EL CORREO 30/11/14
ALBERTO AYALA
· O cuando enseñar las cartas se puede convertir en un problema y no hacerlo, también
Es muy fácil dar lecciones. Lo que resulta mucho más difícil es ofrecer explicaciones». Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, se expresaba el pasado jueves en estos términos en referencia al líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una entrevista concedida al programa ‘La noche 24 horas’, de TVE. El joven líder socialista está en lo cierto, y por partida doble.
Podemos, sobra decirlo, se ha convertido en poco más de medio año en actor protagonista de la política española. Si ese protagonismo será o no fugaz, si la formación que lidera Iglesias se comportará o no como un suflé, que baja igual de rápido que sube, lo decidirán los ciudadanos y sólo lo sabremos con el tiempo. Los libros de Historia están llenos de ejemplos en una y otra dirección.
Respecto a la clave de su éxito, tampoco es ningún secreto. Pablo Iglesias ha sabido poner voz y, sobre todo, esperanza al mayúsculo cabreo de una buena parte de la sociedad empobrecida por la crisis, asqueada con tanta corrupción y desanimada por la ausencia de horizontes. Para sí y para una juventud que, como no sucedía desde hace décadas, ha vuelto a pensar en la emigración como mejor recurso de futuro tras dedicar el primer cuarto de siglo de su vida a formarse; en muchos casos gracias al enorme esfuerzo económico desplegado por sus padres. bles de todos los males que les/nos aquejan. A los que denominan «la casta», a los dos grandes partidos que han protagonizado la vida pública española desde los años 80, PSOE y PP. Podemos, pues, como voto de castigo.
Se destapó en las europeas de mayo y desde entonces el fenómeno no ha hecho sino tomar cuerpo y crecer, según certifican todas las encuestas. Un caso especialmente paradigmático puede ser el de Navarra. Sendos estudios hechos públicos en cinco días –el ‘Navarrómetro’, que encarga y paga el Parlamento foral, y el de CIES, la empresa posiblemente más prestigiosa del sector en la comunidad foral– coinciden en que, si de aquí a las autonómicas de mayo, no ocurre nada extraño, Podemos determinará, por acción u omisión, qué gobierno tendrá la comunidad vecina el próximo cuatrienio.
· Pedro Sánchez tiene razón: es más fácil quejarse que dar trigo
El ‘Navarrómetro’ vaticinaba que el partido de Iglesias se convertirá en la primera fuerza política con 18 escaños, en una Cámara de 50. CIES mantiene también que el nuevo partido tendrá una irrupción espectacular en la vida pública navarra, pero más limitada: segunda fuerza con 12 parlamentarios, tras UPN, que ha gobernado la comunidad foral en las dos últimas décadas sola o con los socialistas. En uno u otro caso, Podemos tendría la llave del Palacio foral. Tanto si da su apoyo a alguien como si lo recibe, o si se abstiene de tomar partido.
Y, claro, han llegado las preguntas, y también algunas respuestas, de todo tipo. Para no desvelar nada, como la posición del partido en el contencioso NavarraEuskadi. O para apuntar cosas. Como que la decisión sobre eventuales pactos con EH Bildu la adoptarán los máximos órganos del partido en Madrid, una vez escuchada la opinión de los círculos navarros. Joan Josep Boch, una de las voces autorizadas de Podemos en la comunidad foral, sugería de forma indirecta el lunes en el programa ‘El dilema’, de ETB2, que sí se plantean acuerdos con la izquierda abertzale y que ya han comenzado a abordar el asunto con el núcleo dirigente del partido en la capital del reino.
Han bastado estas mínimas concreciones para que empezaran a saltar las costuras en la sección navarra del partido de Iglesias. El miércoles uno de los círculos de la formación en la comunidad foral, el de Orkoien, decidía disolverse. La razón: su indignación ante la posibilidad de que Podemos sea una versión dos del PSOE y los asuntos navarros se decidan en Madrid.
Propuestas de éxito social
En la recta final de la semana, Pablo Iglesias y los economistas Juan Torres y Vicenç Navarro presentaban las propuestas de estos dos representantes del keynesianismo que servirán de base para elaborar el programa económico de Podemos de cara a las generales de noviembre de 2015. Grosso modo, aromas a socialdemocracia clásica y algunas iniciativas de seguro éxito social y difícil, muy difícil financiación. A esa socialdemocracia que muchos partidos socialistas europeos abandonaron abruptamente tras la caída del muro de Berlín para abrazar terceras vías de corte socialiberal y hasta posiciones conservadoras respecto a determinados servicios públicos.
Propuestas como la implantación en España de las 35 horas semanales, que fueron estandarte del sindicalismo alemán en los 80 y del socialismo francés en el arranque del nuevo siglo (de la mano de Martine Auvry, en esta momento cabeza visible del cada vez más amplio sector crítico del PSF con el primer ministro Manuel Valls). Y que desde hace unos años parecen batirse en retirada empujadas por la crisis y los poderes transnacionales.
Es muy posible que estos y otros puntos del programa –que deja fuera las medidas más radicales que sí figuraban en el de las europeas– puedan alejar del partido a algunos simpatizantes que habían abrazado a Podemos como papeleta de castigo. Pedro Sánchez tiene razón: es mucho más fácil quejarse que dar trigo.
Iglesias y su ‘núcleo duro’, Errejón, Bescansa y Monedero, tienen un gran dilema por delante hasta las generales. Y es que enseñar sus cartas, sus propuestas, pactar o no pactar, se puede convertir en un problema y no hacerlo, también.