Cristina Casabón-Vozpópuli
- Si los consumidores solo reclaman noticias que reafirmen su ideología, los medios se convertirán en un mero producto de entretenimiento
Si nos comparamos con la Antigua Roma, donde los condenados eran arrojados a la jaula de los leones (el famoso damnatio ad bestias), expulsar de Twitteral presidente Trump por considerarlo persona non grata es asunto poco grave. Sin embargo, se ha abierto un dilema no poco complejo en torno a la cancelación de su cuenta en las redes. Puede ser lícito fijar determinados límites a los “enemigos de la democracia” o a aquellos que tienen un discurso que fomenta el odio y la violencia, pero la dificultad reside en que si apoyamos la fórmula “ninguna libertad para los enemigos de la libertad”, o limitamos ciertas libertades, como la de expresión, corremos el peligro de “alentar el despotismo en nombre de la libertad” (Raymond Aron).
Aron, que nos da alguna pista ante este tipo de dilemas, concluye que “no hay una solución radical. En tales casos impera el sentido común”. El sentido común nos dice que el cierre de la cuenta de Twitter no puede solucionar el problema de fondo, la polarización identitaria y su salto de las redes a las calles. Hemos pasado del American dream al American hallucination. El nivel de ideologización o el problema de la anosognosia y los ofendiditos no han hecho más que crecer. Solo la levedad de pensamiento, la argumentación y la vivacidad pueden atenuar el estilo exagerado y violento del debate, ese aire entre grave y quejumbroso que conduce a la vulgarización y a la brutalización del discurso político.
Lo importante es apoyar a su partido o candidato a toda costa, no se atreven a decepcionar, contradecir o hacer pensar a unos lectores que tratan como menores de edad
El problema del espíritu gregario de esta época tiene que ver con que no somos capaces de aceptar las opiniones de los que no son como nosotros. Hay bufones, comentadores o periodistas americanos que solo señalan las irresponsabilidades del bando contrario, y medios que se han convertido en caricaturas de todo lo que representan para sus oponentes. La división del mundo entre buenos y malos es lo que hace que tanto los demócratas como los republicanos se empeñen en pensar siguiendo unas pautas gregarias a la hora de abordar este conflicto. Lo importante es apoyar a su partido o candidato a toda costa, no se atreven a decepcionar, contradecir o hacer pensar a unos lectores que tratan como menores de edad. La censura o “el derecho de admisión” de las redes puede verse como un paso contraproducente en un clima tan polarizado.
¿Cuánto podrían las noticias sesgadas, las cancelaciones y censuras contribuir al aumento de la polarización ideológica? Ningún analista que se considere neutral puede responder a esta pregunta atendiendo solo a polarización de una parte de la población, pues “su metodología estaría obturada por el voto personal” (Josu de Miguel). Aún así, algunos señalan este problema de las incitaciones tribales al odio en EEUU como un “dilema conservador”. La realidad es que tenemos el universo de la Fox, con una ideología política unidimensional y una visión de la América profunda que se ha convertido en el American hallucination y luego tenemos el universo del New York Times donde el plumífero publica fascinantes viajes para ver cómo se radicalizan los fachas paletos en USA con grandes dosis de paternalismo y grandilocuencia moral. La propensión a esta polarización y al sesgo ideológico es compartida por todos, y es un defecto arraigado.
Opiniones diferentes
Debería ser causa de preocupación que comentaristas rechacen o nieguen la legitimidad de sus oponentes o hagan caricaturas sin siquiera sentir una pizca de pudor, porque están convencidos de que tienen buenas intenciones, mientras los tachan de personas non gratas. También es mal síntoma democrático que se cancele a intelectuales en determinados medios por tener opiniones diferentes, o que haya despidos ideológicos en medios y los espacios de opinión estén ideologizados por “rebeldócratas” posmodernos o trumpistas con altos niveles de cortisol. Si los consumidores solo reclaman noticias que reafirmen su ideología, los medios deberían considerarse un mero producto de entretenimiento y perderían así su función como cuarto poder y su papel crucial en el funcionamiento de la democracia estadounidense.
Trump ha sido cancelado, pero esto no soluciona el problema de la polarización. En palabras de Valle Inclán, “teosóficamente podría explicárselo a ustedes, si estuvieran ustedes iniciados en la noble Doctrina del Karma”.