El Correo-MIQUEL ESCUDERO

Al morir Josep Tarradellas, ha hecho treinta años, Julián Marías dijo que sería una imprudencia olvidarle. El filósofo rememoraba sus ojos vivaces y socarrones, pero decentes. Decía: «Bastaba verlo para comprender que podía hacer muchas cosas y que se podía uno fiar de él, con la condición de que no se intentara engañarlo o manipularlo». La importancia del respeto personal y del juego limpio. Por esto hay que volver la mirada hacia él, hacia ellos dos. No se puede construir desde el desprecio a la realidad y con el ejercicio de la mentira y la mezquindad. Así, el ‘show’ de Gabriel Rufián es una anécdota; se trata de un títere movido a distancia, un mequetrefe.

En 1981 –hacía casi un año que Jordi Pujol le había sucedido en la Generalitat–, Tarradellas dirigió una carta a Horacio Sáenz Guerrero, director de ‘La Vanguardia’. Decidieron publicarla. Hace treinta y siete años ya anunciaba la falta de sentido de responsabilidad en la gestión de Pujol, quien era capaz de decir todo lo contrario de lo que hacía y pretendía. Nadie como Tarradellas previó en voz alta lo que incubaba la hegemonía de CiU. En esta carta confesaba que nada más alcanzar Pujol el poder, presintió que arrancaba una etapa que nos llevaría a la ruptura de los vínculos de comprensión y buen entendimiento, lo que produciría tristes y desgraciadas situaciones nada nuevas. El deterioro de los afectos daría paso a la desunión, a las tiranteces y a los enfrentamientos.

Tarradellas detallaba que, por encargo del presidente Adolfo Suárez, actuó como delegado del Gobierno para dar posesión a Pujol de la presidencia de la Generalitat. Pensaba acabar su alocución dando vivas a Cataluña y a España y se lo comunicó a Pujol, éste no lo aceptó y el viejo president se plegó. En la carta mostraba su malestar por ello y alegaba que no quiso provocar un escándalo: no lo hubiera habido, pero cada uno es responsable de sus actos y de sus silencios, aquí fue ante la exaltación y la demagogia exacerbada. Por otro lado, Tarradellas cargaba contra Pujol por su doble juego: «El de convertirse en el perseguido, en la víctima», mientras practicaba una política de intimidación engañosa y se abusaba de la buena fe de quienes estaban «tendenciosamente informados». Todo esto resulta muy actual.

Cuatro años después, en 1985, ya estallado y abortado el ‘caso Banca Catalana’, Tarradellas declararía a unos periodistas algo que resuena en el vacío: «La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte».

Ahora asoma en Cataluña una agitación social que va al alza. Médicos en huelga protestan por los recortes sanitarios (si en el resto de España son de alrededor de un 9%, en Cataluña se triplica y son del 27%; hay que pagar el ‘procés’, a sus propagandistas y embajadores. No obstante, el portavoz de JxCat, Eduard Pujol, echa la culpa a Madrid y dice por radio que la solución para la crisis sanitaria es la autodeterminación y que discutir sobre las listas de espera es secundario: «Nos distraemos con cuestiones que no son las esenciales»; ¡Qué absoluta falta de vergüenza!

Muchos estudiantes y profesores protestan por las tasas universitarias, las de Cataluña son las más altas de España gracias a las subidas aprobadas por la Generalitat; sorprende que vayan al Parlament y no a la Plaza Sant Jaume, donde están los responsables. Los bomberos también se han añadido a la movida. Los ultras de la CUP se lanzan incoherentes a las protestas de lo que son cómplices por su apoyo al Govern y sus presupuestos. Ahora se dedican, protegidos, a atacar discotecas. Cada día más en su papel de talibanes.

Y un reciente boletín de la Plataforma de Tabarnia apunta: «Cataluña es la única ‘colonia’ del mundo donde los oprimidos cobran más que los opresores (sic)». El presidente de la Generalitat percibe un 81% más que el del Gobierno, los ‘consellers’, un 55% más que los ministros. ¿Podrá seguir la fiesta de los señores?

Desde hace año y medio, unos 2.500 menores no acompañados (menas), sin referentes familiares, han llegado a Cataluña desde fuera de España. De estos, unos mil están fuera del control de la Generalitat. El sindicato de Mossos SPC ha denunciado a la Generalitat por abandono de menores. Muchos de ellos duermen en el suelo de las comisarías y comen de lo que les compran los Mossos. ¿En qué pararán todos estos despropósitos?