- En España enterramos muy bien a los muertos, pero nadie lo hace mejor que la izquierda con sus agresores sexuales.
En septiembre de 2023 Podemos largó a Juan Carlos Monedero por las denuncias de violencia sexual que se habían recibido contra él. Como en el caso de Iñigo Errejón, todo Madrid conocía desde hace años los rumores sobre Monedero, pero el partido no actuó hasta que las denuncias amenazaron con hacerse públicas.
«Muchas gracias por tu incansable trabajo, pero sobre todo por haberte desvivido siempre por su magnífica militancia» le dijo Ione Belarra en Twitter a Monedero. «Y tan magnífica» podría haber contestado Monedero con el palillo en la boca.
«Compañero y amigo», le dijo Martina Velarde, «gracias por haber puesto siempre a la militancia en el centro, por el de abajo a arriba, por haber estado siempre para Andalucía, por juntarnos a muchas, por querernos, por hacer mucho curro sin pedir nada a cambio. Te necesitábamos y te necesitamos».
En España enterramos muy bien a los muertos, pero nadie lo hace mejor que la izquierda con sus agresores sexuales. La sospecha empieza a ser que la ley del ‘sí es sí’ no excarcela a los violadores como consecuencia indeseada de la ignorancia jurídica de Irene Montero, sino como efecto buscado: nunca se sabe cuándo un macho alfa de Podemos acabará entre rejas condenado por agresión sexual.
Qué menos, entonces, que acortarle en la medida de lo posible la estancia en prisión.
En abril de 1992, el expresidente del Parlamento Vasco y secretario general del PSE-PSOE de Guipúzcoa, Jesús Eguiguren, fue condenado por un juzgado de San Sebastián a diecisiete días de arresto por golpear a su mujer con un paraguas, con un zapato y con las manos. Ella sospechaba que él la engañaba con otra y cuando estalló la discusión, Eguiguren sacó el paraguas y se puso a repartir como un ventilador.
Luego, en 2002, pelillos a la mar y paraguas al paragüero, Eguiguren fue nombrado presidente del PSE-EE PSOE. Lo fue doce años, hasta 2014.
Hay más casos recientes. El de Juan Luis Cepa (PSOE), por ejemplo, que dimitió en agosto de 2024 de todos sus cargos cuando se supo que estaba siendo investigado por agresión sexual a un menor de trece años al que conoció en Grindr, una app de citas.
O el de Ángel Hernández, exprocurador del PSOE en las Cortes de Castilla y León, que fue detenido en febrero de 2024 por violencia machista.
O el de Pablo Soto, que fue expulsado de Más Madrid en 2019 por «acoso sexual a una militante».
O el de Miguel Ángel Bustamante, de Izquierda Unida, que fue denunciado por su mujer en octubre de 2022 por un delito de violencia de género.
Abierta la veda con Errejón, las aguas se han desbordado en la extrema izquierda. Hace sólo tres días, Juanjo Martínez, candidato de Sumar en las últimas elecciones europeas, fue señalado por exmilitantes del partido como «un cerdo» y «un alcohólico».
Podemos le cesó el martes de su cargo en el consejo de administración de la Empresa Municipal de Transporte de Palma por «pérdida de confianza». Según explican algunos medios, Martínez utilizaba el local del partido como «picadero».
Una búsqueda en Google de las palabras «denuncia», «sexual», «Podemos» y «Sumar» arroja dos tipos de resultados.
El primero, la de aquellos militantes y altos cargos de Podemos que han sido denunciados o condenados por agresión sexual. Salvador Salvatierra de Toro. Casiano Antonio Hernández. Pedro Palacio Maguregui.
Es el caso también de Xabier Ron, que habría bastado para acabar con la carrera de Yolanda Díaz en un país que se tomara en serio la responsabilidad de sus políticos.
El segundo resultado es el de Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz y tantas otras y otros altos cargos de Podemos, de Sumar y de Más Madrid sermoneando sobre machismo, heteropatriarcado y violencia sexual.
En público se aporrean el pecho y hacen profesión de pureza, y en privado entierran las denuncias contra sus machos alfa y les protegen hasta que alguna víctima se va de la boca en público y el caso trasciende a los medios. Luego dicen no sé qué de «los curas». Pero la única diferencia es que estos no van con sotana, sino con camisetas de Ska-P.
Contaban los miembros de Metallica en una vieja entrevista que cuando empezaron a hacerse famosos se turnaban durante los conciertos para tener sexo con sus fans. Dejaban a uno del grupo haciendo un solo sobre el escenario y los otros tres se metían en el backstage a «pasar revista» (así lo llamaban). Si por lo que sea uno se retrasaba más de lo normal, le pedían al que estaba de guardia que alargara el solo.
Si Metallica hubieran sido españoles, no habrían montado un grupo. Se habrían afiliado a Podemos y le habrían pedido a Belarra que alargara su discurso durante los mítines. «Alarga un poco la matraca, Ione, que voy a refrescarme un momento al baño».