HENRY KAMEN, EL MUNDO – 09/10/14
· El autor sostiene que en la Guera de Sucesión los catalanes no estaban a favor de la rebelión contra Felipe V Afirma que los ingleses tuvieron que conquistar Barcelona –como Gibraltar– para que apoyaran a su candidato.
LA UNIÓN EN 1707 DE ESCOCIA E INGLATERRA, QUE EL PUEBLO ESCOCÉS HA CONFIRMADO TAN TRIUNFALMENTE, SIRVE PARA RECORDARNOS QUE EN LA MISMA ÉPOCA HACE 300 AÑOS HUBO PLANES PARA UNIR CATALUÑA TAMBIÉN A LA CORONA BRITÁNICA.
LA UNIÓN DE CATALUÑA CON INGLATERRA NO ERA UN PLAN INSENSATO, Y NOS COSTARÁ POCO TRATAR DE ENTENDER LO QUE PASÓ. LOS BRITÁNICOS YA EN EL AÑO 1705 HABÍAN OCUPADO EL PEÑÓN DE GIBRALTAR, QUE AÚN POSEEN, Y EXISTÍAN TAMBIÉN BUENAS RAZONES PARA OCUPAR LA ROCA DE MONTJUIC, QUE TENÍA LA MISMA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA PARA ELLOS.
Eran los años, como sabemos, de la Guerra de Sucesión. Un pequeño número de catalanes, impulsado por su hostilidad al rey de Francia Luis XIV, creía que podían valerse del poderío naval británico para liberarse de la dominación francesa. Pero ¿qué podían ofrecer a los británicos a cambio? Ahí es donde la historia empieza a hacerse interesante. Cuando estalló la guerra, las autoridades militares de Londres estudiaron la posibilidad de obtener apoyo en España para su candidato al trono español, el archiduque Carlos de Habsburgo. No fue demasiado difícil encontrar apoyo en Valencia entre los grupos rebeldes. Sin embargo, en Cataluña la mayoría de los catalanes permanecieron firmemente fieles a Felipe V. No fue hasta después de la captura de Gibraltar, a principios de 1705, cuando un puñado de comerciantes ingleses en Cataluña, entre ellos Mitford Crowe y Joseph Shallet, lograron establecer contacto con un grupo de disidentes de la zona de Vic.
Las autoridades en Londres se alegraron del contacto. La propia reina Ana dio instrucciones a Crowe sobre los pasos a seguir. Los conspiradores de Vic aseguraron a Crowe que contaban con el apoyo del pueblo catalán. Crowe pronto descubrió que esto no era cierto, ya que fueron incapaces de generar un solo nombre de importancia para respaldar su historia. Disgustado, les informó de que si no presentaban al menos seis firmas, él tendría que tomar otras medidas. Crowe también escribió a la reina para informarle de que no había conseguido ningún apoyo catalán firme.
La reina Ana no estaba demasiado preocupada, ya que su objetivo era simplemente ganar algún tipo de apoyo, fuera cual fuera la región. Sus instrucciones a Crowe eran claras: «Para que haga alianza entre nosotros y el dicho principado o cualquier otra provincia de España: y hemos ordenado que mantenga relaciones, acuerde y concluya cualquier causa con los responsables de dicho principado o cualquier otra provincia». Los ingleses estaban simplemente buscando una excusa, y eran conscientes de que había poco descontento en Cataluña. Efectivamente los conspiradores no pudie- ron presentar nombres (la gente que según ellos los respaldaba se identificaba simplemente como «una comisión de personas de séquito y representación en aquel Principado»), y los ingleses tuvieron que recurrir a la política que habían adoptado en el caso de Gibraltar: simple conquista.
Contrariamente a la afirmación de los conspiradores de que los catalanes aceptarían a los ingleses con los brazos abiertos, cuando la armada se presentó delante del puerto de Barcelona en 1705, la ciudad no aceptó su presencia. Según apuntó un oficial del ejército británico: «Llegamos a Cataluña con la promesa de que seríamos bien recibidos; pero nos encontramos, cuando llegamos allí, con que no había nadie que nos apoyara, a no ser que les pagáramos». Durante tres semanas no se atrevieron a hacer ningún ataque contra la ciudad, y finalmente el 11 de septiembre los comandantes británicos tomaron la decisión de retirarse de Barcelona.
Sin embargo, dos noches más tarde, tomaron una decisión sorpresa, y por la noche un contingente militar inglés atacó y se apoderó de Montjuic. Fue sólo la mitad de la operación. Tuvieron que fortificar Montjuic y la utilizaron como base para disparar contra Barcelona. La enérgica resistencia de Barcelona a los ataques aliados, demostraba que los catalanes no estaban bajo ningún concepto a favor de la rebelión contra su rey Felipe V. Barcelona no se decantó por los británicos; los británicos la capturaron. Sólo después de que los ingleses ocuparan la ciudad, salieron los elementos anti franceses de la población para darles la bienvenida.
El acuerdo entre Mitford Crowe y los conspiradores catalanes en 1705 se conoce como el «pacto de Génova», pero no tenía ninguna validez diplomática. Los conspiradores alegaron que representaban al «Principado de Cataluña», lo cual era completamente falso, ya que ni una sola autoridad pública de Cataluña emitió su dictamen conforme al pacto. La representación de «Cataluña» era completamente ficticia. El propio Crowe lo sabía pero no deseaba perder la oportunidad. Los ingleses estuvieron sólo interesados en encontrar una excusa para enviar sus tropas al Mediterráneo con el fin de establecer una base militar. Las instrucciones que se dieron simultáneamente a sus mandos militares eran bien sencillas: si los catalanes no aceptan las propuestas británicas, serán ocupados por la fuerza.
Así fue como se firmó el pacto de Génova, un acuerdo basado casi enteramente en informaciones falsas. ¿Podría deducirse de dicho pacto que los catalanes y los ingleses eran aliados? En absoluto. En 1705, los británicos entraron en Cataluña –con la ayuda de unos cuantos conspiradores catalanes– únicamente como invasores y conquistadores. Años más tarde, el político Lord Bolingbroke escribió: «Aunque Su Majestad ofreció en su momento garantizar las leyes y firmar algún pacto con ese pueblo, sin embargo no parece que se acabara formalizando dicha garantía jamás, ni que se firmara ningún tratado, pacto o acuerdo con ellos». El «pacto» era un acuerdo ficticio, basado en información falsa proporcionada por los conspiradores, y no tuvo el apoyo ni de catalanes ni de autoridades públicas. Como al parecer nadie en Barcelona apoyaba o podía respaldar políticamente el pacto, los británicos sólo tuvieron una opción: ocupar Barcelona.
Y eso es lo que los conspiradores insistieron durante el resto de la guerra: que los ingleses deberían seguir ocupando el país, y si fuera necesario permanecer allí para siempre, luchando contra España, aun cuando la paz ya había sido acordada en toda Europa. Tal y como resultó todo al final, los catalanes fueron sus peores enemigos, porque insistieron en que continuara el estado de guerra generalizado y se negaron a aceptar ninguna de las condiciones de paz que se les sugerían. Sin embargo, las relaciones entre los británicos y la Diputació se habían deteriorado hasta tal extremo que los británicos llegaron a protestar ante la Diputació porque se habían producido ataques contra sus barcos.
Si los ingleses hubieran en algún momento aceptado esta política de ocupación permanente, como de hecho muchas personas en Londres insistieron en que deberían, las tropas inglesas habrían seguido ocupando Cataluña, que hoy sería lo que después Gibraltar fue: una parte integral del Reino Unido. Si hubiese sucedido, el señor Mas sería hoy el equivalente del Sr. Salmond: un político de habla inglesa con el sueño obsesivo de establecer su propio mini-paraíso personal en un pequeño territorio perpetuamente buscando, año tras año, su independencia del Reino Unido.
Henry Kamen es historiador británico. Su último libro es España y Cataluña. Historia de una pasión (Esfera de Libros, 2014).
HENRY KAMEN, EL MUNDO – 09/10/14