EL MUNDO 01/09/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
Nunca sabemos lo injustos que podemos llegar a ser en nuestras apreciaciones. Un suponer, al considerar que Podemos ha barrido por igual a izquierdas y derechas, a grandes y a pequeños. Es evidente el estrago causado en los dos grandes partidos y el bipartidismo que venían manteniendo. Pero también ha hecho su destrozo en quienes aspiraban a ser bisagra. Elemental: hundido el bipartidismo, la bisagra pierde buena parte de su función política.
El PP se recupera un poco del bajón de las europeas y su intención de voto sólo baja 14,5 puntos respecto a aquel 20-N. Va a pagar en Cataluña la complacencia que le produce ver cómo su principal adversario siente el calor de los bolivarianos trepando por su chepa en toda España. Unos resultados como los de este sondeo configuran el mapa de un país rigurosamente ingobernable.
El estropicio mayor de Podemos se produce en el ámbito de la izquierda. IU, que consideró un triunfo electoral sus seis escaños en Europa, sin percibir que los emergentes la comía el terreno peligrosamente, ve cómo Podemos los quintuplica en intención de voto. No sólo: Cayo Lara es el único líder, si me permiten la licencia, cuyos votantes valoran más a Pablo Iglesias. Algo se temía él. De ahí que hubiera propuesto a Alberto Garzón, cuyo programa máximo es pactar con Podemos. No entienden nada. ¿Qué interés tiene para su objeto de deseo acordar nada con ellos? Les basta con llevarse a sus votantes.
No hay expresión más acabada del fin del bipartidismo que ver a la alternativa de izquierdas en virtual empate técnico con un partido que no es partido, nacido hace unos meses en las redes sociales. Sus votantes, los del PSOE, creen –se temen– que Podemos puede quitarle el liderazgo de la izquierda a los socialistas en mayor medida que los ciudadanos del común (49,6% frente al 43%). Ya se lo había advertido a sus compañeros Nicolás Redondo: «Si jugamos a Podemos, gana Podemos». Especialmente si creemos que la mejor forma de neutralizarlos es darles la razón y que los errores de los partidos se corrigen apostando por uno mayor; si se considera que mostrar la inanidad intelectual de sus proclamas, la irrealidad de sus aspiraciones y el totalitarismo de sus actitudes, equivale a fortalecerles.
UPyD también ha retrocedido, siguiendo la tendencia que ya había asomado en las europeas con la aparición no de Podemos, con quien no se disputa electorado, pero sí con C’s. Es evidente que si UPyD y la formación de Albert Rivera hubieran comparecido juntas habrían quitado a Pablo Iglesias y su populismo sincopado la condición de tercera fuerza política. Es muy notable que, entre sus votantes, los partidarios del pacto con Ciudadanos superan en casi 20 puntos a los contrarios. En el conjunto de los españoles, las preferencias se invierten y los refractarios al acuerdo superan en casi ocho puntos a los partidarios, aunque no tanto como en la dirección del partido, donde los reacios se aproximan al 100%.
Hay una excepción, un dirigente que no se ha visto afectado en su posición ni en su proyecto por la aparición de Podemos. Artur Mas i Gavarró–demos ya el nombre de este héroe de nuestro tiempo– no ha flaqueado en los cinco meses transcurridos desde las elecciones europeas hasta la encuesta de intención de voto de Sigma Dos que comentamos.
No es que su partido haya aumentado en intención de voto. Convergencia i Unió ha retrocedido y se confirma su pérdida de hegemonía frente a ERC, que lo supera por más de cuatro puntos. También adelanta al PP y a Ciudadanos y se queda a apenas punto y medio del PSC.
Sin embargo, el fiasco de Mas nada tiene que ver con Pablo Iglesias y su tropa. Su fracaso es suyo y se lo debe a su propia inutilidad, a su extraordinaria torpeza política, al confundir una manifestación independentista con el mandato de un pueblo que lo aclamaba en calidad de Moisés.
Unos más y otros menos, la contribución al éxito de estos populistas que exaltan la violencia con maneras tan amables ha sido general. Queda por ver si superarán el reto de convertirse en un partido, pero ya asoman algunas nubes en el horizonte. Javi Madrazo, antiguo consejero de Ibarretxe, reaparece como simpatizante de los círculos de Podemos. Tengo para mí que este cargo también le viene grande.
Al volver de vacaciones he visto el reclamo publicitario de la empresa Media Markt: «No es un país para tontos». Gramsci, autor que citan mucho el de La Tuerka y su tropa, habría matizado: «Frente al pesimismo periodístico nos queda el optimismo de la publicidad».