MIKEL BUESA-La Razón

  • Los dirigentes jeltzales han señalado su descontento con su estatus segundón en el Congreso de los Diputados
Si hay un partido inquieto con la deriva del conglomerado Frankenstein, ese es el PNV. Los dirigentes jeltzales se manifiestan con un creciente desasosiego, no sólo porque la política que promueve la coalición PSOE-UP casa mal con sus postulados ideológicos y con el conservadurismo de sus votantes, sino porque están llegando al límite de las posibilidades reivindicativas que podrían justificar su apoyo al sanchismo. Con las prisiones se ha cerrado lo fundamental de éstas y ya no queda sino reivindicar «un autogobierno justo», como señaló Andoni Ortuzar hace pocas semanas, allá en Foronda, en el «Alderdi Eguna». Qué cosa sea ese tipo de autogobierno está por definir, aunque algo avanzó el lehendakari Urkullu en su discurso de Política General apelando al retorno a una confusa «soberanía foral» fundamentada en unas ilusorias instituciones anteriores a 1839. Esa prédica puede servirle para frenar el impulso separatista de la «izquierda abertzale» -que pugna por la alternancia en el Palacio de Ajuria Enea-, pero lo que tiene claro el PNV es que de ninguna manera puede romper con España porque la mayor parte de su base electoral repudia la idea de la independencia.

En esta situación, los dirigentes jeltzales han señalado su descontento con su estatus segundón en el Congreso de los Diputados. Y han amagado con abandonar su apoyo al gobierno Sánchez. Hasta hace poco creían poder encontrar en las filas populares algún cobijo si esa posibilidad se materializara, de manera que se diera continuidad, en su momento, a su agenda reivindicativa. Pero la Convención del PP y especialmente el discurso de Pablo Casado en Valencia han cortado de raíz tal pretensión. Ortuzar ha tildado de «involución total» y de «grave error» el proyecto de Casado y le ha acusado de colocarse en la «extrema derecha». Curiosamente, esas críticas han sido paralelas a una reivindicación del «sistema constitucional en el ámbito autonómico», lo que denota un nerviosismo inédito para un partido que se ha mostrado sobrado hasta ahora. Las tribulaciones del PNV son motivo de preocupación. ¿Qué hacer?, se preguntan insatisfechos con lo que tienen -aunque amenacen al PP con seguir apoyando a Sánchez- y, sobre todo, con el futuro marginal que les depara un posible cambio en el ciclo político.