EL MUNDO – 21/05/17
· Pablo Iglesias intentó ayer un llenazo en la Puerta del Sol para profundizar en su estrategia de hacer oposición en la calle –en lugar de en el Congreso– y para exhibir músculo ante las primarias del PSOE, que se celebran hoy.
Paradójicamente, el pretexto era recabar el apoyo de sus bases para activar una de las herramientas parlamentarias por excelencia, la moción de censura. Pero toda la fuerza movilizadora de Podemos no sirvió para llenar el emblemático kilómetro cero.
Iglesias: «Este país es mejor que su Parlamento»
Aún así, ante miles de personas Iglesias hizo uso de su mensaje más populista: «No vamos a tener aliados en las élites económicas, queremos construir nuestros aliados en la sociedad civil. Esta moción de censura la vamos a ganar con la sociedad civil, este país es mejor que su Parlamento».
Pablo Iglesias ha convertido la moción de censura en una parte relevante de su estrategia para las próximas elecciones. Primero para las autonómicas y municipales de 2019 y, por supuesto, para las generales de 2020. Así se lo explicó a los miembros del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos durante la segunda reunión que celebra el órgano de dirección después del congreso de Vistalegre II. Y que sirvió como calentamiento de la concentración celebrada horas después.
En su intervención en abierto, Iglesias insistió en que la moción de censura, que fracasará al contar con menos de un tercio de los apoyos entre los diputados, debe servir para ensanchar la base electoral del partido. «Sabemos que la moción de censura no va a prosperar. Sabemos que no voy a ser presidente después», dijo Iglesias, quien subrayó que el objetivo está en «ganar en la sociedad», «que es donde cuenta». No obstante, el líder de Podemos reconoció que esta maniobra implica «enorme riesgos».
Si hace meses Pablo Iglesias planteaba un giro a posiciones más a la izquierda de lo que venía representando Podemos, ayer dibujó un regreso a posiciones más trasversales al indicar que tendrá que defender un «programa de gobierno» más abierto que el suyo para encontrar el respaldo de todos aquellos que, ante todo, quieren echar al Partido Popular del Gobierno.
El líder de la formación morada admitió que la moción de censura «forma parte de una transición» que tiene que llevar a Podemos a las elecciones generales. Primero asumiendo que en 2019 hay que seguir gobernando los ayuntamientos actuales y «ampliar» a otros; además de intentar lograr comunidades autónomas. Para, después, «ganar» en 2020 formando un «bloque histórico» con IU y otras fuerzas políticas. Y, finalmente, «para forzar a que otros actores asuman como inevitable que el cambio político se tiene que producir y que tiene que tener una dirección constituyente».
La movilización, gratinada por un sol inclemente, fue amplia pero menor que en otras ocasiones. Los convocantes la cifraron en 40.000 asistentes, mientras que la Delegación del Gobierno la redujo a 6.000. Este organismo explicó que para las campanadas de Nochevieja se autoriza la entrada de 25.000 personas. A simple vista, ayer no había tantas en la Puerta del Sol.
Y eso que Podemos sacó a la tribuna todas sus estrellas, salvo a Íñigo Errejón, que continúa relegado al ostracismo. Y todas con la falta de legitimación del Congreso como representante de la sociedad como mensaje primordial. Así, Pablo Echenique, secretario de Organización, aseguró que «la moción» ya había sido ganada, «porque los números del parlamento no son los números en la calle». Atacó a PSOE y a Ciudadanos por haber investido a Mariano Rajoy, «ahora testigo de la Audiencia Nacional» –en referencia a su próxima declaración en Gürtel.
Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida, recalcó que la moción de censura es «la expresión de la indignación de la sociedad que reclama un cambio».
También la portavoz parlamentaria de Unidos Podemos, Irene Montero, refirió al PSOE y a Ciudadanos y les acusó de apoyar la corrupción del PP: «Le van a regalar un escondite al Partido Popular». «Somos un pueblo llevando en volandas a Pablo Iglesias a la Moncloa en 2020», zanjó Ramón Espinar.
EL MUNDO – 21/05/17