EL CORREO 16/03/15
TONIA ETXARRI
· Silbar al Monarca no es faltar a «alguien», sino a un símbolo institucional que merece respeto
Todavía quedan 75 días para que se celebre el partido de la Final de la Copa del Rey (con perdón) que enfrentará al Barça con el Athletic de Bilbao y ya se está calentando el ambiente mucho antes de lo debido. Pero los silbidos y pataletas contra los símbolos institucionales españoles, en acontecimientos deportivos, se están convirtiendo en costumbre. Los actuales Reyes, en comparación con los últimos años que tuvieron que soportar sus antecesores, están viviendo un momento relativamente dulce desde que Felipe VI fue proclamado en el Congreso de los Diputados como «el primer Monarca de la Constitución». Pero tampoco se han librado de haber pasado por escenas tensas, nada comparadas , desde luego, con las que sufrió doña Sofía en los últimos años «horribilis» de su reinado, cuando la pitaban en el maratón de las 9 sinfonías o en el palco del Teatro Real con tal estruendo que, en una ocasión, provocó el grito solidario de una ciudadana que resumió con su «¡Viva Beethoven!» su indignación porque se estuviera mezclando la política con un acontecimiento musical.
Ahora es, de nuevo, el fútbol a raíz de los movimientos organizados bajo el manto de la afición del Barça o del Athletic por parte de quienes quieren silbar al himno o pitar al Rey, al tiempo que participan en una competición cuyo nombre es, nada menos, que la Copa del mismo. Son las contradicciones de quienes quieren aprovechar cualquier oportunidad para mostrar el desafecto y la falta de respeto con la institución de la Monarquía o con el símbolo del himno. Se trata de una toma de postura con mucho más calado que la aparente defensa de la libertad de expresión.
Llueve sobre mojado. Ya en 2012 los dos equipos disputaron su partido en el estadio del Vicente Calderón. Se caldeó tanto el ambiente por la misma razón que nos entretiene ahora que Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, propuso suspender el partido para evitar pitadas contra los símbolos institucionales. Con su propuesta, que no tuvo éxito, buscaba sobre todo que los clubes afectados, así como los gobiernos implicados (vasco y catalán), tomaran cartas en el asunto y exigieran a sus respectivas aficiones respeto hacia la Corona y los símbolos de España. Respeto. Nada más. Porque silbar al Rey (el Príncipe, entonces) sí que fue mezclar política con deporte.
Esa «mezcla» fue afeada desde el Gobierno vasco, pero se dirigían tan solo a la presidenta de la Comunidad de Madrid, obviando cualquier mención a los reventadores de los actos y a quienes comparecían, incluso, ante la prensa, para pedir que se silbara a don Felipe. Ahora, Esperanza Aguirre vuelve a mantener la misma actitud, tomando como referencia al exmandatario galo Nicolas Sarkozy que, después de los disturbios de París en 2008, en los que muchos aficionados magrebíes protagonizaron un pitada estruendosa contra el himno de ‘La Marsellesa’, promulgó una ley para penalizar todo abucheo al himno con la anulación del partido y la suspensión de todos los amistosos con la selección implicada en el «ultraje».
En nuestro país, el Código Penal, en su artículo 543, penaliza a quienes cometen ofensas de este tipo contra España, sus comunidades autónomas o sus símbolos y emblemas. Pero no existe una ley que promueva la suspensión de partidos donde se pite al Rey o al himno. Pero más allá de la norma, a los agitadores habría que exigirles un mínimo de coherencia. Y a los clubes. Y a los políticos que viven sin vivir en ellos. Que quieren que sus equipos compitan en la Copa del Rey, pero que luego les parece bien que la gente le falte al respeto al titular de la competición.
Quizás en breve, en la próxima legislatura, nos encontremos con una iniciativa parlamentaria para cambiar el nombre de la Copa. ¿Quién sabe? Pero, de momento, se trata de mantener el respeto institucional. Porque silbar al Rey o pitar el himno no es faltar a «alguien», sino a los símbolos institucionales con los que una gran mayoría de ciudadanía se sienten identificados. Silbar al árbitro o a los jugadores forma parte del juego deportivo. Hacerlo contra el Rey tiene un nivel de ofensa que los políticos deberían impedir. Y se trata de pedir coherencia, mucha coherencia.
Ante la posibilidad de que el encuentro se celebre en otro estadio distinto al del Bernabeu, el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, propone que el partido se celebre en Inglaterra, por ejemplo, y que si quiere ir «el rey español… adelante». Hecha la gracieta. ¿El PNV invitando al Rey a que esté presente en la final de la Copa que lleva su nombre? No tiene sentido ni como ‘bilbainada’. Pero así está el panorama. En el partido del 2012, los independentistas catalanes, entre los que se encontraba un hijo de Jordi Pujol, aprovecharon la ocasión para pedir a la gente que silbara, de paso, «contra el robo». Ya saben, aquel «Espanya ens roba» que ha degenerado por obra y gracia de la familia del deshonorable expresidente de la Generalitat en «los Pujol ens roban».
En fin. Que se entendería más que quienes quieren silbar al Rey porque no les gusta la Monarquía ni nada que tenga que ver con España, que objeten a la selección española. Por ejemplo. Pero en aquellos políticos que les hace tanta gracia este tipo de manifestaciones, ¿cuál sería su reacción si fuera la ikurriña o la senyera los emblemas atacados en un acontecimiento deportivo?. No me los imagino pidiendo que se respete esa libertad de expresión.