Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/12/11
Es muy posible que el «pesar» mostrado por la izquierda abertzale hacia los dramáticos efectos del terrorismo de ETA haya indignado a las propias víctimas más que el silencio en el que permanecían instalados hasta ahora. Especialmente porque en su reacción introducen la hiriente variable de la equiparación, por la que asemejan el atentado con dos policías muertos por la explosión de una bomba y la persona muerta en un accidente de tráfico cuando iba a visitar en una cárcel a su hijo, preso en una cárcel precisamente por haber colocado el artefacto criminal.
Conocido el contenido de este pronunciamiento, esperado con expectación y cuya escenificación vino rodeada por un interés mediático que los propios autores habían sabido alentar con su destreza habitual, es fácil convenir que la respuesta ética al dolor causado por ETA supone una pesada digestión todavía para la izquierda soberanista. Pero, sobre todo, alienta a quienes siguen pensando que el tránsito de Bildu hacia la democracia solo es un fin de supervivenvia política y que su dirección dominante no ha logrado sacudirse aún de tantos años conviviendo con una comprensión silenciosa del terrorismo.
A su vez, entre cuantos se han sentido confortados por el tránsito abertzale hacia la vida democrática, denostando el uso de la violencia como principio básico de su regeneración, esperaban que, de una vez y sin eufemismos, hubiera la valentía suficiente para admitir que, efectivamente, ha habido un terrorismo que ha causado tanto dolor innecesario como cruento. Posiblemente, y en una lectura hasta comprensiva, podría pensarse en que todavía no ha transcurrido el tiempo suficiente para que quienes en su dia aceptaron a regañadientes la renuncia a la violencia permitieran pocos meses después que su lucha solo sea interpretada en clave de la tragedia causada.
Así las cosas, es evidente que la convivencia en Euskadi se antoja ahora mismo una quimera. Si cuajara la sensación de que la izquierda independientista ya da por cumplida la exigencia que se le requería sobre las víctimas de ETA, el punto de encuentro para acercar posiciones volvería a dinamitarse. Y en Madrid, seguro que lo tienen en cuenta.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/12/11