Antonio Casado-El Confidencial
El Rosellón no es tierra de milagros. Perpiñán no es Lourdes. Y el cuento se propaga acicalado de la enésima «jornada histórica del independentismo»
“La cuna del hombre la mecen con cuentos”, escribió León Felipe 70 años antes de que 100.000 catalanes acudieran a la llamada de la tribu como el proletariado acudía al grito de la casta oprimida: “Agrupémonos todos en la lucha final”.
Solo el grito del poeta permanece vivo, fecundo y cargado de modernidad. Pero Willy Toledo y Alberto Garzón aún se duermen con el cuento de que un día vendrá la dictadura del proletariado a establecer la sociedad sin clases. Igual que Puigdemont, llamando a la “lucha definitiva” en la convulsa marcha hacia la Cataluña como unidad de destino en lo universal.
El Rosellón no es tierra de milagros. Perpiñán no es Lourdes. Y este cuento de la república catalana, que “no existe, imbécil”, se propaga por las redes sociales acicalado de la enésima “jornada histórica del independentismo”. Otra escenificación que, como todas las demás, deja la causa donde estaba cuando Artur Mas se veía discretamente con Mariano Rajoy en su casa de Aravaca (marzo de 2013) para apremiarle a convocar cuanto antes un referéndum de autodeterminación.
«Otra escenificación que deja la causa donde estaba cuando Mas se veía con Rajoy en Aravaca para exigirle un referéndum de autodeterminación»
“Le expliqué hasta la saciedad que su pretensión no tenía cabida en nuestra Constitución. Me esforcé, pero siempre tuve la sensación de que no le importaba nada lo que yo pudiera decirle” (‘Una España mejor’, diciembre 2019, Plaza y Janés).
La misma sensación debe tener Pedro Sánchez cuando reitera esos mismos límites constitucionales, aunque el actual presidente del Gobierno, a diferencia del anterior, ha decidido especular con la pretensión autodeterminista planteada entonces por Mas y mantenida luego por Puigdemont y Torra. Tres primeros actores del fallido guion. Y los tres procesados por la Justicia, junto al resto de dirigentes concertados en una trama civil y política orientada a declarar la independencia de una parte del territorio nacional.
Esa amplia secuela judicial, debida a la legítima defensa del Estado, se ha convertido en la motivación sobrevenida del independentismo y, al tiempo, en una concausa de su fractura. Por un lado, el paso demorado de Junqueras (ERC), pragmático y gradualista, adscrito al salmo sanchista de que el diálogo lo cura todo. Por otro, la “lucha definitiva” de Puigdemont contra la España represora, pregonada en el baño de masas que ha podido regalarse gracias a la inmunidad que, sin salir de la cárcel, se curró en los tribunales Oriol Junqueras.
Ya, pero a uno le aclamaron como caudillo (solo virtual, mientras sea un fugado de la Justicia) por pregonar la confrontación total con el Estado y al otro le abuchearon por hacerse fotos con un cómplice del 155.
«La España represora no se da por aludida. Está muy ocupada en la lucha definitiva contra el coronavirus, competidor de la ‘performance’ de Perpiñán»
La España represora no se da por aludida. Está muy ocupada en la lucha definitiva contra el coronavirus, competidor mediático de la ‘performance’ de Perpiñán. Pero a ERC le debieron temblar las piernas cuando la tribu abucheaba las alusiones de Junqueras (por vídeo remitido desde la cárcel) a la mesa del ‘reencuentro’ y al poder terapéutico del diálogo.
Tampoco le dejarán de temblar a Pedro Sánchez, por si ERC acaba descubriendo que su acercamiento al Gobierno le perjudica en la pugna electoral con JxCAT, que arrancó precisamente este fin de semana en esta parte del sur de Francia, donde la facturación electoral de los partidos catalanistas no supera el 2% de los votos. “Aquí la identidad catalana es cultural y festiva, no política”, ha declarado el alcalde de Perpiñán, Jean-Marc Pujol.