Manfred Nolte-El Correo

  • La demanda no encuentra los recursos humanos deseados y funciona con un déficit de la oferta de trabajo potencial

Me refiero a las ‘Previsiones económicas de primavera’ de la Comisión Europea, que se han constituido la semana pasada en panegírico de nuestras bondades y que como es natural han sido aprovechadas por el Gobierno para el autobombo. El mensaje que se ha dejado calar, en general, es que somos los tractores de Europa y que el 19 de junio próximo habremos cumplido holgadamente con todos los compromisos comunitarios.

Es cierto que los datos puntuales son buenos y que la Comisión Europea ha mejorado muy notablemente las previsiones para España en 2024. Según los cálculos de Bruselas nuestro país mejorará el PIB un 2,1% en 2024 y un 1,9% en 2025, por encima de la media europea y lejos del crecimiento nulo de Alemania o del 0,7% y 0,9% de Francia e Italia, respectivamente.

Pero esta buena noticia remite a otra que constituye nuestro talón de Aquiles. Porque ¿cómo jactarnos de un PIB sólido y al mismo tiempo registrar un paro de dos dígitos, el más alto de la Unión Europea y de la OCDE? ¿Qué clase de crecimiento del PIB es el nuestro que no acaba con un desempleo exorbitado del 12,1% el año pasado y del 11,6% en 2024? Porque un PIB vigoroso debería producir un empleo de análogo vigor. Es cierto que la creación reciente de empleo es satisfactoria. Pero ¿por qué es insuficiente?

Aparentemente nuestro PIB es de pocos octanos, porque no cumple con la ley de Okun. ¿Qué es eso de la ley de Okun? Es una relación empírica entre la tasa de desempleo y la producción económica de un país. Sugiere que el desempleo y la producción económica están inversamente relacionados, lo que significa que a medida que la producción aumenta también disminuye la tasa de paro y a la inversa.

Paradójicamente, la ley de Okun en España actúa en un sentido y en otro no. Pobre es la incidencia que el incremento de la producción tiene en nuestro país sobre el paro. Si parece, sin embargo, que la ley de Okun funciona en su sentido alternativo. Porque, todos los que se incorporan al mercado de trabajo contribuyen por definición, a través de los salarios, al incremento de la renta nacional.

Algunos reduccionistas proclaman que con menos registrados en las oficinas de empleo la tasa de paro sería menor. Lo cual es una paupérrima tautología. Aunque la observación aparenta un punto de verdad en la medida en que tal afirmación se refiera a obsoletas prácticas de contención y de expulsión de nuevos demandantes de trabajo, que ya se han ensayado con escaso éxito en otras latitudes.

Otra acción, y no despreciable, residiría en una rigurosa auditoría de campo del sistema de subsidio de paro para evitar que este promueva la picaresca y se rechacen ofertas razonables de trabajo. La reciente normativa no aborda, lamentablemente, el problema y en alguna medida puede aumentarlo.

La reducción de la tasa de paro hay que buscarla, en consecuencia, en otro lugar, porque cada parado que consigue un trabajo contribuye a aumentar la renta nacional, pero no sucede igual a la inversa. Vivimos un ‘boom’ de demanda de empleo en el que múltiples sectores denuncian la ausencia de mano de obra. Pero aún así el paro adelgaza de forma extremadamente perezosa.

La razón es que la clave de nuestro paro es estructural. Por mucho que registremos un PIB pujante la demanda no encuentra los recursos humanos deseados. Funcionamos permanente con un déficit respecto de nuestra oferta de trabajo potencial.

Llamamos estructural a nuestro paro porque -salvo en sectores de escaso valor añadido, como la hostelería y otros, donde el factor disuasorio es el salario- su ajuste a la demanda de trabajo va a necesitar años y no va a responder a crecimientos cíclicos del PIB. El ‘gap’ -el bache- se sitúa en los escasos quilates de nuestra formación, nuestro ‘know how’, nuestra productividad y nuestra innovación.

La Comisión Europea ha encargado a Mario Draghi la elaboración de un informe para trazar una hoja de ruta que encare los problemas productivos de la Unión Europea. El estudio podrá presentar muchas conclusiones, pero en lo que respecta a nuestro paro no es pensable que sean distintas de las que se acaban de citar.