EL MUNDO – 03/02/16 – VICTORIA PREGO
· Hemos despejado una incógnita de todas las que tenemos planteadas en medio de esta niebla espesa en la que nos estamos moviendo: ya hay un político que se dispone a negociar para sumar apoyos y ser investido presidente del Gobierno. Algo es algo.
Pero el resto de las incógnitas siguen ahí, clavadas en el paisaje, como las señales de peligro en un sendero de montaña, señales que dicen que nada está resuelto y que tampoco hay visos de que se vaya a resolver. Pedro Sánchez nos hizo ayer un auténtico discurso de investidura, con la particularidad de que todavía no tocaba. Pero en ese discurso se pudo entrever la estrategia que piensa desarrollar en este tiempo de negociaciones.
Va a buscar con todas las fuerzas políticas posibles –que en realidad no son nada más que dos o tres, porque a los independentistas dijo ayer que los descartaba de plano– sólo los puntos de encuentro, puntos que enumeró y a los que, evidentemente, nadie se opondría tan rotundamente que hiciera imposible una negociación. Y sobre esas bases de acuerdos básicos piensa avanzar en las conversaciones hasta lograr el apoyo a su candidatura.
Pero ese es un andamiaje extraordinariamente débil que no podrá superar la mínima prueba de credibilidad. Porque un acuerdo, por ejemplo, con Podemos, que eludiera la cuestión fundamental de la unidad de España y la renuncia expresa de los de Pablo Iglesias a su reivindicación de un referéndum de autodeterminación en Cataluña –y en Galicia, según exigen los de En Marea– sería visto como una treta destinada a ocultar los obstáculos detrás de una cortina de humo. Y un acuerdo con C’s que incluyera su aceptación del apoyo de Podemos sin haber dejado claro ese punto es algo sencillamente inverosímil.
De manera que seguimos sin saber con quién piensa realmente Sánchez contar para sumar los apoyos necesarios para su investidura y, lo que es mucho más importante, para poder gobernar. Esa sigue siendo una incógnita que ayer no quiso, o más bien no pudo despejar el líder socialista, porque ni él mismo sabe lo que le va a deparar el destino.
Pero es que Sánchez hizo ayer algo más, que no correspondía de ninguna manera ni al momento ni al papel que le tocaba desempeñar en esas circunstancias: empezó su intervención lanzando un ataque feroz al PP y a Mariano Rajoy, como si estuviera todavía en la bancada de la oposición del Congreso. Esa arrancada no puede ser fruto únicamente de su irritación personal contra el todavía presidente del Gobierno, tiene necesariamente que ser el resultado de un cálculo.
Y ese cálculo no puede ser más que el de intentar desde ahora mismo acorralar al PP contra el rincón para que, llegado el momento, se evidencie que es ese partido el único y exclusivo responsable de que su promesa de reformar la Constitución para acomodarla a las exigencias de los independentistas más moderados sea imposible de acometer. De otro modo, una agresión así al adversario por parte de un señor que acaba de recibir el encargo del Rey de formar Gobierno sólo hablaría del mínimo nivel político del candidato. De modo que, en espera de comprobaciones ulteriores, mejor quedarnos con la interpretación primera. Y, hecha esta concesión, sentarnos a observar sus evoluciones en pista.
EL MUNDO – 03/02/16 – VICTORIA PREGO