Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- Escrivá ha hecho una reforma del sistema para contentar a la Unión Europea en el exterior y a los pensionistas en el interior
El Banco de España hizo pública ayer su opinión sobre la reciente reforma de las pensiones. Eligió un mal momento para hacerlo, en pleno zafarrancho electoral. El alboroto de partidos que apoyan al Gobierno dirán que el regulador ha perdido su obligada independencia de criterio y que lo aprovecha para zurrar al Ejecutivo. Mientras que la oposición lo usará de munición y pondrá de manifiesto esa independencia, al menos hasta que llegue a La Moncloa y sean ellos quienes reciban las críticas.
En realidad, eso del mal momento es una perogrullada, pues no existe ninguno bueno para hacer reformas en el sistema de pensiones. ¿Por qué? Pues porque en este asunto reformar es un verbo sinónimo de desagradar, y claro, no es cuestión de provocar el desagrado de a quien vas a pedirle a continuación su voto en las urnas. Y cuando no hay elecciones a la vista tampoco es buen momento para hacerlo, pues temes que los votantes todavía se acuerden de tus reformas cuando lleguen las siguientes elecciones.
Es cierto que el ministro Escrivá ha hecho una reforma del sistema, pero es una reforma que no camina hacia la sostenibilidad, sino hacia el contento. El contento de la Unión Europea en el exterior y el de los pensionistas en el interior.
La UE estaba dispuesta a aceptar pulpo como animal de compañía, así que en cuanto le pusieron un papel que decía que todo se iba a arreglar y que si no se arreglaba ya habría tiempo más tarde de arreglarlo, aplaudió gozosa. En el interior comprenderá que más de nueve millones de pensionistas es un colectivo demasiado grande para pasarlo por alto y, no digamos, para disgustarlo.
Por eso la reforma caminó por la vereda del contento ‘casi’ general. El gasto de las pensiones no se toca o, mejor, se actualiza con el IPC en el año de mayor IPC de las últimas décadas y el ingreso solo afecta a las empresas, que al parecer ni sienten ni padecen, y a las cotizaciones más elevadas que, por definición, lo tienen merecido.
Las pensiones no se tocan –eso es imprescindible– si no es para subirlas. Lo malo es que como recuerda el Banco de España eso tiene un coste medido en términos de menos empleo, salarios mas bajos y una menor competitividad de las empresas. Todo ello debido a la triple subida de las cotizaciones, que afectará de manera directa a los trabajadores con sueldos más elevados cuyas aportaciones tendrán una sobrecotización diez veces superior a la de los trabajadores que coticen por debajo de los máximos.
Esta reforma tiene una esperanza de vida muy corta y habrá que volver pronto sobre ella. Pero como diría Patxi López, ¿qué más le da al ministro Escrivá, si no la va a gestionar él?