Luis Ventoso-ABC

  • Solo una formación estatal apoya la violencia, desprecia la democracia y va contra la unidad de España

El miércoles por la mañana, Sánchez levitaba en el Congreso tras su presunta gran victoria catalana (que cuando se disipe la nube de incienso propagandística se descubrirá que le va a dar más quebraderos de cabeza que beneficios). Adoptando un tono perdonavidas, con esa voz queda y sentida que reserva para cuando se pone mayestático, Mi Persona se dirigió a las bancadas de PP y Podemos para demandarles su ruptura inmediata con «el populismo reaccionario de ultraderecha». Acto seguido, el presidente que más ha mentido a los españoles, y que mantiene a un vicepresidente que predica que nuestra democracia es una mierda, pasó a enumerar los supuestos pecados de Vox: «Miente masivamente», «divide y polariza a la sociedad española» y «desprestigia la calidad democrática de este país». Sin pretenderlo, Sánchez acababa de hacer el retrato exacto del partido que ha elegido como su socio de Gobierno. En la tarde de ese mismo día, vándalos antisistema aplaudidos por Podemos atacaron a la policía adoquín en mano en Madrid, Barcelona y otras ciudades, y destrozaron y saquearon negocios. Hubo numerosos agentes y manifestantes heridos y una mujer perdió un ojo en Cataluña durante las algaradas con los mossos.

El móvil de las protestas era pedir la libertad de Pablo Rivadulla Duró, un niño bien de Lérida de 32 años, de apellido artístico Hasel y supuesto rapero, de ideología de extrema izquierda y obra ‘artística’ ignota. Rivadulla es un energúmeno que escupe bilis y que ayer mismo fue condenado a dos años y medio de cárcel más por abordar en un café ilerdense al testigo de un juicio y amenazarlo con un «te mataré, hijo de puta, ya te cogeré».

El dominio mediático y académico del autodenominado ‘progresismo’ ha hecho tragar a parte de la sociedad española una enorme rueda de molino, según la cual Vox es un peligrosísimo partido ultra, al que hay que frenar con todo tipo de cordones sanitarios, mientras que Podemos son unos jóvenes idealistas de izquierda solidaria, comprometidos con ‘la gente’, acaso un poco iconoclastas. Es tiempo de refutar esa entelequia. Vox emplea técnicas de comunicación política de trazas populistas y algunos de sus planteamientos, como su esotérico antieuropeismo, pueden resultar peregrinos. Pero es un partido que está con la legalidad constitucional y la democracia española, defiende con firmeza la unidad de España y apoya a las empresas y el libre mercado. Por contra, Podemos aspira a liquidar la libertad de prensa mediante lo que Iglesias llama «control democrático», amenazan a los jueces, les repugna nuestra democracia y sus derechos, apoyan que se rompa la nación española, pretenden reducir la libertad económica y acogotar a los empresarios, jalean las manifestaciones violentas si son de su cuerda y proponen gilipolleces tan paranormales como poder cambiar de sexo solo con declararlo en una ventanilla.

Admirable Sánchez: en España solo existe un partido estatal ultra, Podemos. Para más señas, su socio.