Cristian Campos-El Español
 

«Ha sido una jugada maestra de Putin» informaban los bots del Kremlin en Twitter mientras los rusófilos americanos, franceses, alemanes y por supuesto españoles asentían desde su sofá Viskafors, en el óblast de Ikea. Lo decían cuatro horas después de que medios radicalmente mainstream (como este mismo) informaran del resultado de las negociaciones entre el régimen de Vladímir Putin y Yevgueni Prigozhin. Hasta ese momento no se les había visto el pelo a nuestros apretaos del Kremlin. Y eso a pesar de que los que primero hablaron de la posibilidad de una guerra civil fueron los propios Putin y Prigozhin. Putin les debería haber preguntado a ellos: «Oye, John / Renaud / Gunther / Bartolo, ¿tú que crees que quiere Prigozhin en realidad? Cuéntame por favor cuando te acabes ese cheeto que tienes en la mano».

Pero nuestra ultraderecha rusófila (ni siquiera sicarios a sueldo de la mafia del Kremlin, como tantos otros que aparecen regularmente en los medios y que al menos cobran por arrastrarse a los pies de ese Estado fallido conocido como Rusia) no tuvo a bien informar de lo que estaba ocurriendo en realidad en Rusia hasta que todos los medios de prensa informaron de qué estaba ocurriendo en realidad en Rusia. «Lo que no te contarán los medios mainstream» decían los que repiten como cacatúas empapadas en vodka las fake news que el Kremlin produce a granel. «Magnífica lección de negociación la de estas dos mafias de asesinos» nos choteábamos de vuelta algunos en Twitter frente a la farsa delirante que se estaba viviendo en Moscú.

Y yo encargándole artículos a Nicolás de Pedro y Yago Rodríguez cuando podría haber publicado el paradero de Putin en tiempo real preguntándole a un tuitero con el avatar de una rana que tuitea desde un garaje en Tulsa, Oklahoma. Uno de esos que no tiene ni puñetera idea de nada, pero que sabe a ciencia cierta que los medios mainstream no nos enteramos de esas obviedades que para él son de sentido común una vez publicadas por los medios mainstream. Habrá que agradecerles su humildad: pudiendo hacerse ricos vendiendo información a Blinken y la Inteligencia ucraniana, se limitan a clamar en Twitter por el niputaideismo de los medios «comprados». Ya lo dijo Donald Rumsfeld: «Hay cosas que no sabemos que no sabemos». A nuestros rusófilos les pasa al revés, saben hasta lo que no saben que no saben.

En eso, y por centrarme en los rusófilos españoles, nuestra ultraderecha de Chamartín se parece como una gota de agua a nuestra ultraderecha de Gerona. ¿Que Putin huye de Moscú en un maletero? ¡Jugada maestra de Putin que deja en ridículo a Zelenski, Biden, la CIA y la OTAN! ¿Que una banda de asesinos con unas cuantas furgonetas de reparto se planta en menos de un día a sólo unas decenas de kilómetros de la capital del país con «el segundo mejor ejército del mundo»? ¡Jugada maestra de Putin que consigue así la excusa perfecta para purgar a su fracasado ministro de Defensa! Hitler pegándose un tiro en su búnker era una jugada maestra, Mussolini colgando de los pies en una gasolinera de Milan, otra, y Sadam Hussein agazapado en un agujero de Al-Daur, la madre de todas las jugadas maestras, sólo superada por su ahorcamiento en Bagdad.

Es esa derroición intelectual que afecta a una ultraderecha internacional (no sólo en España cuecen melones) que compite en infantilismo, en resentimiento y en magufería con ese movimiento woke del que tan distinta se siente sin saber que es sólo su reflejo especular. Porque no hay nada, absolutamente nada, que distinga a nuestra ultraderecha nacional de Alexandra Ocasio-CortezJeremy Corbyn o Irene Montero. Una se cree Napoleón y los otros, Gebhard Leberecht von Blücher, pero la locura es la misma. Quienes creen vivir un Waterloo diario no conciben que el planeta siga girando mientras ellos claman en el desierto contra el apocalipsis de género o el del gran reemplazo. Pero sólo son zumbados gritándole a las nubes.

Dice Alexander Vershbow, ex secretario general de la OTAN y exembajador americano en Moscú, que «podemos especular todo lo que queramos, pero lo cierto es que nadie tiene ni la más remota idea de lo que ocurrirá ahora». ¡Menudo imbécil, LOL! Habrá que presentarle a Bartolo, que ese sí que sabe lo que va a ocurrir ahora. Joder si lo sabe. Nos lo dirá después de que lo publiquemos en EL ESPAÑOL.

Son los mismos rusófilos que se tomaron como una afrenta personal, casi como una mancha en la hombría de su ídolo, las informaciones de que Putin había huido de Moscú. Un protocolo que sería no sólo razonable, sino de sentido común cuando un ejército de mercenarios se dirige hacia ti sin que tu propio ejército le salga al paso, algo que ha llamado mucho la atención en el Pentágono y en Kiev.

Pero de todas las salvajadas que ha hecho Putin, huir del Kremlin y refugiarse en un lugar seguro habría sido, caso de ser cierta, la más sensata de todas ellas. Por alguna razón, es la que más ha molestado a los minions de Putin.

¿Y qué esperaban? ¿Que Putin plantara sus gónadas a modo de barrera infranqueable para los tanques de Wagner en alguna de las carreteras de acceso a Moscú? Putin podría cantar hoy aquello de Kaka de Luxe: «Pero qué público más tonto tengo».

Contra estos idiotas hemos de arar.