Rebeca Argudo-ABC
- No es la polarización lo malo, sino la ausencia de respeto por el que piensa diferente
A mí, como al profesor y escritor Armando Zerolo, la polarización (qué manía le estoy cogiendo a la palabreja) en sí misma no me parece mala, más bien al contrario. Es precisamente la tensión entre esas ideas contrapuestas, y el intercambio de los argumentos y razonamientos a favor de unas y otras, lo que hace avanzar en el conocimiento a las sociedades. Jamás lo ha hecho en el pensamiento único, que estanca e inmoviliza. En realidad y en puridad, no es la polarización lo malo, sino la ausencia de respeto por el que piensa diferente. La polarización no es más que la distancia entre la opción A y la opción B, y nadie ha defendido una idea pensando que esta es mala: incluso el más abyecto de los personajes ha obrado convencido de que lo hacía en nombre de un bien superior, muy pocas veces por maldad pura. Del mismo modo que en algún momento pervertimos el significado de ‘polarización’, lo hemos hecho también con ‘consenso’. Según la RAE es el acuerdo producido por consentimiento por todos los miembros de un grupo. Y a un acuerdo entre pensamientos dispares se llega solo tras el intercambio de pareceres y una negociación serena. Es decir, porque ambas partes, aun pensando diferente (en caso contrario, qué falta hace), se esfuerzan por llegar a un punto de encuentro. Uno que no pase por la imposición de una parte sobre la otra sin concesión ninguna, claro. En caso contrario, la denominación es otra. Sobre esta equivocación semántica, que no es baladí, se sustenta parte del emponzoñamiento de la conversación pública: aquí todo el mundo ha idealizado un consenso que pasa por que todo el mundo comulgue con sus ideas, y ha demonizado una polarización de la que no se siente responsable y culpa a los demás. Malas noticias navideñas: todos somos culpables. Usted, caballero, profesor con fular y lecturitas, infalible en sus diagnósticos porque es el pueblo llano el que se equivoca siempre, y no esa élite intelectual y preclara, estupenda y estupendista, a la que cree pertenecer. También usted, joven militante, activista profesional indignado con la vida, sin estudios pero mucho morro y un carguito de programador cultural. También yo, que se me llevan los demonios si me felicitan el «sol invicto» o el «solsticio de invierno» en lugar de las Navidades (con mayúsculas), aunque sea atea y lo que más me guste de estas sean los polvorones y los regalos. Yo, que tengo que hacer un esfuerzo para que los linchamientos digitales me sigan pareciendo mal, como siempre, cuando quien lo sufre es un tipo que ha profesionalizado el insulto al discrepante y, sobre el señalamiento y la crispación, ha levantado su carrera. Así, pido para año nuevo desfacer el entuerto. Pido desterrar la falta de respeto por el que piensa diferente, recuperar el verdadero espíritu democrático, que pasa por la pluralidad política. Pido que la polarización (bien entendida) sirva para avanzar en los consensos (de verdad). Y el libro ‘Contra la Tercera España’ del profesor Zerolo. Que lo explica todo mucho mejor que yo. ¡Y polvorones!