Ignacio Camacho-ABC

  • Con dinero del contribuyente se puede alquilar un Gobierno o comprar un Ayuntamiento. No es magia, son tus impuestos

Jaén es una provincia maltratada donde el déficit de inversiones es una realidad objetiva que ha generado un sentimiento de postergación en amplios sectores de la ciudadanía. Comarcas como la de Linares viven una situación socioeconómica crítica, el monocultivo del olivar ha vivido mejores días y aunque hay buenas carreteras el transporte por ferrocarril es una pesadilla. Al calor de esa conciencia depresiva surgió uno de esos partiditos localistas que en las últimas elecciones logró situarse en posición de deshacer el empate entre PSOE y PP en la capital –trescientos votos de diferencia– y dar a los populares la Alcaldía. Un año después se han arrepentido para devolvérsela a los socialistas con una moción de censura a cambio de una quita de deuda que María Jesús Montero ha concedido con la alegría selectiva de quien dispone del dinero público para fines partidistas. Primer resultado del reciente congreso de Sevilla: ha comenzado la campaña electoral en Andalucía.

Y el relanzamiento en su antiguo feudo perdido lo van a sufragar los contribuyentes con su dinero. En concreto, además de otras promesas de infraestructuras de dudoso cumplimiento –el tardío desengaño de Teruel puede servir de ejemplo–, la condonación es de seiscientos millones de euros que Hacienda va a mutualizar con la misma discrecionalidad que ha decidido aplicar en Cataluña para que los separatistas comiencen a negociar los Presupuestos. Detrás viene una cola de socios heterogéneos acostumbrados a explotar la precariedad del Gobierno para arramplar con toda clase de privilegios, desde exenciones fiscales a alivio penal de presos pasando por cesiones de competencias, asientos en empresas estatales, beneficios energéticos o, como en el caso jienense, simple compraventa de ayuntamientos. La necesidad de conservar el poder literalmente a cualquier precio ha convertido la legislatura en un mercado negro. No es magia, son tus impuestos.

Los escándalos de corrupción encarecen la subasta. Mientras más arrecie la tormenta judicial, más subirá la tarifa de la colaboración parlamentaria. El fenómeno no es nuevo; se ha producido cada vez que un Gobierno se queda en minoría, puro juego de contraprestaciones democráticas. La novedad consiste en la manera descarnada y discriminatoria con que el sanchismo aborda estas transacciones a medida de sus urgencias tácticas, y en la extensión del zoco político al plano provincial, y hasta local si hace falta, con la consiguiente escalada de agravios y reclamaciones desigualitarias. El caso de Jaén es sólo la metáfora de la voluntad de disponer de la caja común como una fábrica de moneda con la que acudir a la lonja de alianzas abierta para complacer a los promotores de la insurrección catalana. Cuestión de escala. Si se puede comprar una amnistía diseñada a la carta, por qué no se va a poder vender una ciudad a la puja más alta.