José Antonio Zarzalejos , LA VANGUARDIA, 2/8/12
De la significación preocupante de los términos con los que se titula este comentario se puede pasar a otros políticamente explosivos. No acudir a una sesión importante del Consejo de Política Fiscal -como ha hecho el Govern- constituye un acontecimiento que, aisladamente considerado, tiene una cierta gravedad, pero que conectado con otros adquiere una interpretación que comienza a ser amenazante para la integridad de una gama de valores constitucionales de particular trascendencia. La alarma se dispara tanto por el haz de consideraciones, sentimientos y aspiraciones que late tras esa incomparecencia del Govern, como por el momento de crisis económica aguda en el que se produce. En Catalunya está adquiriendo energía la dinámica independentista basada en dos agravios recientes y otro remoto. Los recientes son, de una parte, el Estatut demediado del 2006, y de otra, la insuficiencia financiera en esta época de recesión que no permite un cabal funcionamiento del autogobierno. La causa remota hay que buscarla en la etiología del Estado autonómico que generalizó las comunidades para diluir, según la versión más extendida, la singularidad vasca y catalana.
Tengo escrito en estas páginas y otras que el Estado ha de mutar a un modelo asimétrico autonómico o federal, pero en ambos casos con demarcaciones territoriales bien diferentes a las actuales. Académicos tan reputados como Ángel López García-Molins, catedrático de la Teoría de los Lenguajes de la Universitat de València, o Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional, lo han planteado en los medios sin ambages. Incluso,un publicista tan solvente como el abogado bilbaíno José María Ruiz-Soroa ha propugnado «romper el tabú» y aceptar, mediante referéndum, el desafío de «poner la nación a votación». No habrá otra forma de salir de la crisis que alterando la morfología estatal, pero a ese objetivo no se llega por el camino que ha elegido el Govern, a través de plantes, rebeliones e insumisiones, sino mediante un despliegue de alta política que maneje, además, amplísimos consensos cuajados en Catalunya por CiU, y en el resto de España por el Gobierno central y el PP y el PSOE.
El Ejecutivo de Rajoy se está confundiendo al orillar el calado social del malestar catalán y Rajoy debiera ya haber tomado el toro por los cuernos y haberse encerrado a hablar con Mas tanto tiempo cuanto fuera necesario. Pero Mas se ha ido introduciendo en la lógica del órdago para el que, lisa y llanamente, no dispone de combinaciones ganadoras. Se comporta como un mal jugador de mus: envidia a la chica pero no a la grande. Y el que gana la primera, suele perder la segunda según los cánones más tahúres. De modo que si hay que exigir prudencia al Gobierno central -porque dispone de importantes facultades-, también hay que hacerlo al de Catalunya. Hablemos de todo, incluso de la independencia como en Quebec, Escocia o Bélgica. Pero esta destrucción a golpe de piqueta del Estado, cuando la sociedad pena en estrecheces e incertidumbres, carece de envergadura política y altura histórica.
De Mario, el rico…
Hoy es el día que Mario Draghi ha de demostrar su margen de autonomía al frente del Consejo del Banco Central Europeo. Sus declaraciones de hace unos días según las cuales el Banco Central Europeo disponía de arsenal para salvar al euro tuvieron un efecto casi taumatúrgico en los mercados bursátiles y deprimieron afortunadamente las primas de riesgo española e italiana. Hoy debe lograr -o no- que sus palabras se corresponden con hechos, pese a las dificultades que le plantea el Bundesbank muy retraído en la búsqueda de soluciones externas para el sur europeo y más proclive a que los meridionales nos busquemos la vida.
…a Mario, el pobre
Hoy, en Madrid, culminando una gira política de mucho tronío, aterrizará el tecnócrata y político -lo es a la vez- Mario Monti. Se va a entrevistar con Rajoy aunque nadie sabe demasiado bien para qué. No es creíble que Mario y Mariano establezcan un frente antigermano. Es más plausible en cambio suponer que tratarán de idear fórmulas de rescate que parezcan más asistencias o colaboraciones que intervenciones convencionales. Mario Monti tiene más imaginación que Mariano Rajoy, pero éste es más sufridor que el italiano. Veremos que sale de esa combinación de temperamentos y aptitudes después de la reunión.
José Antonio Zarzalejos , LA VANGUARDIA, 2/8/12