ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Los británicos no han dejado de pagar por ese gigantesco error que fue el Brexit

Nuestra casa común no vive su mejor momento, cierto. Personajes como Adenauer, De Gaulle o De Gasperi, capaces de concebir y poner en marcha el formidable proyecto de la Comunidad Económica Europea sobre los escombros de la II Guerra Mundial, brillan por su ausencia. El club nacido para albergar en su seno libertad y prosperidad a partes iguales ha ampliado notablemente el número de sus miembros, aunque la calidad de sus dirigentes haya sufrido un deterioro de proporciones desoladoras.

Con alguna pequeña excepción, los líderes europeos no son dignos de ese nombre, ni en lo que atañe a las instituciones comunitarias ni tampoco si pensamos en cada uno de los países integrantes de la Unión. Alemania, durante lustros poderosa locomotora impulsora del continente, anda a la deriva, gravemente herida por su dependencia suicida del gas ruso, bajo el mando de un canciller débil, maniatado por sus socios de gobierno y por su propia falta de personalidad. Francia intenta resistir el asalto del populismo extremista aferrada a su antigua ‘grandeur’, aunque su presidente carga el peso de un Estado elefantiásico, frontalmente opuesto a cualquier reforma, difícilmente compatible con una realidad geopolítica cada vez más volátil. Los Países Bajos se han convertido en un paraíso para la mafia del narco, que tiene en su punto de mira al mismísimo primer ministro. Bélgica está minada por el radicalismo islamista que infecta a buena parte de su amplia comunidad musulmana, hasta el extremo de cuajar en un partido legal que pretende imponer en el país la ley islámica o sharía. Hungría, uno de los nuevos socios, ha recibido varios toques de atención por sus lagunas democráticas, al igual que Polonia. Y en cuanto a España… ¡Qué les voy a contar! Nuestro Pedro Sánchez, amenazado de desahucio por las urnas, aspira a encontrar acomodo en alguno de los puestos magníficamente retribuidos que ofrece el club, pese a contar con un currículo tan vergonzante como vergonzoso: se aupó al poder aliándose con comunistas, golpistas y herederos de terroristas, pilotó la pandemia no solo saltándose la Constitución con sus estados de alarma, sino dejando un saldo de muertos y ruina que encabeza el ranking europeo, y, no contento con esa desastrosa gestión económica, ha lanzado una ofensiva contra la independencia de la justicia y otras instituciones garantes del estado de derecho sin parangón en nuestra historia reciente.

Europa atraviesa una época oscura, es verdad. ¿Pero hay más luz fuera de ella? ¡No! Ahí está el ejemplo inglés como aviso a navegantes. Los británicos buscaron la salvación a sus problemas cediendo a la demagogia del regreso a la nación, y no han dejado de pagar por ese gigantesco error que fue el Brexit. La libra cae en picado. Llevan tres gobiernos en dos años. La lección es evidente: dentro de la Unión hace frío, fuera de ella te congelas.