemente sexista y heteropatriarcalmente bajo en su orgullo más íntimo y alopécico, en su mayoría de edad y en su empoderada esencia femenil, femínea, femenina y feminista.
Sin seguir por este camino, por el que llegaremos a la tesis -un tanto hiperbólica- de que Will Smith incurrió en una taimada modalidad de la violencia de género, sí cabe preguntarnos si no hay hombres que son más machistas que nunca cuando dicen abrazar el feminismo y entienden éste como un obsceno alarde de sobreprotección a la mujer, a la que en el fondo consideran un ser inferior e incapaz de alcanzar un estatus igualitario por sus propios méritos. Dicho de otra manera, hay ciertos alardes de igualdad, de paridad y de discriminación positiva por parte de nuestra zafia y primaria clase política que, aunque van de novedosos, a lo que más se parecen es a las más tradicionales formas de segregación sexista pues sólo sirven en el fondo para desmentir a bombo y platillo ese reconocimiento que supuestamente otorgan y para negar la capacidad real que la mujer hoy tiene de conquista. Uno es que no acaba de ver ningún avance social en que un partido político se proponga públicamente como primera premisa que su secretaría general sea ocupada por una mujer. El anuncio de ese criterio apriorístico quita cualquier valor al nombramiento para ese puesto de Cuca Gamarra.
Hay un falso feminismo que es tan anacrónico como el teatral puñetazo de Will Smith a Chris Rock ante los focos y los flashes de los fotógrafos. Hay conquistas que no son tales, como regalarle 20.000 millones de euros a Irene Montero para que los dedique a políticas llamadas de Igualdad en un momento en el que el país vive una inflación sin precedentes que trae la desigualdad por antonomasia, que es la económica. Eso sí que es un puñetazo y no lo de Will.