RAÚL DEL POZO-El Mundo
Dice el clásico que el exceso es el veneno de la razón. En nuestro tiempo, la cultura democrática ha sido sustituida por la audiencia y por el exceso a lo Trump–aquello que los griegos llamaban el hybris (la desmesura), la soberbia, el ego efébico–, lo contrario a la prudencia política.
Esa desmesura ha atacado a los políticos, especialmente a los de Vox, que empezaron llamando al PP «derechita cobarde» y ya van llamando a Albert Rivera «lameculos». Ése es el camino que puede terminar a hostias, cuando en Cataluña vuelvan a la desobediencia civil, los jueces escriban la sentencia por rebelión y la gente vuelva a desacreditar a los políticos.
El verano está siendo muy entretenido, con una extrema derecha procaz, un Gobierno clerófobo, una derecha tragasantos y el regreso del fulanismo y la trivialidad para la investidura. Madrid ha vuelto a ser el campamento de un pueblo, con instintos nómadas y destructivos.
Los políticos –según el CIS– vuelven a ser el segundo problema de los españoles, después del paro. La investidura sigue pendiente de la respuesta de Pablo Iglesias, entre la pared de Moncloa y el estoque de las urnas. El líder ha intentado dejarlo todo para septiembre, pero ha chocado contra la soberbia de Sánchez. El presidente del Gobierno ya ha mandado decir a los soguillas que no habrá más que dos intentos de investidura –ambos en julio–, y si no, non: nada hasta noviembre, con la victoria a tope que le adjudica el CIS y con la putada de activar las siglas de Errejón. Irene Montero dice que Pedro no se mueve en el chotis y no quiere hablar nada con nadie, lo que indica que está diseñando una investidura fallida.
«¿Elecciones en noviembre?», se pregunta un notable del PP. «Yo creo que al final Pablo hincará la rodilla. Pedro Sánchez lleva las cosas hasta el final, como hizo en la moción de censura». Los de Podemos creyeron, como el Viejo Tonto que removió las montañas del norte de China, que las podía derribar con azadones, y no aprendieron aquella otra enseñanza de Mao según la cual nunca hay que creerse infalible, ni pensar que el enemigo no tiene algo bueno.
Cuando surgió Podemos, en los sondeos la izquierda se situaba entre el 14% y el 20% de los votos. Ha resultado un fracaso el modelo de confluencia Podemos-IU-Equo. Francisco Frutos analiza los pésimos resultados, la pérdida de votos y de presencia institucional. «Se pasó del asalto a los cielos a llamar al timbre. Podemos ha sido un fracaso, Unidas Podemos ha sido un fracaso e IU ha desaparecido como tal». Llaman al timbre del Consejo de Ministros y les dicen que está reservado el derecho de admisión.