EL CONFIDENCIAL 11/06/13
JOAN TAPIA
Aunque no una sorpresa total, sí ha sido una conmoción. Por primera vez una encuesta solvente -la de Gesop para El Periódico de Catalunya– predice que CiU queda descabalgada por ERC como primera fuerza catalana. En unas elecciones adelantadas, ERC obtendría 40 diputados (ahora tiene 21) y CiU se quedaría con sólo 35 escaños frente a los 50 actuales. El PSC y el PPC bajarían un poco, mientras que subirían algo tanto ICV, a costa del PSC, como Ciutadans, a costa del PPC, del PSC y también de CiU. Pero el movimiento tectónico (un baile de nada menos que 34 diputados) se produce entre los dos aliados nacionalistas, entre la tradicionalmente pactista CiU y la rupturista ERC.
La encuesta es fatal para Artur Mas, mala para el PSC y el PP y desalentadora en general, porque fragiliza todavía más al Gobierno catalán, al actual y al próximo, y complica la relación entre Cataluña y España. Es pésima para Artur Mas porque CiU pierde el liderazgo del nacionalismo y de Catalunya que tenía desde 1980. En las elecciones de 2010 -hace dos años y medio- CiU obtuvo 62 diputados, a sólo 6 de la mayoría absoluta. Ahora tendría 27 menos y se quedaría en 35, mientras que ERC, que en el 2010 estaba desacreditada por el tripartito (alianza con el PSC ‘españolista’ e inestabilidad interna) y se quedó con 10 diputados, multiplicaría por cuatro sus escaños y pasaría a 40.
La estrategia de Mas de transitar del catalanismo pragmático al independentismo ha acabado beneficiando a ERC. En CiU la encuesta ha caído como una bomba. No es para menos: el que era quinto partido les ha arrebatado la pole position en sólo 30 meses. Unos pocos dirigentes –Rull y Turull, que han relevado a Oriol Pujol como secretario general y portavoz parlamentario- afirman que lo relevante es que el bloque nacionalista sube, aunque sea poco. Pero para la mayoría de los dirigentes la procesión va por dentro.
La encuesta constata que el liderazgo del nacionalismo se ha partido y que la fuerza emergente, la que sube, es ERC. Entre las dos podrían sumar hasta 75 diputados (la mayoría absoluta es 68). Y el bloque soberanista (incluyendo a las CUP y a ICV) podría llegar a los dos tercios del Parlament que ahora no tiene. Pero la mayoría absoluta tampoco es segura porque es posible que, con este panorama, CiU no fuera unida a las elecciones. O que la unión se rompiera después si CDC pactara con ERC una estrategia rupturista que pasara por un referendo ilegal o por la declaración unilateral de independencia.
Romper con España o romper la coalición
Los resultados de la encuesta dejan a Duran Lleida y a los dirigentes más moderados de CDC (que los hay, pero que hasta ahora no querían discutir a Mas) en una posición incómoda. ¿Van a seguir apostando, en la estela de Mas y a remolque de ERC, por una estrategia de ruptura con España o se van a decidir a romper la coalición que tantos triunfos ha tenido desde 1980? Sin embargo, quien queda en la posición más comprometida es Artur Mas. Para su partido, la apuesta por la independencia ha sido un fracaso y su futuro personal no puede ser más oscuro.
Desde Madrid puede existir la tentación de ver la encuesta con satisfacción porque la apuesta de Artur Mas se estrella. Es cierto que una hipótesis (aventurada) sería que CiU se partiera en dos, entre la CDC radical y Unió (más el sector moderado de CDC), y que la partición se hiciera en dos mitades no simétricas. Entonces, el bloque ERC-CDC no alcanzaría la mayoría absoluta de 68 diputados y quedaría moralmente derrotado. Pero eso (a no descartar si Rajoy hiciera un movimiento conciliador que Mas rechazara) es entrar en el terreno de lo imaginario, en el de las hipótesis que dependen de hipótesis.
La cruda realidad es que Rajoy debe constatar hoy que la agresiva campaña del PP contra el Estatut, la sentencia del Constitucional, el bloqueo en el diálogo PP-CiU y las astracanadas del ministro Wert -atacando una realidad que no tocó ni el Aznar de la mayoría absoluta- han llevado a una situación imposible. No se trata tanto de que pueda haber una declaración unilateral de independencia (que también) de este Parlament, o del próximo, sino que el enfrentamiento constante y a cara de perro entre el Gobierno catalán y el español será muy negativo tanto para salir de la crisis como para el peso de España en Europa.
Es difícil que el confuso bloque soberanista (desde CiU hasta las CUP) pierda la mayoría absoluta mientras que entre el PP y Ciutadans tienen hoy 28 diputados y tendrían, según la encuesta, un máximo de 27. Y parece imposible encontrar puntos mínimos de consenso entre estos dos partidos y el PSC, que siempre ha estado dentro del bloque catalanista pero que es contrario a la independencia. En todo caso, agregando estas tres fuerzas -lo que siempre sería una agregación inconexa- alcanzarían 44 diputados. Faltarían 20 para la mayoría absoluta.
La centralidad se evapora
Se mire como se mire, que CiU se hunda pero que el independentismo se mantenga, y además liderado por una fuerza más radical, no es una buena noticia para Rajoy. Además, el fondo de la encuesta indica que la desafección con España ha llegado muy lejos y tiene difícil retorno. El 75% de los catalanes cree que el Gobierno español debería autorizar la consulta (el 43% desea hacerla este año y el 39% en el 2014) y el 57%, contra el 36%, votaría a favor de una Cataluña independiente que fuera un nuevo Estado de la UE (cosa tampoco fácil). Además, el 45% se declara a favor de la independencia, aunque los partidarios de la región (6%), de la autonomía (18%) y del Estado federado (25%) les superan por los pelos.
Desde la sentencia del Estatut la desafección respecto a España ha crecido de forma notable. Y que Artur Mas pierda el liderazgo del independentismo tampoco es forzosamente una buena noticia. Lo más negativo es la pérdida de peso de las dos grandes fuerzas (CiU y PSC) que encarnaban la centralidad catalana y que pasan de sumar (ya bajando) 90 diputados en 2010 a 52, bastante por debajo de la mayoría absoluta en la encuesta de El Periódico. Y que se evapore esta centralidad no es bueno para nadie. Ni quizás para ERC. Una cosa es predicar la independencia en los mítines (la adolescencia) y otra gobernar y tener que pactar con España y hacerse oír en Europa (la madurez).