Teodoro León Gross-El País
Tras meses de tregua en torno al 155, la política nacional vuelve a las trincheras
La sesión de control de la semana, cargada de metralla, traía a la memoria una imagen popular de la Gran Guerra del 14: la tregua navideña de Ypres en que los enemigos interrumpieron la sangría para cantar villancicos e incluso jugar a fútbol. La imagen, sin embargo, es el día después: esos muchachos volvieron a la trinchera tras la celebración para seguir matándose sin miramientos. Los constitucionalistas, tras meses de tregua en torno al 155 y los recursos al Tribunal Constitucional, han vuelto con naturalidad a las trincheras. Esta semana, dando por amortizado a Puigdemont, reaparece a destajo la corrupción, con los arrepentidos incendiando Génova, y la antipolítica de La Moncloa. Más madera… es la guerra.
Más allá del unionismo, se ha escenificado una ruptura incluso del bloque de la gobernabilidad. Ciudadanos, en ebullición demoscópica, ha dinamitado su cartel de marca blanca del PP con el aval del incumplimiento del pacto (el desprecio de Rajoy llega al punto de negarles la cabeza de la senadora púnica Barreiro). La pregunta del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) escoció a Rajoy, que reservó el tono más duro a sus socios. El PNV, a su vez, ha roto con una propuesta estatutaria provocadora, acusando a España de “nacionalismo rampante” y resucitar a El Cid, toda una ironía viniendo del partido carlistón de Sabino Arana. Gran clima ante los Presupuestos. El tablero se ha descompuesto. Incluso Podemos, que percute y percute en Emepunto Rajoy, tantea de nuevo el eje de “la nueva política”.
El PSOE, al que le falta pegada en el Congreso por el perfil de su portavoza, ha intuido bien el flanco más débil: la parálisis de España. Sánchez ha aleccionado a los suyos para explotar esa inacción: “Es un Gobierno varado, sin impulso, que no da señales de vida”. Sin renunciar a la corrupción, su estrategia son 10 propuestas legislativas frente al bloqueo de la legislatura estéril, desgastada en Cataluña, con Rajoy, fiando todo a la inercia de la economía para dar cifras de empleo, pero ajeno a los indicadores sociales.
Desde luego no es casualidad que la presidenta del Congreso —de facto, vicepresidenta de San Jerónimo— haya convocado a los grupos para tratar el bloqueo por la prórroga de las enmiendas. El balance es bárbaro: 40 iniciativas de la oposición están atascadas ahí. Entretanto, Sáenz de Santamaría activaba la máquina de propaganda con cinco proyectos de ley llevados ayer al Consejo de Ministros; y Rajoy citaba a sus barones contra el bloqueo, mientras se lanzaba al populismo punitivo de la prisión permanente con el retablo de las víctimas. En definitiva tratan de vender el mensaje de que sí actúan. Parecen asustados.
Con el tablero patas arriba, al bipartidismo le irrita la iniciativa de Ciudadanos y Unidos Podemos: “Unos están con la calculadora, otros estamos con las pensiones”, ración de populismo del PSOE que saca codos a derecha e izquierda. El Gobierno Rajoy, incapaz para el diálogo y parapetado hasta ahora en la agenda catalana, se ve forzado a reaccionar y parece dispuesto, por el tono, a dar batalla. La incógnita es si además van a gobernar por fin.