EL MUNDO 30/09/13
Los jueces conceden al etarra, condenado a 500 años por 16 asesinatos, el segundo permiso ordinario en apenas dos meses
El etarra José Luis Urrusolo Sistiaga Langile ha conseguido que la Audiencia Nacional le conceda el segundo permiso de salida ordinario en dos meses porque el Tribunal considera que las salidas son «un instrumento de reinserción» y «tienen como objetivo la integración del penado en la vida en libertad». A pesar de que la Fiscalía ha recordado que, dada su enorme condena, es demasiado pronto para que prevalezca su integración sobre el cumplimiento de condena. El primer permiso de estas características fue firmado a mediados de julio y este último el 16 de septiembre.
Este veterano terrorista ahora arrepentido –condenado a más de 500 años de prisión por 16 asesinatos y dos secuestros– ya ha tenido ocasión de ir practicando: antes, los jueces le habían concedido dos salidas extraordinarias de tres días que pasó en la localidad vizcaína de Marquina junto a su compañera Carmen Guisasola Gorda, que en su día fue extraditada desde Francia por cinco asesinatos. De hecho, uno de los motivos por los que sale, según los jueces, es por lo bien que se porta –«sin incidencia alguna»– cada vez que le dejan irse a casa.
La Junta de Tratamiento de la cárcel de Álava y el fiscal han recurrido en dos ocasiones las peticiones del etarra porque consideran que su caso concurren dos elementos negativos que hacen que su salida sea prematura: la «gravedad de su actividad delictiva» y la «lejanía de la fecha de cumplimiento de las tres cuartas partes de la condena» (fue encarcelado en 1997).
Sin embargo, la Sala presidida por el juez Fernando Marlaska resalta otras consideraciones. Señala que el Reglamento penitenciario indica que no sólo hay que tener en cuenta los «requisitos de carácter objetivo» sino que ha de apreciarse «la bondad de la medida» para su reinserción y «la evitación del riesgo de quebrantamiento» que el recluso demuestra –aunque es sabido que un número ínfimo de etarras vuelve a delinquir, menos ahora y menos en el caso de Langile, que había sido apartado incluso antes de ser detenido–.
En la consideración de los jueces destacan razones como la de ponderar la conducta del penado que ha rechazado la violencia de forma expresa y pública, que ha sido expulsado del colectivo de presos de la banda de forma pública y notoria, que ha reconocido el daño causado y que ha participado en actividades de tratamiento (talleres y foros) llevados a cabo en Nanclares sobre la discusión del terrorismo. No se dice nada sobre que esté pagando la indemnización a sus víctimas o que esté colaborando para el esclarecimiento de atentados.
Así, los jueces sí emplean como un elemento en su favor que se reuniera con el industrial Emiliano Revilla, al que mantuvo secuestrado durante meses y por cuya libertad ETA cobró una altísima suma a finales de los años ochenta. Es un penado, dice la sentencia, en el que «concurren factores positivos de rehabilitación que podemos calificar de relevantes aun cuando no puedan considerarse definitivos».
El Tribunal también tiene en cuenta que ha hecho todo eso rodeado de la hostilidad de quienes en su día fueron sus compañeros. Una hostilidad que en esta época no debe ser tanta cuando permanece en Marquina, a pesar de que siempre ha sido uno de los principales feudos proetarras.
En realidad, el motivo por el que Urrusolo Sistiaga está obteniendo permisos, es el mismo por el que, por ejemplo, Josu García Corporales Gitanillo –a quien se han atribuido varios asesinatos y atentados como el perpetrado contra Irene Villa y su madre– ha recibido hasta 11 autorizaciones para salir, a pesar del escaso tiempo de condena transcurrido; o Valentín Lasarte. Y es el mismo que ha llevado a que Txelis o La Gorda estén viviendo felizmente en sus casas. Y éste motivo es la apuesta por el Gobierno anterior, asumida inicialmente por éste, para llevar a cabo la llamada vía Nanclares.
La citada vía consiste en favorecer a los arrepentidos o expulsados por la banda –unos 18– para intentar que los que permanecen en ella se alejen y así romper o provocar contradicciones internas en el colectivo todavía ligado a la organización y en la propia dirección de la banda. Este método que fue puesto en práctica reiteradamente en el pasado sin obtener más resultado que la salida antes de tiempo de decenas de terroristas, sin embargo, la situación de descomposición de ETA animó en la pasada legislatura al Gobierno a ponerla en marcha por si, en las nuevas circunstancias, resultase más efectiva.
Urrusolo se ha acogido con entusiasmo a esta estrategia y ha sido recompensado por ello, beneficiándose de unas salidas que, en otro caso, no hubiese obtenido hasta más adelante. Urrusolo ha criticado públicamente a ETA (en 2010 dijo que «la lucha armada tenía que haber terminado») y a la izquierda abertzale (la acusó de engañar a los presos «desde cómodos despachos y durmiendo en casa»). Este etarra siempre se caracterizó por su inconformismo dentro de la organización porque siempre se creyó mejor que sus compañeros.
Criticó a sus dirigentes –amagó con discutir con el «gilipollas» de Pakito con el hierro (pistola) encima de la mesa–; se quejó de sus compañeros por indisciplinados y poco eficaces en su trabajo de asesinos; y, al final, los suyos le abandonaron y se vio obligado a vivir en unas circunstancias patéticas. Dadas las circunstancias, vio la luz.