Manuel Montero-El Correo

Abres hoy la tumba de Tutankamón y te encuentras a unos cuantos dirigentes del antiguo MLNV repitiendo mantras sobre las estrategias de ETA, no sea que dañen su memoria

ETA dejó el «accionar armado» porque se dio cuenta de que así no iba a lograr la autodeterminación, dice el secretario general de Sortu. Les llevó medio siglo, por tanto, darse cuenta de la evidencia: nunca parecieron gente avispada, pero asombra este reconocimiento de estolidez colectiva. ¿Un ejercicio de autocrítica, por fin? Nada de eso. El líder del radicalismo abertzale no se desmarca de aquel pasado, ni siquiera hay ningún lamento por el sufrimiento injusto causado, tal y como mandan los cánones en estos tiempos de blanqueamiento. Habla para una televisión de Venezuela, madurista, y debe de considerar que el bolivarianismo exige rusticidad ideológica. O bien es su natural.

El terror estuvo bien mientras duró, viene a decir. Por lo que se ve, a este hombre le gusta cambiar el pasado y nos enteramos de que el abandono de las armas se produjo por una decisión estratégica tomada colectivamente. Además de por darse cuenta de que así no nos autodeterminaban, se debió a que habían «generado las condiciones políticas y sociales para abordar la conquista de la soberanía», toma ya. O sea, no influyó nada el acoso policial ni la repulsa social generalizada. Todo fue un despliegue de astucia.

Dictámenes tan ciegos y autistas sugieren que esta gente está fuera del tiempo, aferrada a nociones que no evolucionan. Abres hoy la tumba de Tutankamón y te encuentras a unos cuantos dirigentes del antiguo MLNV repitiendo mantras sobre las estrategias de ETA, no sea que dañen su memoria.

Esto los mandos. Y, en general, el mundo de Bildu, la antigua HB, está fosilizando. Es decir, experimenta el proceso por el cual la materia orgánica se convierte en piedra. El discurso ha petrificado y se demuestra incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos. Queda anclado en la fascinación por la violencia: la escenifican en los ongi etorris, que desde su punto de vista constituyen una cuestión crucial. Seguramente la aspiración máxima de los terroristas fue el homenaje, que asociarán a la victoria. Quizás fue siempre más importante que la territorialidad y demás.

Desde la perspectiva de las gentes de Bildu y entornos, la fosilización tiene una ventaja. Los instala en una neorrealidad de duración a toda prueba. Inconveniente: una vez petrificados, dejan de mutar, adaptarse y transpirar, lo que sienta fatal a las organizaciones políticas. Lo uno por lo otro. Pierde en vitalidad y gana en sostenibilidad, pues un fósil resulta francamente sustentable. Te lo encuentras unos milenios después y mantiene la apariencia de alegre y combativo. Ad aeternum, con ese brillo opaco que presentan los fósiles cuando los frotas.

Ya no es renovarse o morir. La posibilidad de fosilizar abre nuevas perspectivas. Las viejas guardias revolucionarias pueden seguir jugando a hábiles estrategas. Siempre de victoria en victoria: Desde esta perspectiva, ETA dejó el hecho cumbre de la historia vasca (y de la prehistoria), porque había creado condiciones para conseguir sus objetivos. Fosilizados, nunca serán capaces de romper con el padre, sino que reproducen imágenes infantiles sobre padres idealizados. Quieren que las siguientes generaciones hereden sus traumas.

La fe de la izquierda abertzale: hace tiempo se convirtió en una creencia mística para la que el milagro es una cuestión natural. Y así, ETA es objeto de devoción, de la que se esperó (y espera) la salvación de Euskal Herria.

Al adquirir forma pétrea, el MLNV se queda en su rasgo esencial, la postura que lo ha definido durante décadas y que ha sido siempre su seña de identidad. Es decir, en su apoyo a ETA, que antes adoptaba la forma de respaldo a la actividad criminal y que ahora ha derivado en la defensa de la memoria de ETA y de los terroristas presos. Los carteles de las comparsas bilbaínas, la mayoría plegadas a esta estética, lo reproducían. Visitar el recinto que se les concede para su expresión ideológica equivalía a entrar en una especie de parque jurásico de la política, un mundo perdido en el que la evolución se detuvo hace mucho tiempo.

Lo chocante de la historia y de la naturaleza de la izquierda abertzale es que, fuera de ETA, en la práctica todo lo demás le ha resultado secundario: en cierto sentido, el independentismo, la territorialidad o la autodeterminación han cumplido la función de adornos ideológicos. Lo que de verdad ha originado movilizaciones, concentraciones y agitaciones ha sido durante medio siglo el apoyo a los terroristas. Es lo que la ha movido, lo mismo que ahora sus actuaciones más importantes tienen que ver con la justificación del terror a posteriori. No logros políticos, sino la veneración a ETA. El resto de su mochila reivindicativa ha cumplido y cumple una función argumentativa.

Podríamos entender la historia de la izquierda abertzale sin tener en cuenta sus objetivos ideológicos, pero sería incomprensible sin atender a su subordinación a la organización terrorista. Tal apoyo ha servido para aglutinar al movimiento, mantener su cohesión, justificar campañas políticas y movimientos electorales. El MLNV ha cambiado a veces su estrategia sobre la autodeterminación, hasta ha admitido formularla como derecho a decidir; puede sobrevivir aceptando la actual configuración territorial o imaginando distintas vías de referéndum, pero la idealización ferviente de ETA, nunca sujeta a crítica en este ámbito, resulta categórica, continuada e incuestionable.

Así que fosiliza en el primer tiempo del saludo: se va convirtiendo en piedra adoptando el ademán de veneración al terrorismo.