Olatz Barriuso-El Correo

  • Mientras Feijóo se acerca a Junts, su relación con los jeltzales, indispensables en una mayoría alternativa, sigue congelada y sin posibilidad de deshielo a corto plazo

Hay heridas que tardan en cicatrizar o no lo hacen nunca y el apoyo del PNV a la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a La Moncloa en mayo de 2018, apenas unos días después de haber cerrado un acuerdo presupuestario con Mariano Rajoy, es una de ellas. Todavía esta pasada semana el popular Borja Sémper hablaba de «traición». «¡Anda lo que no tendría que decir el PP del PNV cuando en una semana traicionaron a Rajoy!», se despachó el portavoz, cuestionado por el desdén con que Sabin Etxea suele referirse a los populares y su peculiar estrategia para «hacer amigos» en Madrid.

El episodio demuestra que la desconfianza entre ambas fuerzas políticas, lejos de atemperarse con el tiempo, se ha mantenido o incluso acrecentado desde aquel episodio, traumático para Génova. Incluso ahora, mientras arrecian las insinuaciones del ala izquierda de los socios de Sánchez sobre la supuesta «mayoría alternativa» que «la derecha» -PP, Vox, PNV y Junts- estaría fraguando en el Congreso, la tensión entre ambos se puede cortar con cuchillo, aunque coincidan en votaciones significativas.

Es más, Sémper -que, con décadas en Euskadi a sus espaldas, conoce bien el paño- se ha convertido en altavoz popular de las invectivas contra la «soberbia» del PNV, que, ha deslizado, sólo se les acercará de nuevo cuando un varapalo en las urnas les fuerce a dar un volantazo. En su última visita a San Sebastián, convocó a los medios para denunciar el «silencio atronador» del PNV ante la «corrupción» del PSOE y deslizó que «algún peaje» pagan los de Andoni Ortuzar a Sánchez. Sabin Etxea se molestó en responder para exigirle que no traiga a Euskadi «lo peor de la política madrileña».

Cada vez que el PNV ha coincidido en voto con el PP, se ha esforzado después en desmarcarse

Otro cruce envenenado y lleno de intención que ilustra la nula química entre PNV y PP y cómo, más que preparar el terreno para esos rituales de apareamiento de los que le gustaba hablar a Arzalluz, populares y jeltzales se marcan de cerca, conscientes también de que compiten en Euskadi por un electorado fronterizo. El mejor ejemplo de esta gélida relación, que fuentes jeltzales describen como «testimonial» -no existe una comunicación «estable», precisan- es la votación de la enmienda que en la práctica tumbaba el gravamen a las energéticas.

Los populares vivieron la victoria parlamentaria con auténtica euforia porque, en estos tiempos en los que prevalece el relato, les sirve para desmontar el mito de un Sánchez invencible encastillado en Moncloa. Pero, a la hora de cocinarla, mientras que con Junts hubo guiso -conversaciones, sobre todo con el diputado Josep Maria Cruset-, el PNV cayó por sí solo en la marmita. Aitor Esteban ya ha dejado caer en entrevistas recientes que, aunque los populares le llaman «constantemente» para intentar infligir derrotas al Gobierno, el PNV se debe a sus «acuerdos» con Sánchez y a la «responsabilidad» de evitar, a diferencia de las veleidades que achaca a una Ione Belarra deseosa, en su opinión, de forzar un adelanto electoral, el advenimiento de un Ejecutivo PP-Vox.

Esa dicotomía en la que viven los jeltzales -muro de contención de la extrema derecha en una Euskadi escorada al centro izquierda, pero a la vez históricamente próximos a los empresarios o a la oposición venezolana a Maduro- explica las votaciones más sonadas en las que ha coincidido con el PP. Curiosamente, en ambas -el varapalo al impuesto a las energéticas y la iniciativa para instar al Gobierno a reconocer a Edmundo González como presidente legítimo- se observó después un claro intento de desmarcarse del PP. El rechazo a incrementar la presión tributaria sobre compañías como Repsol, dirigida por Josu Jon Imaz, se argumenta estrictamente por razones de invasión del autogobierno y el episodio venezolano acabó con el famoso ‘torpe, que eres un torpe’ de Esteban a Miguel Tellado.

Fuentes de Génova reconocen igualmente que la sintonía es inexistente y dudan de que mejore si Esteban, con quien tampoco hay ‘feeling’, releva finalmente a Andoni Ortuzar al frente del EBB. Existen pocas posibilidades, por lo tanto, de que el deshielo se inicie a corto plazo, como reconocen también en el PNV. Destellos como el apoyo del PP guipuzcoano a los Presupuestos del Ejecutivo foral de Eider Mendoza obedecen a lógicas estrictamente locales para ganar visibilidad. Los últimos contactos no oficiales en Madrid -por ejemplo, para intentar seducir a los jeltzales en la fallida investidura de Alberto Ñúñez Feijóo- se hicieron por personas interpuestas, ajenas e incluso críticas con la cúpula de Sabin Etxea. La marcha de Urkullu, que mantenía una relación fluida con Feijóo, tampoco ayudó. Seguramente, la frialdad se debe a la percepción en el PNV sobre las cualidades de Sánchez como superviviente nato. «Feijóo cree que ha empezado una cuenta atrás. Pero no es una cuenta atrás para Sánchez, sino para él mismo», atizó Ortuzar.