- No basta con esperar a que tus adversarios se cuezan a fuego lento. Los ciudadanos españoles quieren votar (o no) con conocimiento de causa
Según todas las encuestas, el PP superaría claramente al PSOE si se celebraran hoy elecciones generales aunque sin alcanzar la mayoría absoluta, por lo que necesitaría a Vox para alcanzar la Moncloa. El problema para el PP y la esperanza para el PSOE es que hoy no es el día en que se celebrarán esas elecciones generales sino dentro de un año, que un año es una eternidad en política y que en unos meses se celebrarán elecciones autonómicas y municipales, todo lo cual podría acelerar el cambio que se avista… o frenarlo. Realmente, todo está en el aire: tanto el hundimiento del PSOE y de Podemos como el retroceso de Vox, la desaparición definitiva de Ciudadanos, la carrera política de Yolanda Díaz y hasta el triunfo del PP. Todo es una incógnita. También lo es con quién gobernaría el PP en el caso de que ganara y, si consiguiera formar gobierno, con quién formaría gobierno y, una vez formado el gobierno, dónde buscaría apoyos y qué medidas tomaría.
Sé que, tras las cosas que han pasado, hay gente a la que le basta que el PSOE pase a la oposición a purgar sus culpas y que el PP por fin nos gobierne; sin embargo, más allá de los militantes de partido, los seguidores acérrimos o los directamente interesados, el común de los mortales desea además saber qué tiene pensado hacer el PP si finalmente gana y, en función de lo que se le diga o ella misma imagine, facilitar o dificultar que el PP alcance su objetivo. Además están los posibles votantes del PSOE, entre los cuales hay miles que volverán a votarle por hacer lo que ha hecho hasta ahora e incluso quienes lo harán a pesar de haberlo llevado a cabo. Sea como fuera, habrá millones de ciudadanos españoles ubicados en el centro de la esfera política con su voto pendiente de un hilo. Por lo que recomiendo que nadie cante victoria antes de tiempo, por si las moscas.
Para empezar, dudo seriamente del futuro del PSOE. No ya de cuál será su futuro sino si tendrá futuro si su derrota es catastrófica
Yo tengo algunos pronósticos y mantengo algunas dudas. Por un lado, creo que el PP ganará las próximas elecciones generales sin alcanzar la mayoría absoluta, que el PSOE y Podemos sufrirán batacazos considerables, que Vox seguirá retrocediendo, que Ciudadanos se acercará a su extinción definitiva y que Yolanda Díaz, si finalmente se presenta (y dudo que lo haga), rozará la irrelevancia. Pero incluso de mis pronósticos dudo.
Por otro lado, están mis dudas, en algunas de las cuales creo que se encuentran las claves que condicionarán el futuro de España y la resolución de algunos de los principales males que padecemos. Y, para empezar, dudo seriamente del futuro del PSOE. No ya de cuál será su futuro sino si tendrá futuro si su derrota es catastrófica. Y no ya del futuro del PSOE de Pedro Sánchez sino del futuro del PSOE a secas. Porque ¿qué provocaría en el viejo partido referente de la izquierda española un resultado electoral por debajo de los noventa diputados? ¿Quién sustituiría a Pedro Sánchez: un líder que ahonde en la estrategia de confraternización con el nacionalismo y el populismo iniciada por Zapatero hace veinte años o un líder que recupere la cordura? ¿Es esto posible a estas alturas del partido? Es curioso: el PSOE puede pasar de poder ser sustituido por Podemos a sustituir a Podemos por la vía de la práctica política, lo cual es muy mala noticia para casi todos. Cuando se mantiene el poder, los partidos se mantienen unidos y perviven: el problema viene cuando lo pierden y sobre todo si lo pierden casi todo: en ese punto podría iniciarse su irrelevancia definitiva. Y si así ocurriera, ¿podría ser sustituido por una izquierda con sentido de Estado y alejada de cualquier pulsión nacionalista? Quizás confunda el deseo con la realidad? En todo caso, lo iremos viendo.
Pero ¿qué hará el PP cuando gobierne si finalmente gobierna? De momento, encabeza las encuestas electorales más por errores ajenos que por aciertos propios aunque es cierto que esperar a que tus adversarios se cuezan a fuego lento sin interrumpir el proceso es uno de los más grandes aciertos que pueden cosecharse en política. Pero, suponiendo que gane, ¿qué hará cuando gobierne? ¿Cuál será su relación con Vox si lo necesita para alcanzar la mayoría absoluta? ¿Lo incluirá en su gobierno? ¿Cuál será su relación con los nacionalismos catalán y vasco: pactos como en el pasado o confrontación ideológica? ¿Cómo afrontaría un nuevo envite del independentismo catalán: con diálogo y cesiones o con la aplicación del artículo 155? Y si se «conforman» con un pacto fiscal y un poder judicial propio para enterrar definitivamente la vía independentista, ¿lo aceptaría el PP o lo rechazaría? De Podemos esperamos la peor de las respuestas pero ¿cómo reaccionaría el PSOE ante tal posibilidad: unidad con los nacionalistas, equidistancia o apoyo al Gobierno de España en su hipotética negativa a aceptar más chantajes nacionalistas?
¿Impulsará una nueva reforma laboral o aceptará la reformita recién aprobada que sustituyó a la nunca llevada a efecto derogación prometida?
Además están los problemas que atormentan al común de los ciudadanos: ¿qué medidas tomará el PP para reducir el precio del gas y de la electricidad y cómo controlará la inflación si estos problemas se mantienen cuando gobierne? ¿Cuál será su política energética? ¿Abogará por la energía nuclear como ha venido defendiendo? ¿Impulsará una nueva reforma laboral o aceptará la reformita recién aprobada que sustituyó a la nunca llevada a efecto derogación prometida? ¿Y cuáles son sus recetas para seguir creando empleo pero reducir el empleo precario y la desigualdad? ¿Competitividad en precios o en calidad? ¿Subida o bajada de impuestos? ¿Reducirá el Salario Mínimo Interprofesional a cuya subida se opuso? ¿Y qué medidas tomará para hacer sostenible el sistema público de pensiones? ¿Dirá no a las reivindicaciones de millones de pensionistas?
Una vez alcance el gobierno, ¿iniciará el PP el proceso para aprobar una nueva Ley de Educación en solitario o buscará el apoyo del PSOE para alcanzar ese gran acuerdo educacional que tantas veces se ha invocado? ¿Se darán los pasos apropiados para iniciar un proceso que lleve por fin a una auténtica despolitización de la Justicia? ¿Qué hará para garantizar que cualquier estudiante pueda estudiar en español en cualquier parte de España, incluidas Cataluña, Euskadi, Baleares, Comunidad Valenciana o Galicia? ¿Confrontación con el fundamentalismo lingüístico o aceptación de sus principales dogmas, como en el pasado? ¿Defensa del interés general, del bien común y de la igualdad o «constitucionalismo catalanista», según la nueva jerga de Feijóo? ¿Reformará la ley del aborto para impedir que niñas de dieciséis y diecisiete años puedan abortar sin permiso paterno o se les obligará a dar a luz contra sus deseos en caso de que sus progenitores así lo prefieran? ¿Derogará la ley de eutanasia? ¿Derogará la ley trans? ¿Derogará la ley del «solo sí es sí»? ¿O aceptará las leyes a las que se ha opuesto?
No vale que nos imaginemos, elucubremos o supongamos. El PP de Feijóo deberá ir respondiendo a todas estas preguntas y a algunas otras. No basta con esperar a que tus adversarios se cuezan a fuego lento. Los ciudadanos españoles quieren votar (o no) con conocimiento de causa.