ELENA MORENO SCHEREDRE-El Correo
La ambición política es tan desmesurada que cualquier hueco que encuentre será inmediatamente ocupado por ella. Si las plazas, los teatros, las calles o los balcones estuvieran ocupados por poetas, saltimbanquis o bailarinas no tendríamos que soportar este espectáculo de malencarados inoculando veneno y copando los espacios otrora ciudadanos. Para que un creador pueda tener un rincón donde recitar, pongamos como ejemplo, a Antonio Machado -«Ya hay un español que quiere/ vivir y a vivir empieza, /entre una España que muere/ y otra España que bosteza./ Españolito que vienes/ al mundo, te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón»- tiene que hundirse en burocracias; altas, bajas, citas previas, elaboración de proyectos, permisos, presupuestos. Ellos tan solo tienen que mandar a unos propios que les allanen el camino para el día y la hora que les vengan en gana y pongan un micrófono y un atril. De nada vale ese ‘que os den’, o la equidistancia democrática que se inventaron para autoprotegerse y que no se note el muro que están levantando. Saben muy bien que estamos perimetrados, acojonados y pendientes de que nos llamen para meternos lo que nos tengan que meter. Se ha superado la posverdad, y vienen a por todas. Si en Telecinco hacen casting entre la población aquejada de enfermedades mentales para hacerlos reinas y reyes de la pantalla, los políticos han decidido crear el paisaje de la batalla cuya infantería seremos nosotros. Lo único que debe preocuparnos es tener la consciencia de este asedio oportunista y perverso. Ello será nuestra vacuna, porque el virus ha venido para quedarse.