- Una fe bastarda y sin cosmovisión, pero con sucedáneos que se pueden administrar a demanda. Por resumir, si leo las razones de un literato zurdo no es para conocerlas, que las conozco, sino por buscar elegancia en sus errores
Se ha puesto de moda publicar textos larguísimos, verdaderos ladrillos palabreros, turrones de Jijona verbales, explicando las razones por las que uno se marcha de la red social X. A ver, para que yo me lea una página entera, fuera de un libro o un informe, su valor debe venir acreditado, ser pieza avalada por pasados y múltiples placeres lectores. Una columna de Albiac sería el ejemplo ideal, y los otros ejemplos que se me ocurren resultan ser también columnas. No en balde este género es literario, no periodístico, por mucho que en los diarios se yerga y exhiba. Con lo que llegamos a lo mismo: o es literatura, y entonces da placer, o es texto técnico, que puede proporcionar ocasionales y discretos cosquilleos de gustito cuando está magistralmente compuesto. Pero no hay que esperarlo, tan raro es. En fin, más allá de los grandes motivadores espirituales que son el recto desempeño en el trabajo, el dinero y el placer intelectual y sensorial (sí, la literatura es sensorial o no es), no hay razón alguna para leer una página de nadie.
Hombre, si me apuran puedo demorarme en los motivos para abandonar X que ofrece un destacado intelectual votante de Kamala. Pero por ser autor que me ha interesado, y por nada más. Lo otro ya me lo sé, los motivos los conozco porque yo a «los izquierdistas» —antes «los progres» y ahora los woke— los conozco como si los hubiera parido. No vean otro mérito que mi edad y el mucho entretenimiento que me procura su observación. En ese sentido, considérenme una especie de entomólogo. Así que, por supuesto, sé perfectamente lo que la izquierda (ya) no soporta: un foro público libre, sin censura. A medida que el progresista se alejaba de la realidad, de la ciencia y de la tradición democrática, fue desarrollando las púas del erizo, del intolerante primario, que es de tipo religioso. No tengo que recordar, lo saben de sobra, que el mosaico de causitas fragmentarias que llamamos ‘wokismo’ —u hoy izquierda sin más— provee al adepto de una vaporosa, fantasmal religión de sustitución. Una fe bastarda y sin cosmovisión, pero con sucedáneos que se pueden administrar a demanda. Por resumir, si leo las razones de un literato zurdo no es para conocerlas, que las conozco, sino por buscar elegancia en sus errores.
Ahora bien, ¿Qué demonios es eso de lanzarnos una página entera (¡y hasta dos!) sobre tu irrelevante marcha de X desde el atalaya de un carguito municipal de Sumar o de Podemos, de un puestecillo orgánico provincial de la PSOE? ¿Nos hemos vuelto locos o qué? ¡Pero si nos deja fríos que Tom Hanks abandone los EE. UU.! (Consta que un soberbio actor puede ser un lerdo del siete, y a menudo lo es). Y resulta que nos va a interesar, parrafada tras parrafada, por qué Manolita Pamplinas, jefa de gabinete del jefe de gabinete del concejal de festejos de la Puebla del Carnero Muerto, decide acabar con su presencia reticular. Pesaditos.