El pluriempleo de los etarras detenidos hace una semana refleja la precariedad en la banda: muy poca gente haciendo muchas cosas a la vez, evitando peligros, eligiendo objetivos que permitan, lo primero, la salida sin riesgo. Constatemos una vez más lo evidente: la derrota de ETA es, sobre todo, la derrota policial de ETA.
La banda terrorista ya no es lo que era. No es ni sombra de lo que fue. Los dos etarras, felizmente detenidos hace una semana por una eficaz Guardia Civil, lo mismo pasaban a otros conmilitones por la frontera que ponían una furgoneta con explosivos en la T-4 de Barajas, viajaban con otra furgoneta de explosivos hasta Castellón; allí, ante la mínima sospecha de haber sido detectados, la hacían explotar para evitar riesgo de detención. Pegaban unos tiros al aire en la opereta rural de la campa de Aritxulegi, reventaban una discoteca en Navarra, volvían a casa para preparar otro bombazo en Madrid con riesgo cero para ellos: un verdadero pluriempleo criminal que los llevará a la cárcel, igual que les ha ocurrido a todos sus predecesores.
Este pluriempleo etarra habla de precariedad en la banda: muy poca gente haciendo muchas cosas a la vez, evitando peligros, sin atreverse a hacer atentados pie a tierra, eligiendo objetivos que permitan, lo primero, la salida fácil y sin riesgo para los criminales. Dos sujetos no fichados en principio por la policía, que después de un atentado como el de la T-4, en el que han sido grabados por cámaras de seguridad, siguen en activo y no pasan a Francia a buscar reposo, a dejar un tiempo sin huellas, antes de volver a actuar.
Está claro que esta debilidad de la banda no nos consuela de los asesinatos de Carlos Alonso Palate y de Diego Armando Estacio, pero sí nos informa de una situación de penuria, de dificultades en la leva de nuevos asesinos y de desconfianza; nos habla de una actuación extremadamente cautelosa, en la que los asesinos jefes de los asesinos de base confían todo a un grupo, quizás por la certeza de saberse trufados por la policía.
La forma en que estos dos sujetos son detenidos también refleja la falta de una mínima profesionalidad, que parece necesaria hasta para ser criminal. Luego, han cantado por soleares, con todo lujo de detalles, dando pelos y señales de lo que habían hecho y de lo que deseaban hacer. Otro indicador de la extrema fragilidad de estos sujetos cobardes: son capaces de celebrar el asesinato de dos humildes inmigrantes, pero luego cantan de plano según entran en comisaría.
Esto es lo sustancial de los hechos: una eficaz actuación de la Guardia Civil que permite la detención de los asesinos en el momento idóneo, es decir, antes de que atenten; que permite la incautación de armas y explosivos, preparados para volver a asesinar, y localizar a otros etarras que más pronto que tarde serán también detenidos.
La detención ha estado acompañada de declaraciones críticas por parte del Gobierno vasco y por la actitud sensacionalista de algunos medios de comunicación. Unos y otros han estado dispuestos a poner en el mismo plano las explicaciones de los guardias civiles y las de los asesinos. En algunos casos han dado más crédito a los criminales que a sus posibles víctimas. En otros han omitido aquellas partes del testimonio de los etarras que avalaban la versión coherente de los hechos.
Resulta verosímil esta versión: los guardias civiles detectan a estos dos sujetos que les resultan sospechosos por la forma en que les miran -es más que posible que tuvieran información previa sobre ellos y que no estuvieran cerca de ellos por pura casualidad-. Les piden la documentación, les dicen que abran unas bolsas que llevaban y al negarse y salir corriendo se inicia una persecución que da con los etarras en el suelo, placados por los guardias civiles. Esa detención se tiene que hacer por la fuerza y da un poco de vergüenza tener que explicar esto. Por la fuerza porque normalmente los etarras no suelen dejarse detener, salvo casos excepcionales; por la fuerza porque los guardias civiles han podido imaginar, con todo fundamento, que los etarras iban armados y podían asesinarles, y por la fuerza porque no hay otra forma de hacerse con un sujeto que huye. En ese placaje, en ese forcejeo se han podido producir lesiones. Los informes forenses dicen que son perfectamente compatibles con una detención.
Lo cierto es que el etarra Igor Portu entró al hospital por su propio pie, consciente y orientado. Romperse una costilla es algo extremadamente fácil. Al principio se siente un dolor, una molestia que con el paso del tiempo, cuando uno se enfría, adquiere más relevancia, más aún si en la ruptura de la costilla ésta ha perforado el pulmón. Normalmente pasa un tiempo desde que se produce la lesión hasta la percepción de su mayor o menor gravedad. En cualquier caso, estamos en una democracia, en un sistema extraordinariamente garantista y, en el supuesto de que algo no se haya hecho ajustado a derecho, será esclarecido. La Justicia deberá establecer si hubo o no malos tratos y si el testimonio del testigo de la detención se ajusta a la verdad o no. Pueden dar gracias los etarras por haber sido detenidos en España, no sé lo que hubiera sido de ellos en Francia y, no digamos ya, en los USA.
En fin, que enhorabuena para las Fuerzs de Seguridad, que con su profesionalidad han impedido nuevas víctimas, nueva sangre, nuevo dolor. Deseos de que los que en su día dijeron que las detenciones eran un milagro, o que sólo se detenía en Francia, repasen sus palabras. Y constatar una vez más lo evidente: la derrota de ETA es, sobre todo, la derrota policial de ETA.
José María Calleja, EL DIARIO VASCO, 15/1/2008