Juan Carlos Girauta-El Debate
  • De donde se colige que los socialistas van a perder esta vez por lo único que pierden los socialistas: el temporal abandono de su delgada capa de gente fina que no soporta ordinarieces. Roba, pero con estilo

La primera etapa de Gobierno socialista en la España democrática acabó por razones estéticas, no éticas: el personal vio en calzoncillos, con un flotador de pato, a un director general de la Guardia Civil que robaba a los huérfanos de la institución. Y se supo que la secretaria de Finanzas del PSOE tenía una nevera para los abrigos de piel. Por ahí no pasó el país. El País sí, pero el país no. Había tantos casos de corrupción socialista a principios de los noventa que, de haber respondido el electorado a cuestiones éticas, jamás habría ganado el PSOE de González las elecciones de 1993 con más de nueve millones de votos, superando en un millón al PP de Aznar. Dejo al margen el catastrófico segundo debate entre aquellos dos pesos pesados. Catastrófico para Aznar, quien, apareciendo como indiscutible ganador en las encuestas posteriores al primer debate, se dejó aconsejar por su liante favorito bajando el tono y el perfil en el segundo duelo ante las cámaras. Esto ya no es importante, solo lo menciono para recordar que a los debates hay que ir y ganarlos. No se ganan quedándote en casa ni bajando el perfil (que viene a ser lo mismo) por no molestar a los que nunca te van a votar. Y lo dejo para volver a lo nuestro.

Es la estética inaceptable de la horterada supina la que, llegado el caso, aparta a la capa fina de los votantes socialistas. Su partido sigue obteniendo resultados que asombran a la gente del común no sectarizada por el puño y la rosa. En la percepción de los ajenos al influjo del PSOE, es una mancha moral de consecuencias políticas definitivas el hecho de que se descubra la afición de una organización a robar del erario, a morder de las empresas públicas, a pellizcar en las empresas privadas adjudicatarias de obra pública, a desviar fondos para la saca como si no hubiera un mañana. El abuso de poder, la autoamnistía, la colonización de los órganos de control, la conversión de RTVE en un especial de la revista Mongolia dedicado a la deshumanización de la oposición, la aberración de las leyes particulares para comprar el voto de partidos incluso más delincuenciales… ese tipo de cosas son tanto o más graves que la corrupción económica. Pero la historia de nuestra democracia como sistema de opinión pública, y la administración de continuas encuestas que, conjugadas, permiten la identificación de tendencias, es inapelable: a la izquierda le importa un comino el abuso de poder de los suyos, incluyendo el robo. Cree el progresista que, cuando los suyos gobiernan, hay que hacerse con todos los poderes. Su apego a los principios de la democracia liberal es nulo, aunque a veces los mencionen para hostigar a la oposición.

De donde se colige que los socialistas van a perder esta vez por lo único que pierden los socialistas: el temporal abandono de su delgada capa de gente fina que no soporta ordinarieces. Roba, pero con estilo.