Jon Juaristi-ABC
- Por fin, los socialistas han exigido claramente a la oposición, en el Congreso, lo que prometieron en su día a ETA
«Dejen ya en paz el terrorismo de ETA». Me quedo con esta frase de la erupción hawaiana de Odón Elorza, diputado del PSE-EE, contra Cs y la oposición en general durante el pleno del Congreso, el pasado miércoles (Pleno del que estuvo ausente el Gobierno en pleno). Eso es lo que pactaron los socialistas con los terroristas de ETA: dejarlos en paz a cambio de que no mataran. Como se recordará, Carod-Rovira había propuesto algo similar a los etarras, pero limitado sólo a Cataluña y a los catalanes. Era otra opción, la de ir por partes. El PSOE, y en particular la hijuela socialista del nacionalismo vasco, o sea, el Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra, demostró que su amplitud de miras llegaba hasta Algeciras. Eso sí: a cambio de que los españoles en su totalidad o plenitud dejasen en paz el terrorismo de ETA, porque, de lo contrario, sería imposible convencer a los terroristas de que envainársela les convenía también a ellos.
Odón Elorza había reclamado previamente, desde la tribuna, su derecho a exigir de la oposición que dejase en paz el terrorismo de ETA esgrimiendo un típico argumento de los que la antigua Retórica llamaba patéticos: él mismo habría recogido el último suspiro de Fernando Múgica Herzog, asesinado por ETA, en la acera de la calle San Martín de San Sebastián. Él habría llegado antes que las ambulancias a la casa de Enrique Casas, asesinado, no por ETA, sino por los Comandos Autónomos, que eran una escisión de ETA, algo así como una cepa sudafricana de la banda. Él habría comparecido el primero ante los cuerpos sin vida del general Garrido, su esposa y su hijo, a los que ETA mató con una bomba lapa. Incluso expresó su dolor, «por encima de todo», ante el cuerpo de Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA, que yacía en el bar La Cepa, de la Parte Vieja de San Sebastián. Con Ernest Lluch estuvo cinco horas antes de que ETA lo matase en el garaje de su casa en Barcelona.¡Caray con Elorza!Menos mal que no hablamos de una novela policíaca en que al asesino en serie lo atrapan porque vuelve siempre al lugar del crimen…
Elorza fue alcalde de San Sebastián entre 1991 y 2011. Acudir al lugar de los atentados no estaba entre las obligaciones del cargo. Los donostiarras lo entendieron así y por eso lo mantuvieron en la alcaldía veinte años: los donostiarras de izquierda y buena parte de la derecha «franquista y de tradición golpista», que también ponía sus votos y sus muertos. Con su estúpido recurso al argumento patético para exigir que se deje en paz al terrorismo de ETA y ciscarse implícitamente en los miembros de la derecha «franquista y de vocación golpista» asesinados por ETA -por ejemplo, en Gregorio Ordoñez, ante cuyo cuerpo no tuvo inconveniente en expresar su dolor «por encima de todo» (¿por encima de qué, si puede saberse?)-, Elorza se ha retratado como lo que ha acabado siendo plenamente: un sanchista más.