EL MUNDO – 22/09/16 – TEODORO LEÓN GROSS
· La muchachada de Podemos aún quiere verse en aquella naturalidad asamblearia del 15-M, como si los días de Sol no pasaran nunca. Pero el otoño llega, y no sólo a los calendarios. Podemos se ha consolidado como partido, talla L, con los males propios de las organizaciones políticas, sin excepción. Toca sobrellevar eso. Como decía Emmanuel Carrère, en su tochazo de El Reino, hay algo ridículo en hacerse adultos creyendo que se traiciona al adolescente idealista que uno fue. A Iglesias debe reventarle ver que a veces dice frases de Margaret Thatcher. Y no las mejores, por cierto.
En Podemos se hacen adultos con problemas de identidad. De ahí su resistencia a admitir la fractura interna entre la ortodoxia dura pablista y el pragmatismo moderado errejonista o las guerras intestinas por el poder orgánico como en todo partido. Quieren verse, bajo la ética de la acción, como el hombre rebelde de Camus que arrastra nostálgicamente su limpieza juvenil. Pero en la madurez, esa inocencia –según la máxima intemporal– es más un estado de felicidad que una virtud. Y el caso de Podemos ya resulta demasiado pueril. Leer el tuit de Irene Montero en el rifirrafe da una idea. La dimensión de P’s en el tablero político requiere un partido adulto, y más vale que se les pase pronto el acné y la inseguridad de ser lo que son. Aunque eso violente su retórica populista con el rol pretendido de libertadores de una democracia secuestrada por las élites, léase casta.
Esas ficciones naif de Podemos encajan particularmente mal en el descalzaperros real de los maniobrerismos descarnados del juego político. La negociación de la investidura está detrás de sus tensiones, aunque no es la única razón, mientras tratan de llevar al PSOE a un pacto en el que sólo tácticamente admiten a Ciudadanos, porque su apuesta pasa por los nacionalistas con el derecho a decidir en diferido. Los barones críticos temen que Sánchez ceda, con la carta de la consulta como salvoconducto para la supervivencia. Y Podemos administrará desde el lunes el sorpasso en Euskadi y también Galicia –ya bautizados sorpasoak y sorpasiño– donde Iglesias tiró de dinamita porque allí están alarmados con la desmovilización. Tienen cartas y son listos, aunque no tanto como a veces parecen creer. Lo del poli bueno y el poli malo es de 1º de Conspiraciones.
El choque de tuits, con todo, va más allá. Hay causas profundas aunque ellos tratasen de hacer de la necesidad, virtud, vendiéndolo como sano diálogo. Es sano, pero beligerante; por más que Echenique terciara con los chicos, y casi pareciera a un tuit de invitarles a cantar los tres juntos chúpamelamingadominga. Pamemas. En Podemos también se lucha por el poder, y hay un desajuste de sus fallas tectónicas que antes o después provocará terremotos al hacer política real, por el choque inexorable de la ortodoxia intimidante de Iglesias o el catch-all-party moderado de Errejón. Se echan en cara un millón de votos, pero en definitiva esto va de imponer un modelo. Un juego para adultos; no una acampada.
EL MUNDO – 22/09/16 – TEODORO LEÓN GROSS