Alberto Casero, el hombre al que Yolanda Díaz le debe su carrera política futura, no es un diputado popular cualquiera. Es secretario ejecutivo nacional de Organización del PP y el hombre de confianza de Teodoro García Egea, secretario general del partido y número dos de Pablo Casado.
«Alberto Casero es el nuevo Juan Carlos Vera del PP» me cuentan en el propio Grupo Popular del Congreso. Es decir, Casero es aquel que corre con la tarea de ejecutar los trabajos de fontanería y desatranque menos agradecidos de Génova. Material de primera para teorías conspiranoicas de esas que nadie agradece más que Vox: «89 diputados y se equivoca Alberto Casero, la mano derecha de Teodoro. Tú mismo».
A Alberto Casero se le puede ver en las fotos de la jornada de ayer en el Congreso de los Diputados, en tercera fila, con mascarilla, detrás de Teodoro García Egea, protestando por la decisión de Meritxell Batet de dar por válido su voto telemático erróneo.
Poco después se le pudo ver en el exterior del Congreso de los Diputados, «desencajado, sudoroso y raro» en palabras de un diputado popular, mientras a Teodoro García Egea se lo llevaba una horda de demonios (telemáticos) por la negativa de la presidenta del Congreso a repetir la votación. La cosa, como explica hoy el editorial de EL ESPAÑOL, osciló entre el esperpento, la chapuza y la arbitrariedad, por no decir la prevaricación.El voto telemático se diseñó para «embarazadas recién paridas» según una diputada del Congreso. Con la llegada de la pandemia de Covid-19, el voto telemático se generalizó y la Mesa del Congreso decidió obviar las resoluciones de la Mesa del Congreso que obligan a comprobar telefónicamente el sentido del voto del diputado para evitar errores como los de ayer. Porque durante el confinamiento por la pandemia eran demasiados los votos y las votaciones, y llamar uno a uno a los diputados era inviable. Así que nadie llamaba a nadie y los votos se daban por válidos sin más.
Finalizados los confinamientos, la costumbre se mantuvo por la alta frecuencia con la que los contagiados o los sospechosos de contagio debían guardar cuarentena.
Las primeras versiones de media tarde de este jueves decían que Alberto Casero tenía Covid y que a pesar de ello había acudido al Congreso de los Diputados para pedir la anulación de su voto telemático y su sustitución por el voto presencial (una posibilidad permitida por el reglamento del Congreso). La segunda versión decía que tenía gastroenteritis. La foto anterior demuestra que sí pudo entrar en el Congreso, a pesar de algunas informaciones que decían lo contrario.
«Alberto Casero estaba en Génova trabajando en las elecciones de Castilla y León», dicen algunos en el partido, «y por eso llegó tan rápido al Congreso de los Diputados».
Fuentes de Génova lo desmienten. «Estaba en su casa de Madrid convaleciente y al darse cuenta de que se había registrado mal su voto acudió al Congreso para solicitar su anulación antes de que se iniciara la votación de la reforma laboral. Al negarse a ello, Batet violó por dos veces el reglamento. La primera, por no anular el voto de Casero. La segunda, cuando no le llamó para comprobar el sentido de su voto, como exige el reglamento».
A última hora de la tarde, la Mesa del Congreso repasaba los archivos y las actas del Congreso a la búsqueda de casos similares de votos erróneos. Si existe algún precedente de anulación de votos erróneos, el PP tendrá medio caso ganado. Si no existen, Meritxell Batet podrá alegar la costumbre parlamentaria de obviar las llamadas de comprobación para defenderse de las acusaciones de PP y Vox.
De lo que no podrá defenderse Batet tan fácilmente es de la acusación de que, a pesar de haber sido avisada del voto erróneo de Alberto Casero, decidió darlo por válido facilitando así la aprobación de una reforma laboral que, de no haber mediado error, habría sido rechazada por el Congreso.
Batet mintió ayer en el Congreso de los Diputados cuando dijo que la Mesa había «analizado» el caso de Alberto Casero. Porque la Mesa no se reunió en ningún momento para tratar dicho caso y la decisión de dar por válido el voto erróneo del diputado del PP fue por tanto adoptada bajo su sola responsabilidad.
Tampoco está claro cómo pudo equivocarse Casero. El sistema de voto telemático emite un PDF una vez se ha votado y pide que el diputado confirme el sentido de su voto. Dicho de otra manera: para equivocarse, el diputado debe errar dos veces. La primera, con la votación errónea en sí. La segunda, cuando el sistema le pide que ratifique su equivocación.
Y de ahí que algunos diputados, y no todos ellos de izquierdas, sostengan la teoría de que la hipótesis del voto telemático erróneo es inverosímil. O un ejemplo de torpeza extrema inexplicable en circunstancias de normalidad.
Cinco apuntes más
1. La misma izquierda que hasta hace 24 horas bramaba por la anulación de la votación del Benidorm Fest que le dio la victoria a la cantante Chanel por una supuesta manipulación de la voluntad popular negaba ayer en redondo la posibilidad de que se repitiera la votación de la reforma laboral a pesar de la evidencia de que esta debería haber sido rechazada de acuerdo con esa misma voluntad popular. Lo que demuestra que la izquierda cree que merece mucho más respeto la voluntad popular eurovisiva que la de los representantes de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados.
2. Ciudadanos escogió un mal día para escenificar su responsabilidad de Estado. Este jueves debía ser su gran día. Pero la torpeza de Alberto Casero les hurtó sus 15 minutos de gloria. A Pedro Sánchez, en cambio, le tocó la lotería. Este hombre tiene una flor.
3. Una teoría interesante. El PSOE sabía que los dos diputados de UPN iban a votar en contra y se lo calló para que el efecto bola de demolición contra Yolanda Díaz fuera aún más destructivo. Es una teoría halagadora para el PSOE puesto que les presenta como consumados maquiavelos en vez de como unos pésimos negociadores a los que sólo un error in extremis salvó de un ridículo que habría comportado, muy probablemente, alguna que otra dimisión (¿la de Félix Bolaños?).
4. Sergio Sayas y Carlos García Adanero eran dos de los diputados más respetados del Congreso. Pero ayer sólo les aplaudió su supuesta valentía Vox. Sayas y Adanero escenificaron una mentira y traicionaron a su partido cuando tenían a su alcance una alternativa infinitamente más decente: renunciar al acta de diputado antes de la votación. Su sacrificio, heroico y quijotesco según los más radicales, puro transfuguismo según el resto, ni siquiera tuvo final feliz. «Hoy empieza el primer día de mi nueva vida» decía uno de los dos de UPN antes de la votación, consciente de que su carrera política acababa ahí, en ese justo instante. Su gesto de supuesta dignidad no fue sólo improductivo, sino también banal. Este tipo de engaños deberían reservarse para casos de vida o muerte. Pero ¿para una reforma laboral extraordinariamente light que apenas modifica la de Mariano Rajoy de 2012 y que ha sido aceptada por la CEOE e incluso por la FAES? ¿De verdad Sayas y Adanero han tirado a la basura su futuro político por una reforma a la que ellos habrían votado sí de haber sido presentada por el PP? Es una pena que también ellos hayan caído presos del maniqueísmo y la épica de Hacendado del populismo. Serán aplaudidos durante 24 horas y poco más.
5. Alberto Casero cobra, sólo como diputado del Congreso, 70.143,36 € anuales. Con ese dinero puede permitirse incluso la contratación de un sicario que vote por él con la precisión de un reloj suizo. Le recomiendo que lo haga.
6. Nunca atribuyas a una conspiración lo que puede ser explicado por pura y simple estupidez.