LIBERTAD DIGITAL 04/12/13
PERCIVAL MANGLANO
La anulación de la Doctrina Parot implica mucho más que la puesta en libertad de 60 ya, pudiendo llegar a 130, etarras. Lo que de verdad se está dirimiendo en estas fechas es el lugar que debe ocupar el terrorismo etarra en la memoria de vascos, demás españoles y extranjeros. Nos enfrentamos a un dilema orwelliano puro, tal y como lo define la novela 1984: «Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado». De hecho, la reescritura del pasado etarra ya ha comenzado.
Asier Arraiz, el presidente de Sortu, dijo hace unos días: «La izquierda abertzale no está dispuesta a realizar una lectura crítica de su pasado». El brazo político de ETA sabe que debe convertir en lehendakari a un excarcelado Arnaldo Otegui para legitimar el relato de su «lucha armada». Por eso ha mantenido un perfil bajo en los homenajes a los etarras liberados. La historia oficial no se escribe haciendo homenajes en la calle; se escribe controlando los boletines oficiales desde los despachos. La prioridad de Sortu es llegar al poder. Una vez ocupados los puestos directivos de las instituciones vascas, los «luchadores por la libertad» ya tendrán el reconocimiento que se merecen. Ahora no toca.
La labor de normalización del pasado etarra no será exclusiva de la izquierda abertzale. La compartirá la mayoría de la izquierda española (para quien dude de esta afinidad, recuerdo las palabras de la diputada socialista vasca y antigua consejera de Justicia Idoia Mendia: Bildu es un grupo más y el PSE acordará muchas cosas con ellos porque hay visiones que compartimos desde la izquierda). Esta labor se nota ya en las redes sociales. Las recientes palabras de Llamazares afirmando que «ningún terrorismo es de izquierdas» son un claro ejemplo. Según esta lógica, ETA no es de izquierdas pese a definirse como socialista y revolucionaria. También es llamativa la conmiseración perdonavidas que sufren quienes denuncian los crímenes de ETA en dichas redes, a los que se hace pasar por abuelos Cebolleta. O la exageración ab absurdo -afirmar, por ejemplo, que «tirar tartas es ETA»- de quienes buscan transmitir la idea de que si todo es ETA nada es ETA.
La prensa de izquierda tampoco es ajena a esta evolución. De cara a las próximas elecciones europeas, está insistiendo en la amenaza que supone la alianza de partidos de ultraderecha. Pero nada dice sobre las posibles alianzas de Sortu/Bildu con los blande-sandalias de la CUP o con ERC y la Alianza Libre Europea. Nada dice sobre la repercusión que estas alianzas tendrán en términos de normalización etarra. ¿Tanto cuesta imaginar al Parlamento Europeo debatiendo, por ejemplo, una iniciativa de un diputado abertzale que exija a España liberar al «preso político» Otegui? ¿O es que esto no es preocupante?
Y es que, entre aparcar el terrorismo etarra en el desván de la memoria y poner en peligro su pretendida superioridad moral sobre la derecha, la izquierda siempre va a elegir la primera opción. Le es muy incómodo tener que admitir que la banda terrorista que segó la vida de 900 españoles forma parte de su familia ideológica. Esto explica por qué el final victorioso sobre ETA para la izquierda debe implicar un olvido selectivo, es decir, la reescritura del pasado. El final de ETA no debe pasar por una derrota con vencedores y vencidos porque ésta supondría un fracaso ideológico y la victoria implícita de sus contrincantes.
Por todo ello, tanto el PP como el PNV deben tener muy claro que «pasar página» de ETA supondrá su derrota moral. Ya se ocupará la izquierda de reescribir esa página supuestamente pasada para responsabilizarlos de lo ocurrido. Si el PNV cree que se podrá librar de ello pactando con Sortu, que se fije en cómo le va a CiU desde que se subió a lomos de ERC y recuerde que la expresión «tonto útil» la inventó Lenin.
Para que ninguna madre deba enfrentarse jamás a la pregunta que titula esta columna, iniciativas como el Mapa del Terror elaborado por Covite serán imprescindibles. Pero no serán suficientes. El Gobierno de la Nación también debe implicarse. Debe plantar batalla, una batalla de ideas que le lleve a liderar una política activa de recuerdo de los crímenes etarras y de sus víctimas. Por ejemplo, ¿para cuándo un exposición itinerante titulada Terrorismo en Democracia, con inicio en el País Vasco y final en Cataluña? O ¿para cuándo una página web potente que cuente qué es ETA y atraiga tráfico en internet? Si ahora mismo se introduce «ETA» en Google, salen enlaces a informaciones publicadas por Wikipedia y periódicos varios. ¿Debe la definición de ETA en la fuente principal de información para la mayoría de personas dejarse en manos de Wikipedia? El riesgo que se corre es el que describe El Mundo sobre la entrada «Basque Conflict» en Wikipedia: que un supuesto «conflicto vasco» se defina como una guerra con Franco, España y los GAL en un bando y Josu Ternera, Otegui y la ETA en el otro.