ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 19/07/16
· La actualidad es el pasado. El 18 de julio, y su cansina evocación, no es un fenómeno singular. Nunca, ni siquiera cuando el diario La Vanguardia insertaba las esquelas en portada, enriqueciéndose y haciendo deslumbrantemente precisa la expresión «En toda fortuna anida un gusano», el periodismo vivió como hoy de la necrológica. Es una tarea ímproba encontrar un día en que los medios no celebren el aniversario de cualquier cosa. No solo la cascada digital ha convertido el periódico de hoy en el periódico de ayer.
Sin embargo, y como de costumbre, el periódico no inventa sino que refleja una circunstancia social. La sofisticación de los métodos de almacenamiento y representación de la experiencia han hecho que el pasado pese de modo incomparable al de cualquier otra época. El mismo concepto de hecho empieza a desleirse. Es evidente que los españoles han dejado de matarse como hace ochenta años. ¡Aunque no por falta de ganas! Pero ése solo es el rasgo principal del hecho y en modo alguno el único. La continua evocación de la guerra civil, su aprovechamiento comercial y político, alarga sus consecuencias hasta nuestro tiempo.
Los hombres no resucitan, pero los hechos sí. Y la digitalización del mundo ha hecho crecer exponencialmente la tendencia. Internet es, sobre todo, una fabulosa factoría de pasado: hemerotecas, archivos gráficos, sonoros. Cualquiera puede vivir ya una vida que no afronte la intemperie del presente. Lo que los popsicólogos llaman la alienación del hombre digital debe de venir del trato preferente con cadáveres. Podría creerse que la literatura, que es la ciencia de la melancolía, está de enhorabuena. Pero tengo mis dudas: más que una elaboración intencionada, el pasado ya es puro backup.
El pasado es una flor delicada. No puede abrirse cada semana la cajita de música: la sonata de Vinteuil se convierte en sintonía. La redundancia afecta al sentido y para comprobarlo basta con repetirse una palabra de modo incesante. ¡O con la experiencia del celibato! El cariz retrospectivo general es una razón más para echarse en brazos de la ciencia. No hay color entre la evocación de la guerra civil y el glorioso misterio del que daba cuenta ayer el Times: nadie sabe por qué están disminuyendo el cáncer, la cardiopatía y la demencia en el mundo desarrollado. Desde Bernard de Chartres hasta Isaac Newton la ciencia ha sabido cómo lidiar con el pasado. Pero en nuestra polvorienta actualidad el pigmeo muere plastado por el gigante.