- Lo que enseguida voy a reproducir es literal y es de Yolanda Díaz. Literal de verdad, no lo que esa alegría de las ruedas de prensa que es la portavoz del Gobierno llama literal. Vamos pues con doña Yolanda en su literalidad. Antes de trasladarles a la estupefacción, al escalofrío, quizá a la catatonia
La fase terminal del sanchismo trae oleadas de novedades. Retirada cada ola, lo que queda en la orilla es un espanto o un esperpento. De absurdo genuino, si no de sketch, cabe calificar el último extravío sintáctico y semántico de la vicepresidenta comunista. La única ventaja de su atentado contra la sindéresis es que a lo mejor no es comunista: igual es demócrata y no se ha explicado bien. Sería un equívoco formidable, pero yo no lo veo imposible una vez examinadas las últimas muestras de su disparatado charloteo. Lo que enseguida voy a reproducir es literal y es de Yolanda Díaz. Literal de verdad, no lo que esa alegría de las ruedas de prensa que es la portavoz del Gobierno llama literal. Vamos pues con doña Yolanda en su literalidad. Antes de trasladarles a la estupefacción, al escalofrío, quizá a la catatonia, imagínenla delante de un atril, micrófono levantado, banderas de España y Europa a un lado, escudo al otro. Con ademanes de experta que se hubiera empeñado en facilitar la comprensión a los tardos que componen su audiencia, arranca en tono paternalista dejando en el aire sus arranques roncos, que se cortan en seco para renacer en otro lugar de la frase. Agárrense, que va:
«Por darle algún dato, de cuatro de cada, de cada tres pers…, de cada cuatro personas, tres de las que son doce en dos en España y son una persona LGTBI, ocultan su condición sexual. Y lo hacen porque automáticamente serán recepción… recepcionarán cualquier fórmula agresiva, no solo de fórmulas violentas de odio sino probablemente consecuencias graves en su puesto de trabajo». Léalo otra vez, disfrute, no se prive. Naturalmente, me he quedado preocupado. Primero por el hecho de que alguien recepcione fórmulas agresivas; segundo, porque esas fórmulas son violentas, de odio. También me ha alarmado la existencia indeterminada de consecuencias graves en el puesto de trabajo. No hago la menor broma con esto. Me he preocupado de verdad, solo que no sabía exactamente por quién preocuparme. O más exactamente, por cuántos preocuparme.
Cuatro de cada tres es una enormidad que, confieso, no logro imaginar. Tres de cada tres es abrumador porque no se salva nadie. Tres de las que son doce me da mucho que pensar, con la peculiaridad de que nunca alcanzo a conocer el grupo, su peso ponderado, su proporción. Pero es que esas tres de las que son doce, que vienen a su vez de las tres de cada tres, fruto de las inconcebibles cuatro de cada tres, resultan ser al final una persona. Yo estudié matemáticas modernas desde 1968, y he recurrido mentalmente a los diagramas de Venn y a los distintos tipos de relaciones entre los elementos de diferentes conjuntos, a través de flechas. Tampoco así. He recordado a continuación la existencia de una disciplina llamada lógica difusa, y ahí no descarto que se le pueda sacar alguna utilidad. Por ejemplo: aturdir a una Inteligencia Artificial. Por fin, he pensado en Wittgenstein, y por eso ya callo.