IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Para asentar la idea de etapa acabada, el PP necesita conquistar una capital importante y alguna autonomía emblemática

Una capital importante, Valencia o Sevilla, y alguna autonomía socialista emblemática: la Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón o Castilla-La Mancha. Ése es el balance mínimo que necesita el PP para que la opinión pública le dé las elecciones por ganadas, aunque con toda probabilidad vaya a ser el vencedor en votos en el conjunto de España. Esto es así porque los comicios territoriales contienen un factor simbólico que exige la conquista de una o varias plazas de relevancia, un vuelco de poder que cambie de color al menos unos cuantos puntos significativos del mapa. Y sucede que pese a que el resultado global previsto en los sondeos otorga a la derecha una clara ventaja, en las ciudades y regiones referidas las fuerzas parecen bastante equilibradas, de tal manera que apenas unos pocos miles o cientos de votos pueden decidir la batalla. En ellas vamos a asistir durante la campaña a una pugna pueblo por pueblo, barrio por barrio, casa por casa. Feijóo se juega el espaldarazo cualitativo a su candidatura presidencial y Sánchez, la sensación de que su liderazgo aguanta.

Con Ayuso al borde de la mayoría absoluta y Murcia asegurada a salvo de sorpresas, los populares están además obligados a defender la capital madrileña, cuyo foco mediático y social daría enorme realce a un eventual resbalón de Almeida. Hipótesis improbable pero verosímil a tenor de algunas encuestas que otorgan una incierta posibilidad de suma de la izquierda. Una derrota en ese feudo, el único por cierto donde Ciudadanos parece en condiciones (remotas) de rascar algo, tendría carácter de descalabro. El voto de Madrid es el menos local y por tanto el más relacionado con la temperatura política del Estado, como ha entendido la presidenta al plantear la cita de mayo en claros términos plebiscitarios. Una estrategia acertada que puede amplificar el impacto de su triunfo cantado… siempre que el candidato municipal no lo empañe pisando una cáscara de plátano.

La apuesta del PSOE consiste en apuntar al líder el rédito de la fortaleza de los dirigentes regionales, pese a que éstos preferirían distanciarse todo lo posible para que su desgaste no los arrastre. (El otro día, en Toledo, el jefe del Ejecutivo dio un mitin en ausencia de García Page, que se buscó una oportuna obligación en otra parte). El alcance de la resistencia de los `barones´ tendrá en la interpretación del recuento una influencia clave, bien para realzar la impresión de cambio de ciclo o para dar alas a las esperanzas gubernamentales. Ése es a priori el principal obstáculo que el PP va a encontrar en su avance, y se basa en el hecho contrastado de que los votantes tienden a discernir cuándo les toca pronunciarse sobre el Gobierno de la nación, sobre su presidente autonómico o sobre su alcalde. Y el problema de Sánchez radica en que será su nombre el que figure en la papeleta de las generales.