Alberto Ayala, EL CORREO, 6/4/12
Los problemas de Maroto e Izagirre para gobernar en minoría preocupan en Vitoria y San Sebastián
No son días fáciles para casi nadie. Tampoco, claro, para los alcaldes, incluidos los de las tres capitales vascas. La crisis ha impuesto realismo y austeridad. La era de los proyectos estrella ha llegado a su término, y la inmensa mayoría de los pendientes duerme el sueño de los justos en un cajón cada día más abultado, puede que por siempre jamás.
Claro que incluso en tiempos de crisis existen diferencias. Y es que no es lo mismo regir los destinos de una gran urbe, aunque sea en época de estrecheces, con una cómoda mayoría absoluta como la que disfruta Iñaki Azkuna (PNV) en su cuarto mandato consecutivo como alcalde de Bilbao, que estrenar vara de mando en pleno huracán económico y tener que hacerlo en minoría. Es el caso del popular Javier Maroto en Vitoria (que sólo cuenta con el apoyo de 9 de los 27 ediles que integran el ayuntamiento de la capital vasca) y de Juan Karlos Izagirre, de Bildu, que se sienta en el sillón donostiarra con un respaldo todavía más escuálido: apenas 8 de 27 concejales.
Pero aún hay otro elemento diferenciador y nada desdeñable: el talante de los partidos. Y ahí, de nuevo, las diferencias saltan a la vista. En un momento en el que las relaciones entre PNV y PSE echan chispas, sus máximos dirigentes en Bizkaia, Andoni Ortuzar y José Antonio Pastor, han sabido mantener un puente abierto a la complicidad y el acuerdo. Resultado: un pacto que ha hecho posible la aprobación de los presupuestos en aquellos municipios que ambos gobiernan en minoría.
No es el caso de Álava ni de Gipuzkoa. Incluidas sus capitales, que acumulan trienios de guerrilla interpartidaria con un resultado desolador: decenas de miles euros gastados inútilmente en proyectos frustrados y un desarrollo ralentizado. Los máximos antagonistas, PP y PSE, en el caso vitoriano; PSE y PNV, en el donostiarra, hasta la victoria de Bildu en 2011.
Estrategia
Javier Maroto llegó el pasado año a la Alcaldía de Vitoria y lo hizo con un plan secreto bajo el brazo para intentar sortear la previsible pinza PSE-PNV que unos años antes, de 2003 a 2007, hizo naufragar el segundo mandato como regidor de su compañero de partido y actual portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso. Primer movimiento: mientras desde la sede central del partido en Génova se insistía –y se insiste– en demonizar a la izquierda abertzale tradicional, el regidor conservador no tuvo el menor rubor en llegar a acuerdos con Bildu para sepultar los grandes proyectos de su predecesor en el cargo, el socialista Patxi Lazcoz. La animadversión entre ambos es absoluta. Así, primero se enterró el Palacio de Congresos y de la Música, Baic. Y luego se anunció que el solar donde se iba a edificar aquél acogerá finalmente la futura estación de autobuses que Vitoria espera desde hace la friolera de ¡dos décadas!
3 de febrero. Segundo movimiento. Maroto retira por sorpresa el proyecto de Presupuestos para 2012 con el fin de evitar un pacto entre los grupos de la oposición que le ordene las prioridadades de la ciudad. Y ello pese a que una prórroga presupuestaria implica no pocas limitaciones en la acción de gobierno.
Claro que esos límites no son los mismos cuando se dispone de una carta como la que se destapaba sólo cinco días después. El 8 de febrero el PP y un PNV que empezaba a verse peligrosamente desplazado por Bildu del centro de la vida municipal rubricaban un plan cuatrienal de inversiones para la ciudad por un importe de 50 millones de euros. Los socialistas quedaban marginados, instalados en el ‘no’.
En Donostia, el PNV permitió el año pasado que Juan Karlos Izagirre cogiera el bastón de mando en su condición de cabeza de la lista más votada en las elecciones municipales tras rechazar el frente anti-bildu que le plantearon PSE y PP. Claro que de estar a gobernar va un trecho. Pues bien, desde entonces, con apenas alguna excepción, las decisiones han llegado con cuentagotas mientras se sucedían los acuerdos plenarios exigiendo a Izagirre que acometa planes que rechaza, como la ampliación del Kursaal, el metro de Donostialdea, hacer la nueva estación en Atotxa o renunciar a la recogida de basura puerta a puerta que la izquierda abertzale tradicional pretende implantar en toda Gipuzkoa. Toca poner en evidencia ante la ciudadanía que Bildu no es un partido de gobierno fiable.
La tormenta
Pero en puertas de la Semana Santa han llegado las novedades, y no menores. Izagirre optó el martes por emular a Maroto, retiró los Presupuestos y anunció que prorrogará los de 2011. La apuesta suena arriesgada porque en su caso no tiene un plan de inversiones pactado con nadie, ni planes plurianuales con financiación del Gobierno vasco como Vitoria. Su movimiento sólo parece tener sentido si Donostia obtiene ingresos extra importantes por la venta de la plaza de toros multiusos de Illumbe o de suelo para viviendas porque tendría manos libres para gastar ese dinero.
Pero también en Vitoria se ha alterado el tablero. El PNV y el PSE, curiosamente con la abstención de Bildu, acaban de sacar adelante una resolución en las Juntas Generales de Álava que obliga a los ayuntamientos del territorio a presentar y debatir anualmente un proyecto de presupuestos si quieren cobrar el dinero que les gira la Diputación de nuestros impuestos, clave para subsistir. En el caso de Vitoria desde este año.
El pronunciamiento debe ser ratificado por el Pleno, lo que está garantizado. Tan pronto ocurra el PP interpondrá recurso ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco por considerarlo ilegal. Si éste no frena el movimiento de PNV y PSE, la tela de araña tan trabajosamente urdida por Maroto para poder gobernar pese a la minoría y la crisis se cuarteará.
Vitoria y Donostia, instaladas como el resto en la incertidumbre de la crisis, encallan también en la batalla presupuestaria. Mientras, muchos de sus vecinos observan con indisumulada envidia la senda de renovación y progreso por la que camina Bilbao.
Alberto Ayala, EL CORREO, 6/4/12