«Quieres. Puedes». Es el eslogan que la coalición PNV-EA. ¿Tiene el pueblo vasco derecho a ser lo que quiera? Sí, por supuesto; y dos huevos duros. ¿Desea usted elegir por sí mismo lo que quiere ser? Sí, cómo no; y dos huevos duros. Ciertamente, resulta muy complicado competir con una campaña publicitaria diseñada por Walt Disney.
Querer es poder, decimos. Y, en general, decimos bien. La educación de la voluntad ha sido siempre una tarea fundamental. Lo ha sido, igualmente, la educación del deseo. ¡Cuántas veces habré visto con mi hija la película Lokomotora txikia, esperando a que llegue ese momento cumbre en el que la pequeña locomotora protagonista, tras múltiples avatares, saca fuerzas de flaqueza y logra concluir su viaje mientras repite (léase con ritmo de traca-traca-traca): «Lor dezaket, lor dezaket, lor dezaket«! Aprender a querer, aprender a poder: educadoras y educadores, pero también madres y padres, saben bien de la importancia de ambos aprendizajes en el proceso de formación de una personalidad adulta equilibrada. Otra cosa es elevar esto a programa político. Cuando la pedagogía política adopta el modelo de un cuento de hadas no se está contribuyendo a la construcción de unos ciudadanos adultos sino a su infantilización.
«Quieres. Puedes». Este es el eslogan que la coalición PNV-EA ha escogido para publicitarse como opción electoral. Es una apuesta segura. No me refiero a la opción política en cuestión, sino a su propaganda. ¿O es que alguien en este pueblo desea ser un quiero-y-no-puedo? ¿O es que alguien quiere privarse de algo? Da igual lo que quieras: esperanza o vivienda, currelo o paz, el planeta o bienestar, ser uno más o diálogo. Si quieres, puedes. Sin costes. Sin contradicciones. Sin necesidad de elegir entre unos y otros deseos. Sin que existan quereres en conflicto. Como individuo o como pueblo, querer es poder. ¿Por qué quieres lo que quieres? Porque puedo quererlo y porque quiero. ¿Qué hay de malo en ello? Y siempre Ibarretxe como gran dispensador. ¿Tiene el pueblo vasco derecho a ser lo que quiera? Sí, por supuesto; y dos huevos duros. ¿Desea usted elegir por sí mismo lo que quiere ser? Sí, cómo no; y dos huevos duros. ¿Cree usted que alguien que no sea usted mismo puede tener algo que decir sobre las decisiones que usted tome? Ni pensarlo, qué se habrán creído; y dos huevos duros. Ciertamente, resulta muy complicado competir con una campaña publicitaria diseñada por Walt Disney.
Lo que el nacionalismo promete es un lifting político permanente que nos mantendrá en una perpetua adolescencia. ¿Euskal Herria? No: Sekula Inoizko Herrialdea, ese maravilloso País de Nunca Jamás en el que, bajo la lehendakaritza de Peter Pan, seremos siempre niños (y niñas) que convertiremos (quieres, puedes) todos nuestros deseos en realidad. ¿Y la Izquierda Unida al Nacionalismo? Ha sustituido la inteligente y equilibrada máxima gramsciana que aconsejaba armonizar siempre el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la razón por una delirante combinatoria de optimismo voluntarista y suspensión absoluta de la racionalidad. Se ha convertido así no en bisagra sino en candado: candado que asegura al nacionalismo su permanencia en el poder sin que tenga que modular su programa, sólo para que el alegre Peter vuelva a acogerlos en su compañía de los Niños Perdidos… para la causa de la izquierda.
Frente a esta irresponsable propaganda es preciso volver a reflexionar sobre el querer desde la convicción de que, en la Euskadi real, hay deseos que rompen los afectos compartidos. Volver a reflexionar sobre el poder sabiendo que hay empujones que rompen las instituciones pactadas entre todos los vascos. Aprender que hay deseos indeseables y poderes imposibles. Asumir que no todo lo deseable es posible ni todo lo posible es deseable. Que todas las aspiraciones suponen elecciones entre distintos bienes, entre quereres diversos, y que su logro supone, siempre, costes que se distribuyen de forma desigual entre las personas y los grupos sociales. Reequilibrar las aspiraciones de unos y de otros sin reducir a algunos a la impotencia. Sabernos, en fin, adultos responsables de querer lo que en cada momento histórico sea posible y de trabajar por hacer posible algo más que nuestra santa y propia voluntad.
Albert Camus escribió en una ocasión: «Entre la locura de quienes no quieren nada de lo que es y la sinrazón de quienes quieren todo lo que debería ser, los que quieren realmente algo, y están decididos a pagar su precio, serán los únicos en conseguirlo». A ver si es verdad.
Imanol Zubero, EL PAÍS, 5/4/2005